Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


sábado, 29 de septiembre de 2012

Un Mariscal de Campo espinosiego: Quintín Velasco y Ordoño



Este militar español nacido en Espinosa de los Monteros (Burgos) el 31 de octubre de 1784 y muerto en Palma de Mallorca el 19 de julio de 1851 conoció la evolución política de la España de la primera mitad del XIX y siempre desde convicciones liberales y constitucionales. Culminó su carrera con un grado que ya no se usa en el ejército nacional y que nos evoca las aventuras de Rommel en África.

Conozcámosle (Aunque no tengamos su imagen):

Era miembro de una familia acomodada que tenía derecho a ejercer el cargo hereditario de Montero de Cámara o Montero de Espinosa, siendo hijo de Bartolomé Terso de Velasco y de Isidora Ordoño.

En 1802, con 17 años, fue enviado a la Academia Militar de Zamora (la antigua de Orán, trasladada en 1789 a Zamora), de donde salió como subteniente de Ingenieros el 18 de septiembre de 1804, pasando, según estaba ordenado, a la de Alcalá de Henares, en la que terminó sus estudios en 1807. Ascendió a teniente á principios de 1808 con destino al Regimiento Real de zapadores-minadores. En Alcalá fue discípulo de profesores como Zappino, Sangenís y Cortínez Espinosa.

En ese periodo de agitación y reacción ante el “antiguo aliado” se produce en Valencia, el 23 de mayo de 1808, la declaración de guerra a los franceses por un hombre apodado “El Pelleter” apoyado por los sermones del Franciscano Fray Juan Rico que electrizaron a los paisanos. Al día siguiente, se sublevó también las fuerzas del Ejército en la ciudad.

Joaquín Murat ordenó al mariscal Moncey avanzar a través de Cuenca desde Madrid y otra columna se acercó desde Tortosa. Valencia construyó trincheras, parapetos, cortaduras y alzando barricadas. Las puertas de Cuarte y de San José fueron objeto de especiales preparativos, ya que eran los puntos ciertos por donde los franceses atacarían. Veinte mil paisanos se armaron con armas de toda clase y esperaron.

El teniente Quintín Velasco siguió a su Cuerpo de Ingenieros-Zapadores en su famosa fuga, emprendida en 25 de mayo de 1808 para sustraerse al gobierno de Murat, llegando a Valencia el 7 de junio, a tiempo de resistir el ataque de Moncey pocos días después. El Mediterráneo vio fuego de fusilería cruzado; batidas de artillería; Vecinos enardecidos -como el caso de Miguel García, un mesonero que en su caballo salió cinco veces a lidiar el solo contra los franceses-. La resistencia de la ciudad y el alto coste que significa siempre la conquista calle a calle hicieron que el mariscal Moncey, suspendiera el asalto para reorganizar sus fuerzas. Tras un nuevo ataque durante la tarde el recuento de bajas del ejercito imperial era de 2.000 hombres. Al día siguiente, los franceses se retiraron hacia Madrid.

El comportamiento de Velasco en la defensa de Valencia se premió con el empleo personal de capitán. Lo logra en las acciones del 28 de Junio de 1808.

El regimiento de Zapadores Minadores de Valencia recibió orden de acercarse a Zaragoza, entonces asediada por vez primera. Llegaron cuando los franceses habían levantado el sitio. El Capitán Quintín Velasco quedo a las órdenes del coronel San Genis.
Ellos fueron responsables, junto con el arduo sudor del trabajo de unos 2.000 zaragozanos, de la construcción del sistema de fortificaciones que defendió la ciudad durante el asedio. Consta por certificado, expedido por D. José Palafox con fecha de 22 de julio de 1814, que fue Velasco el ingeniero que llevó a cabo la voladura del puente de América (21 diciembre 1808) para contener al enemigo al otro lado del canal y favorecer la retirada del general Saint-Marcq; que fue el encargado de las obras de defensa y reparación de brechas del Reducto del Pilar, así como de la voladura del puente sobre el Huerva, en cuyos trabajos sirvió con celo, actividad e inteligencia a pesar de estar contusionado; que fue quien dispuso aquella línea de fogatas pedreras, cuyas explosiones frustraron el asalto del sitiador al monasterio de Santa Engracia (15 enero 1809) rechazándole con grandes pérdidas; y que estuvo valientemente sobre las brechas de aquel edificio el día que las asaltaron los enemigos (27 de enero), en cuyo trance recibió una grave herida que le tuvo imposibilitado algunos meses. Tales y tan grandes fueron los méritos de Velasco en la segunda defensa de Zaragoza, que le valieron el empleo personal teniente coronel y finalmente el grado de coronel con antigüedad de 9 de marzo de 1809.
Las fortificaciones arriba referidas fueron construidas muchas veces con materiales de circunstancias, sacos de arena, tepes o ladrillos pero aguantaron perfectamente el empuje y la destrucción de las balas de cañón de la artillería francesa. Lo que quedaba de ellas tras la rendición de la ciudad fue destruido por las tres
compañías de Minadores del tren de Sitio francés (Y por la vorágine contractiva y especulativa de los 200 años transcurridos).

El Valle del Ebro estaba bajo control francés pero la presencia de la ciudad de Zaragoza siempre desestabilizaría el control del valle. Por ello no podía dejar una ciudad victoriosa –pero destrozada, llena de refugiados, hambrienta y con demasiados muertos – que le obligase a destinar unidades que la neutralizasen.
El mismo Moncey, que había fracasado en Valencia, recibió numerosas fuerzas e instrucciones para ocupar la capital de Aragón. Frente a él: Palafox. Este era más político que militar y adoptó una estrategia de sacrificio opuesta a la guerra de guerrillas y desgaste que se estaba adoptando por el resto de la nación. Según algunos autores la decisión de encerrar un ejército y cientos de refugiados en la ciudad solo se le podía ocurrir a un estúpido. De hecho encerró también a las unidades de caballería… ¡Con sus caballos!

Palafox había reunido 32.000 hombres y había preparado las defensas tratando de corregir las destrucciones del primer asedio; columnas de frailes, mujeres y hasta ancianos y niños colaboraban con los soldados. En diciembre llegaron nuevamente los franceses; sabedores del desgaste urbano y humano y esperando el apoyo del general Invierno.

Se sucedieron en el sitio, por parte francesa: Moncey, Junot y Lannes.

Cubriendo los puestos de jefes muertos, Velasco fue ascendiendo hasta coronel. El bombardeo continuo, el hambre y la peste produjeron de 200 a 300 bajas diarias. Palafox sufrió también esas penalidades. El 20 de febrero sólo se contabilizaron un tercio de los defensores y se calculaban los muertos civiles en la mitad de la población.
Palafox
El día 21 de febrero, el coronel Velasco, tras entregar sus armas; fue declarado prisionero. En Francia estuvo en varios depósitos, entre ellos el de Châlons-sur-Marne. En marzo de 1814 pudo escaparse, y volver a España, siendo purificado y obteniendo el empleo de Capitán de Ingenieros, con antigüedad de 30 de agosto de 1811, sargento mayor de brigada, el 25 de septiembre de 1813, y coronel de Infantería, el 9 de marzo de 1809.

Teniente coronel del cuerpo y comandante del 2º batallón del único regimiento Zapadores que existía por entonces, desde septiembre de 1815 hasta marzo de 1823. Y sobreviniendo poco después el pronunciamiento de Riego y la guerra civil de 1820 á 1823 (Donde Villarcayo sufrió su primer saqueo en 1822), concurrió Velasco a esta campaña, portándose con su valor habitual en la acción de Ayerbe, en la de Alquezar y en la toma del castillo de Murviedro (ahora Sagunto). Pero rendida Cádiz al duque de Angulema y disuelto el ejército, quedó nuestro héroe en situación de indefinido é impurificado en 1ª y 2ª instancia como castigo de sus opiniones constitucionales, fue separado del servicio el 30 de octubre de 1826 y obligado a pedir una pensión alimenticia. Residió en Briviesca sin más recursos que la dicha pensión de 266 reales y 22 maravedises mensuales que le fue concedida por Real orden de 20 de julio de 1827.

Purificado al fin el 12 de diciembre de 1830, con motivo del nacimiento de Isabel II, recobró sus despachos, siendo destinado a Navarra en marzo de 1832.

Tras la muerte de Fernando VII vino sobre España la calamidad de la guerra civil y dinástica llamada de los siete años entonces o primera guerra Carlista y en atención á los méritos de D. Quintín de Velasco, fue nombrado (en febrero de 1834) segundo comandante general de ingenieros del Ejército del Norte. Concurrió á la batalla de Mendigorría, y en 1836 al levantamiento del sitio de Bilbao dirigiendo todos los trabajos, tomando parte personal en las reñidas acciones de 24 y 25 de diciembre y siendo el primero que, al frente de sus zapadores y bajo el fuego de cañón y fusil del enemigo, subió al parapeto que cubría el puente cortado de Luchana, cuyo paso habilitó. Por estas acciones se le concedió el empleo de brigadier de infantería, siendo ya coronel efectivo de ingenieros por antigüedad.

En 1837, después de haber asistido a los hechos de armas de Santa Marina, Galdácano y Zornoza, concurrió al ataque de las líneas de San Sebastián, donde cometió la temeridad de cargar al frente del escuadrón de caballería de la legión inglesa, siendo arrollado y despedido del caballo con una pierna rota que le dejó durante meses inútil para el servicio de campaña y le obligó a cojear toda su vida. Durante la licencia que obtuvo para atender á su curación contrajo matrimonio en Briviesca (el 12 de julio de 1838) con la señora D. ª Tomasa de Salazar, viuda de uno de sus hermanos. No tuvieron Hijos.

Será comandante de Málaga, en octubre de 1838. Terminada la guerra civil fue D. Quintín Velasco (en 5 de diciembre de 1840) nombrado coronel del Regimiento de Ingenieros y jefe de estudios de La Academia de Guadalajara, cuyos cargos desempeñó durante más de cuatro años, siguiendo en ellos a pesar de haber sido ascendido á mariscal de campo el 6 de mayo de 1844.

Por antigüedad le correspondió el 4 de Mayo de 1845 ejercer el mando de Coronel director Subinspector destinado en las islas Baleares, a donde llegó el 3 de agosto de 1845, permaneciendo en Palma de Mallorca
hasta que, víctima de fulminante apoplejía, falleció el 19 de julio de 1851, a los 67 años de edad y 48 largos de servicios efectivos. Su viuda le sobrevivió pocos meses.

Su hoja de servicios a España se completa con las condecoraciones obtenidas: Estaba declarado Benemérito de la Patria, Gran cruz de la Orden de San Hermenegildo, caballero dos veces de la de San Fernando, y en recuerdo de su larga cautividad y gloriosas campañas, decoraban su pecho la medalla del Sufrimiento, la cruz de la Fuga de los zapadores, la del 2º Sitio de Zaragoza y las de Mendigorría y Bilbao.

Además se le recordaba por su carácter y sus características genialidades, frases graciosas, y hasta por las interjecciones y muletillas con que matizaba sus pintorescas peroratas. De esa fase anecdótica de la vida de D. Quintín se publicó en Madrid (1892) un interesante opúsculo titulado “¡Paso á su Excelencia!” Cuya paternidad se atribuyó al general O’Rian.

Desgraciadamente no he podido conseguir copia alguna, me duele el fracaso, pero, si alguien tiene interés, puede localizar copias de la misma en la Biblioteca del Ministerio de Defensa del Reino de España.

Por último indicar que, como es norma en la piel de toro no nacionalista, donde no hay carlista sin calle, no parece recordársele en el callejero de su villa natal.

Páginas del Estado Militar de España donde aparece nuestro Convecino (selección):


Selección de referencias periodisticas:










Menciones periodísticas de la defunción de Mariscal de Campo Quintín Velasco Ordoño:




Por último, como nota pintoresca, añado el árbol genealógico de Quintín:








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Quintín Velasco Ordoño



miércoles, 26 de septiembre de 2012

Oratorio de San Felipe Neri (Medina de Pomar)

Hoy me centraré en un edifico que posee Medina de Pomar y que pasa desapercibido para todos: El Oratorio de San Felipe Neri. Dicho así no es nada por lo cual explicaremos, a grandes rasgos, quien era San Felipe y su obra:

Este Santo nació en Florencia el 22 de julio de 1515 y murió en roma el 26 de mayo de 1595 y fue el fundador de la Congregación del Oratorio. Buscó reevangelizar la ciudad de Roma (podrida por la corrupción del clero) dándosele el sobrenombre de el Apóstol de Roma.

Felipe, aún laico, comenzó dirigiéndose a las gentes en mercados y plazas, e inició visitas a hospitales, induciendo a otros a acompañarlo. Hacia 1544 estableció amistad con San Ignacio de Loyola, a quien quiso seguir como misionero en Asia, aunque finalmente desistió porque deseaba continuar con la labor iniciada en Roma.
Aunque Felipe rezaba principalmente en la Iglesia de San Eustaquio fue en las catacumbas de San Sebastiano donde tuvo lugar, en 1544, el que se conoce en la tradición cristiana como milagro de su corazón (su corazón creció de tal manera que algunas costillas se quebraron).

En 1551 es ordenado sacerdote y fundó la congregación del oratorio. Esta congregación tiene una serie de peculiaridades destacando la libertad: sacerdotes y seglares oratorianos no están atados por ningún voto o promesa que implique compromiso. Cada oratorio es imitación del modelo fundado por San Felipe Neri, y del todo autónomo de los demás.

En la actualidad existen 77 Comunidades, que constituyen la Confederación de Congregaciones de Oratorianos, y aunque son autónomas comparten lazos espirituales y las Constituciones "Christifidelium quorumlibet" aprobadas por el Papa Pablo V el 24 de febrero de 1612.

Están presentes en 17 Naciones: 53 Congregaciones en Europa, 23 en toda América y una en África con un total de 470 miembros, a los cuales hay que sumar 80 principiantes y un número de aspirantes cercanos a los 100. La Congregación está organizada por áreas lingüísticas: existen 19 Congregaciones de lengua italiana, 25 de lengua española, 11 de lengua inglesa, 11 de lengua alemana, 7 de lengua Polaca, 1 de lengua holandesa, 1 de lengua francesa, 1 de lengua portuguesa y 1 de lengua africana.

Desgraciadamente no figura ya entre ellas el Oratorio de Medina de Pomar que fue destruido por un incendio en el invierno de 1890, según don Julián García Sainz de Baranda, o el 29 de Enero de 1894 si nos fiamos de la reseña del diario “El siglo futuro” del 30 de enero de 1894 en su página tres.

De todas formas contaremos que estaba en el centro de la ciudad y al final de la calle del Condestable y por el otro lado al final de la calle de la roca Mayor. El nombre de esta última calle viene por la iglesia de Nuestra Señora de Rocamayor (Que consta en documentos Municipales desde el siglo XIV) sobre la cual nuestra congregación se constituyó el 6 de Octubre de 1696. Fue fundado por el Arzobispo de Burgos Don Juán de Isla que estaba facultado para ello por la bula del Papa Inocencio XII del 12 de agosto de 1694.

La nuestra fue de las fundaciones de ese primer siglo, siendo en 1645, en Valencia, la primera Congregación del Oratorio. A partir de ese momento se vio en varias ciudades de España una verdadera eflorescencia de Casas oratorianas, con todo el movimiento de reforma que ellas llevaban consigo: Villena, en 1650, y enseguida, Madrid, Soria, Granada, Cádiz, Barcelona, Zaragoza, Palma de Mallorca, Villa de Ezcaray, Carcabuey, Medina de Pomar, Alcalá de Henares, Sevilla, Córdoba.

La iglesia que tenía Medina de Pomar, según testigos de la época, era pequeña, paredes revocadas, sin lápidas ni arcos sepulcrales y con altares sencillos. La casa de la congregación es de piedra sillar, como puede ver cualquier paseante actual, pero más difícil de observar es la renombrada portada de estilo clásico con una hornacina que contiene la efigie de San Felipe Neri. Si alguien tiene interés en observar parte de la misma la encontrará olvidada tras la casa situada frente a la casa del arco de la puerta de la cadena. Estirándose uno puede ver un poco de la portada tras las chimeneas y aparatos del aire acondicionado. El resto del oratorio se disfruta desde la plaza del corral. Era una, o la única, de la arquitectura renacentista en la ciudad.

Como señal de su influencia señalaremos que el prepósito de la congregación tenía el derecho de ser censor del colegio de niñas de Medina.

Apendices 3º y 4º de la obra "Apuntes Históricos sobre la ciudad de Medina de Pomar" de Julián García Sainz de Baranda.

 






El Siglo Futuro del 30 de Enero de 1894


Situación del Oratorio de San Felipe Neri en 2012-2013




domingo, 16 de septiembre de 2012

Villarcayo, 18 de Septiembre 1834


Todos recordamos a Fernando VII de Borbón (San Lorenzo de El Escorial, 14 de octubre de 1784 - Madrid, 29 de septiembre de 1833), llamado el Deseado o el Rey Felón. Este sujeto fue rey de España entre marzo y mayo de 1808 y, tras la expulsión del «rey intruso» José I Bonaparte, nuevamente desde diciembre de 1813 hasta su muerte, exceptuando un breve intervalo en 1823, en que fue destituido por el Consejo de Regencia. Y como anécdota diré que es el único rey de España sin calle alguna.

Durante su vida demostró grandes dotes de... Mejor traslado las palabras de Psiquiatra Luis Mínguez Martín, de Palencia: “Encanto superficial, labia y una actitud seductora y acomodaticia se combinaron en el monarca con el desprecio hacia los derechos y sentimientos de los demás, el cinismo y el engaño, la mentira y la manipulación, la falta de responsabilidad social y de sentimientos de culpa y los mecanismos proyectivos. Ello nos permite plantear que el perfil de personalidad del monarca correspondería a lo que hoy llamamos, en términos psiquiátricos, personalidad disocial, antisocial o psicopática”. El común de su época, y de la presente, lo definiría como un cabrón. El apelativo con el que ha pasado a la historia es de Felón.

Centrándonos en la última fase de su reinado, la llamada Década Ominosa, se caracterizó por una feroz represión de los exaltados, acompañada de una política absolutista moderada o incluso liberaldoctrinaria que provocó un profundo descontento en los círculos absolutistas, que formaron partido en torno al infante Carlos María Isidro. A ello se unió el problema sucesorio, sentando las bases de la Primera Guerra Carlista, que estallaría con la muerte de Fernando y el ascenso al trono de su hija Isabel II, no reconocida como heredera por el infante Carlos y los círculos absolutistas, presentes en todo el territorio español.

Al morir Fernando VII Carlos emitió el manifiesto de Abrantes el 1 de octubre en el que declaraba su ascensión al trono con el nombre de Carlos V. El 6 de octubre, el general Santos Ladrón de Cegama proclamó a Carlos como rey de España en la localidad de Tricio (La Rioja), fecha en la que se da como comenzada la Primera Guerra Carlista. Ni el hermano mayor ni el menor se preocuparon por sus posibles súbditos y si el Príncipe de Asturias dio un golpe de estado y nadó contra corriente, el Infante Carlos apostó por la guerra civil.

Los Liberales se refugian entorno a la reina niña y su madre María Cristina que actuará como regente hasta que sea sustituida por Baldomero espartero. (Doña María Cristina se casó en secreto el 28 de diciembre del mismo año en que quedó viuda, con un sargento de su guardia de corps, Agustín Fernando Muñoz y Sánchez, y fue apartada del cargo dada la imposibilidad de disimular su avanzada gravidez). Era una lucha entre aquellos que miraban al futuro, a la libertad del individuo, a la justicia y al derecho frente a los defensores del poder del púlpito, de la sumisión del hombre a un dios dirigido por curas, de los señoríos y mayorazgos. Las grandes ciudades del país eran liberales -fruto de la mayor concentración de estos en ellas y el control del poder- frente al campo analfabeto que en su mayor parte era sumiso a la tradición. Entre estos últimos muchos de los lugares de las antes llamadas vacongadas con una población rural poco permeable a los avances sociales. Estos factores, junto a la foralidad, harán que sean las ciudades mayores las que permanezcan con la reina.

En 1834 llevamos un año de revueltas carlistas con la inestabilidad social y los gastos militares inherentes a toda revuelta cuando a las seis y media de la mañana del 18 de Septiembre una partida de unos 3.000 carlistas dirigidos por Castor Andéchaga[1], Sopelana, Ibarrolilla y Mazarrasa[2] se presentan en Villarcayo. Las fuerzas de la villa eran los Urbanos y una patrulla del regimiento 15 de infantería de línea, mandado por don Francisco Tapia. Entre los defensores conocemos al urbano Francisco Cuesta que informará el día 19 sobre lo ocurrido en su municipio al comandante militar de Medina de Pomar.

Los asaltantes entraron en la villa por la calle de San Roque. Fueron recibidos a tiros desde las casas y desde el ayuntamiento (Se vino abajo el reloj). Uno de esos primeros disparos alcanza al general Sopelana en el Pecho. Según la tradición, en la propia calle San Roque. Los isabelinos fueron instados a rendirse por dos veces en nombre del general rebelde Uranga[3]. Tras la segunda solicitud los carlistas dieron fuego a las casas desde las que se les disparaba. Lamentablemente, este acto acabó con la mayor parte del patrimonio monumental por lo que queda poco de tiempos anteriores al año 1834, como algunas casonas blasonadas y las Torres del Reloj y del Corregimiento. Los Facciosos incendiaron 45 casas de las calles Nueva, Real, Ancha, Horno, Carreruela, Rincón y Plaza Mayor.

Las unidades del Brigadier (Similar al Coronel) Fermín Iriarte que era Comandante General de Santander y Encartaciones llega a las 21:00 h o 21:30 h a Villasana de Mena y se les informa de la situación en Villarcayo. Tras un pequeño descanso sale con la 1ª brigada a las 22:00 h. Los carlistas se replegaron hacia Cigüenza. Villarcayo fue dejado a su suerte tras diecisiete horas de lucha y saqueo.

El Brigadier Iriarte y el brigadier Aznar, que comandaban un batallón de carabineros, el batallón provincial de Granada, la compañía de cazadores de Segovia y un apoyo de 43 jinetes del regimiento de la Reina. (Aprox. 900 hombres) llegan a Villarcayo a la una de la madrugada del día 19.

Iriarte no destinó sus tropas a ayudar a la población y, formando en columnas de ataque y destacando unidades de guerrilla, se dirigió río Nela arriba. Los partidarios de Don Carlos se encontraban atrincherados en la sierra y monte de Cigüenza y las tropas isabelinas cargaron a la bayoneta con gritos de “Viva la reina” y “Viva Isabel”.

Tras la refriega las fuentes de la época documentan el botín del incidente de Cigüenza: Los documentos de la Junta Rebelde de Castilla, dos baúles llenos de papeles (sin describir), correspondencia del intitulado Brigadier Andéchaga, cartuchos y fusiles, 18 mulas, multitud de raciones de carne y vino y liberaron a los 12 urbanos de Villarcayo prisioneros. Semejante proeza fue considerada como un baldón por el alto mando carlista, con formación de expediente para el brigadier Sanz y su destierro a Francia, desde donde volvió a la muerte de Zumalacárregui.

El parte de bajas refiere 20 carlistas muertos, numerosos heridos y la captura del capitán faccioso Fernando Zorrillo que será fusilado al día siguiente. Se destaca la muerte del ayudante mayor de Castor Andéchaga.

Las bajas isabelinas, según Iriarte, son 3 heridos, uno de ellos un capitán.

Iriarte informa a Medina de Pomar el 19 de su victoria y de que los carlistas se retiran por las alturas hacia Soncillo donde presume que bajen por Quisicedo hacia Espinosa de los Monteros. En sucesivos partes publicados en la Gaceta de Madrid se puede intuir los movimientos de las partidas carlistas en Las Merindades en esas fechas.

Así informadas unidades isabelinas de la lucha en Villarcayo proceden a desplazarse para cercar a las unidades Carlistas. En este sentido informaba el 20 de septiembre el Comandante Militar Interino de Las Merindades desde Santander el Coronel Fermín Escalera.

Este militar estaba persiguiendo al carlista Santiago Villalobos con unas fuerzas de 30 caballos del regimiento de la reina y 50 infantes del de Extremadura al mando del teniente Manuel Corripio. El teniente coronel Juan Echavis le comunicó, erróneamente, que 300 facciosos estaban atacando Villarcayo. Se indicó que Echavis fuese a Soncillo y, reunido con el teniente Esteban Fort y sus 40 jinetes del Regimiento de Extremadura que estaban en Cabañas de Virtus, atacasen a los Carlistas la mañana del 19. Para más INRI creían enfrentarse a una partida de 49 hombres.

Vista la realidad de las unidades a las que se enfrentaban se replegaron hacia el puerto del Escudo y las gargantas del Valle del Toranzo (Actualmente Cantabria). Los carlistas de Castor Andéchaga se situaron en la zona de Villacarriedo.

Ante ello el comandante de las Merindades desplazó sus unidades a Santander para ayudar a protegerla ante la certidumbre de un ataque de los partidarios de Don Carlos a la ciudad. El día 20 de septiembre informaba de su próxima salida hacia Soncillo o Reinosa.

El día 23 de Septiembre el comandante de Espinosa de los Monteros informa de que ha batido a los facciosos de las inmediaciones y que el Coronel Quintana al mando de la 3ª brigada de operaciones parte para las Encartaciones. A su vez se reciben informes en Arredondo de que las unidades carlistas parten por el Valle de Aras hacia Vizcaya y que una partida se dirige a Valderredible siendo perseguida por el batallón Castilla.

Por otro lado el Brigadier Bedoya parte hacia Villasante para descender a las Encartaciones siguiendo al coronel Quintana.

El recuerdo que dejó en el sustrato de Villarcayo hizo que la calle que actualmente se llama Albiñana se le nombrase como calle 18 de Septiembre de 1834. También, ante la “la salvajada” de la “Carlistada” se plantea construir murallas rodeando la villa. Este proyecto se desestima finalmente. En el plano que se conserva en el Archivo Municipal se perciben las cuatro puertas que hubiera llevado tal muralla y que corresponden a los cuatro caminos: de Bilbao, de Burgos, Cigüenza y Medina de Pomar y que son los cuatro caminos que todavía usamos.


[1] Castor Andéchaga (1803-1874) empezó su carrera militar en las filas realistas en 1822, ascendiendo a teniente en 1823. Fue nombrado en 1834 coronel efectivo, y encargándose de la comandancia general carlista de las Encartaciones tomó parte muy activa en la guerra civil hasta que, al celebrarse en 1839 el Con­venio de Vergara, le fue reconocido el empleo de brigadier y la cruz de 1a clase de San Fernando, quedando de cuartel. Durante los sucesos de 1841 le nombró la Diputación vizcaína Comandante General de los Tercios Forales; no obstante, el mal éxito de aquella insurrección le obligó a emigrar a Francia, de donde volvió en 1843. En 1847 se le concedió la gran cruz de Isabel la Católica. Tomó parte asimismo en la 3a Guerra Carlista, y en la acción de las Muñecas recibió un balazo que lo dejó sin vida. Tiene una calle en Baracaldo.

[2] Este Mazarrasa es el Mariscal don José Mazarrasa (1772 – 1858) quien redactó un extenso diario de operaciones (1834-1839) de la primera guerra Carlista. Ocupó un destacado puesto entre las fuerzas carlistas al ser nombrado jefe del Estado Mayor general Juan Antonio Guergué, y el año 1839, al ser derrotadas las tropas carlistas, fue desterrado de España junto con otras personalidades del bando carlista.


[3] Nace en Azpeitia el 7 de octubre de 1788. Muere en Vitoria en 1860. Al comenzar la invasión francesa se presenta como voluntario en Oviedo al general May. Sirve, entre otros destinos, como teniente del primer batallón de voluntarios de Guipúzcoa. En el mes de abril de 1821, en Agurain (Alava), se pronuncia en contra del gobierno constitucional, creando una división de dos mil hombres para sostener la causa de Fernando VII, quien le nombra coronel y comandante de Alava. Es el 7 de octubre de 1833 cuando, en Salvatierra, proclama Rey de España al pretendiente Carlos María Isidro, organizando rápidamente varios batallones para la causa. En el año 1834 es nombrado Mariscal de Campo y Comandante General de Alava, y el 5 de octubre, llegado a las Vascongadas el pretendiente Carlos V, es nombrado vocal de la Junta Suprema Consultiva y ayudante de campo de Don Carlos. El 14 de septiembre de 1837 demuestra su gran valor y sus dotes de estratega derrotando a O'Donell en la batalla de Andoain. Máximo exponente de la fidelidad al credo absolutista, encabezando el bando llamado "apostólico" del generalato carlista, en abierta oposición a Maroto, es expulsado a Francia, pasando posteriormente a Alemania, donde vive hasta 1848. Tras la amnistía general de Isabel II, se instala en Vitoria. De las acciones de guerra de Uranga, existe un interesantísimo Diario del Teniente General Don José Ignacio de Uranga (1834-1838 publicado por vez primera por la Diputación de Guipúzcoa en 1959, abarca el período de guerra desde el 12 de enero de 1834 hasta el 24 de octubre de 1838.