Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


jueves, 20 de diciembre de 2012

“No me circundaste el primero”. Gonzalo Gómez de Espinosa.

Conocemos desde pequeños a Magallanes y a Elcano[1], ambos al servicio la Corona de Castilla. el primero se encargó de realizar el viaje a Cipango por el oeste para ver si era viable económicamente  y soslayar así a los portugueses en su ruta.

En cambio, lo que todos conocemos es que hicieron el viaje para confirmar algo que cualquier estudioso sabía. Pensar eso es pensar que los que nos precedieron eran soberanos imbéciles. El mundo mediterráneo conocía la redondez de la tierra desde la Grecia clásica. Nos han enseñado que Magallanes murió en Filipinas y Juan Sebastián Elcano tomó el relevo, que llegó con una tripulación diezmada a la península, y ya en Castilla, que pudo demostrar la redondez de la Tierra, la gloria de haber descubierto dos de las cinco partes del mundo y el haber medido la magnitud del mismo con las quillas de sus naves. ¿Seguro que pensaron esto los políticos de Castilla cuando organizaron la expedición?

Magallanes

Luego lo revisaremos para corregir el cliché. Nosotros tocamos el tema a causa de las personas que participaron en la aventura porque la historia es olvidadiza y hubo otros marinos que completaron el periplo. Por un lado Juan de Santandrés o de Santander, grumete. Unas semanas después llegaron doce hombres que habían sido capturados en el archipiélago de Cabo Verde por los portugueses y que fueron puestos en libertad por la mediación del emperador Carlos V. Entre ellos había dos castellanos más, Simón de Burgos que era preboste (persona que en un determinado ámbito político, económico, profesional, etc., tiene una posición de gran poder e importancia.), y Juan Martín de Aguilar de Campóo y que era supernumerario.

Elcano

Pero el goteo siguió y años después llegarían parte de la tripulación que al igual que los de Cabo Verde fueron hechos prisioneros por los portugueses en las Molucas. Entre ellos se encontraría el Espinosiego Gonzalo Gómez de Espinosa. Éste a la muerte de Magallanes y de Duarte Barbosa (el sucesor de Magallanes); fue elegido en Mindanao jefe de la expedición, la cual contaba a esas alturas solamente con dos naves. Elcano quedo como capitán en una de ellas.

Este es nuestro héroe de hoy: Gonzalo Gómez de Espinosa. Un navegante de tierra adentro nacido en Espinosa de los Monteros hacia 1479 y muerto probablemente en Sevilla hacia 1530. Burgalés e hidalgo, según el cronista Fernández de Oviedo, Gonzalo debió de estar relacionado con el obispo de Burgos, que intervino seguramente en su nombramiento como alguacil mayor de la armada de Magallanes. Se le encargó reclutar tripulantes en Málaga y embarcó en la nao capitana “Trinidad” en 1519.

Soldados Castellanos aprox. 1520

Ayudó a Magallanes a reprimir el motín del puerto de San Julián, fraguado por Juan de Cartagena y Gaspar de Quesada. Los rebeldes disponían de tres naves ("San Antonio", "Concepción" y "Victoria") y establecieron su cuartel general en la "Victoria" y enviaron una nota a Magallanes en la que pedían que pasase a dicha nave para darles cuenta del derrotero, ya que no podía actuar personalmente, sin consultarles. El capitán general envió a Gómez de Espinosa a la nao rebelde “Victoria”, con Elcano entre los amotinados, (Para que luego digan que la historia no se burla de nosotros) con seis hombres y armas ocultas, pretextando llevar su respuesta a Luis de Mendoza. Y eso lo cumplieron pero Mendoza no pudo terminar de leerla. Cuando estaba en ello Gonzalo le apuñaló en la garganta y otro de sus hombres lo acuchillaba en la cabeza. Durante el vacío de poder de los revoltosos embarcaron los soldados que Magallanes había enviado con Duarte de Barbosa. Se apoderan de la nave en unos minutos y levaron anclas para situarla junto a la “Trinidad” y la “Santiago”, lo que abortó el motín. Tenemos ante nosotros un cuarentón que era un frío y decidido hombre de armas.

Gómez de Espinosa estuvo junto a Fernando de Magallanes (1480-1521) en el combate de Mactán (Filipinas) donde el Capitán General de la expedición muere, pero el logró salir con vida. Huyó de Cebú al mando de la nao “Victoria”, mientras Lope de Carvalho hacía lo propio con la “Trinidad” y Juan Sebastián Elcano con la “Concepción”.

Armas aprox. 1520

Tras la destitución del general Carvalho, asumió el mando de la “Trinidad” a la par que Elcano lo hizo de la “Victoria”; la “Concepción” fue quemada. Así llegaron a las Molucas, negociaron con los naturales de Tidore, cargaron sus naves con las especies y dispusieron el regreso a España. A poco de zarpar advirtieron que la “Trinidad” hacía mucha agua, por lo que Elcano y el Capitán General accidental Gonzalo Gómez de Espinosa decidieron que el guipuzcoano siguiera hacia España con su nao y el espinosiego lo haría con dirección a América en la “Trinidad” después de ser arreglada convenientemente.

¿Por qué? ¿Por qué no quiso ser Gonzalo el primero? Porque nunca se pensó en dar la vuelta al mundo. Lo repito para que se entienda: NO tenían intención de dar la vuelta al mundo.La armada de Magallanes había tenido el único objetivo de ir a la Especiería y regresar por la misma vía de ida, como lo demuestran las instrucciones del Rey Carlos I de Castilla o Emperador Carlos V a Magallanes de 8 de mayo de 1519 en las que se le autorizó a dejar durante el viaje de ida algunos desterrados en las tierras que fuera descubriendo, para recogerlos a la vuelta y conocer los secretos de ellas: “y si os pareciere dejar en ella (nueva tierra) algunos de los desterrados, para que entretanto que vais a hacer vuestro descubrimiento, tengan plática de lo que en la tierra hay, para la tornada saber lo que tienen descubierto e hallado en la tierra, dejarles heis”. Las mismas instrucciones le ordenaron al General llevar una cuenta exacta de los alimentos que se iban gastando en la ida “para conforme a los que llevan, hagan cuenta de lo que se gastare, e pongan orden en lo que queda, y conforme al tiempo provean en ello, de manera que a la contina tengan abastanza para el tornaviaje”. Fue por tanto en Tidore, y no antes, cuando se tomó la decisión de que la “Victoria” diera la vuelta al mundo, y esto por acuerdo de ambos capitanes, Elcano y Gómez de Espinosa, como afirmó Gómara y confirmó Maximiliano de Transilvano: “que aquella (la “Victoria”), que se había de partir luego, no volviese por la vía del Archipiélago (Filipinas) y estrecho por donde habían ido (Magallanes), sino que tirase la vía oriental hacia el cabo del Catigaran”. Fernández de Oviedo añadió que además debía hacerlo “por alta mar (y) navegasen cuanto más apartado pudiesen de la costa del Asia, porque no fuese vista de los portugueses”. ¿Recuerdan por qué inició Colón el viaje hacia el oeste?


Bien, tras tres meses de reparaciones, Gómez de Espinosa partió de Tidore, el 6 de abril de 1522, con la “Trinidad”, al mando de cincuenta y cuatro hombres y con mil quinientos quintales de clavo a bordo. Navegó unas cuarenta leguas hasta un puerto llamado Zamafo, en la isla Morotay, perteneciente al rey de Tidore, donde compró algunos mantenimientos. Acabada esta operación volvió a zarpar y una vez en alta mar hizo consejo con su tripulación para decidir la derrota que había de tomar. Los marineros acordaron desestimar la ruta hacia el Estrecho, de la que tenían amargos recuerdos, y decidieron seguir rumbo hacia Panamá, calculando que la alcanzarían navegando nada menos que dos mil leguas.

La nao puso rumbo nordeste, pero los vientos contrarios procedentes del este la obligaron a subir cada vez más al norte. A los 5º de latitud norte halló el extremo de las islas Carolinas o Palaos, que sus tripulantes llamaron San Antonio y San Juan. Continuó hacia el norte y empezaron a sufrir los rigores del frío y a afrontar olas gigantescas, además de padecer los flagelos del hambre y de las enfermedades, principalmente el escorbuto. A los 42º de latitud norte fueron sorprendidos por una tempestad que duró cinco días y estuvo a punto de hundir la nave, que sólo pudieron salvar cortando el castillo de proa; también se rompió el de popa y se partió en dos el mastelero mayor. Las velas quedaron hechas jirones, pero lograron templarlas, cosiendo los pedazos.

Habían muerto ya treinta hombres y el ánimo de los sobrevivientes era tan bajo, que el capitán Gonzalo de Espinosa les propuso regresar a las Molucas, para intentar ir a España por la vía portuguesa de Buena Esperanza, ya que temía que el camino que les faltaba por recorrer en las latitudes norteñas fuera aún peor que del andado. Lo había evitado porque los portugueses vigilaban diligentemente sus rutas y actuaban contundentemente contra los infiltrados. Creo que por ello el Jefe de la expedición decidió que fuese su segundo el que se arriesgase por la ruta de los vecinos peninsulares y él optó por cumplir las órdenes del Emperador. La propuesta fue aprobada unánimemente, lo que supuso una decisión desafortunada, pues muy cerca de donde se encontraban y en dirección norte hubieran encontrado la corriente de Kuro-Shivo que les habría conducido a América.

Emprendieron el regreso y en agosto de 1522 arribaron a una isla donde pudieron atracar, bajando a examinarla dos miembros de la tripulación que a su regreso informaron de que era pequeña y árida. Estaba habitada por unos cuarenta aborígenes, se llamaba Mao y según Fernández de Oviedo era la más cercana a la isla de Botaha, del archipiélago de los Ladrones, situada entre 12 y 13 grados de la equinoccial. Recogieron cañas dulces y algunos frutos que sirvieron para aliviar a los enfermos, así como quince pipas de agua potable. Desde allí pusieron proas a las islas Molucas, que estaban a unas 300 leguas de distancia.

La “Trinidad” tardó mes y medio en hacer este recorrido, durante el cual fallecieron igualmente numerosos tripulantes por las enfermedades y los padecimientos. Finalmente arribaron a la costa de Zamafo, cerca de la isla de Doy, en las inmediaciones de las Molucas; era ya septiembre, por lo que resultaba que habían navegado inútilmente durante cinco meses. Encontraron entonces una nave con cuyos tripulantes pudieron entenderse. Les dijeron que dos semanas después de su partida habían llegado a Ternate cinco o siete naves portuguesas y que un capitán llamado Antonio de Brito había levantado una fortaleza en dicha isla. En realidad los portugueses no habían llegado a las dos semanas de partir la Trinidad, sino un mes y medio después, y la fortaleza de Ternate no se comenzó a construir hasta el 24 de junio de 1522, como indicó acertadamente el cronista portugués Juan de Barros, pero más que las fechas importaban los hechos.

Armas de Castilla

Gonzalo de Espinosa escribió una carta al gobernador portugués de Ternate y la envió con el escribano Bartolomé Sánchez en el navío que había encontrado. En la misiva le pedía ayuda para llevar la Trinidad hasta Tidore, ya que no tenía forma de hacerlo por sus propios medios. La mayor parte de la marinería había muerto en la travesía y los supervivientes estaban muy enfermos y eran incapaces de controlar la nave. Pero la carta no obtuvo respuesta.

Al temer que la nao diese de través en la costa, ya que no tenía ancla apropiada sino únicamente la pequeña, la tripulación izó velas y navegó como pudo hasta el puerto de Benaconora. A poco de atracar arribaron a dicho puerto Simón Abreu y Duarte Rager, seguidos de varias naves; en una de ellas viajaban los capitanes García Manrique y Gaspar Gallo. Subieron a bordo de la Trinidad y le entregaron una carta de Antonio Brito, fechada el 21 de octubre de 1521, respondiendo a la que él le había enviado. En ella se le pedía entregarlo todo a los emisarios portugueses: cartas, astrolabios derroteros, elementos de marear, etc. Los marinos lusitanos se apoderaron de la nao y la condujeron al puerto de Talangomí, entre las islas de Tidore y Ternate.

Puerto de Sevilla

Habían llegado sólo diecisiete supervivientes de los cincuenta y cuatro que embarcaron, y casi todos estaban gravemente enfermos. Desde allí, los portugueses llevaron a Gonzalo de Espinosa y a sus hombres a la fortaleza que Brito había levantado en Ternate. Espinosa pidió testimonio de todo lo que los portugueses le habían quitado, pues era del rey de España, pero Brito contestó que si se lo volvía a pedir lo colgaría de una antena. Entre el botín arrebatado a los españoles se encontraba toda la información del viaje efectuado, que Brito leyó cuidadosamente y transcribió luego al rey de Portugal en una carta de 1523. Señaló en ella que los españoles “hallaron vientos escasos, porque no supieron tomar el monzón, y fueron a los 40 grados norte. Por su cuenta habían hecho 900 leguas cuando arribaron”. Recogió así mismo papeles sobre el paso del Estrecho, que anotó con todo cuidado: “Este estrecho está en 52 grados largos y tiene 10 leguas de ancho cumplidas, y corre norte-sur la mayor parte de él. A lo largo hay lugares a cinco leguas, a una legua, a media legua y a un cuarto de legua”. La candidez no era buena consejera en esa época, ni hoy, y creo que lo que debieron hacer era destruir todo lo que hubieran podido usar los portugueses, salvo que pensasen en usarlo como piezas de negociación.

Gonzalo encontró en la prisión de Ternate a los otros prisioneros españoles que habían quedado en las Molucas. Brito les obligó a trabajar como forzados durante cuatro meses, en las obras de construcción de la fortaleza de Ternate, empleándolos luego en otras labores aun más duras. Tras cinco meses de prisión, los españoles fueron llevados a Banda, donde permanecieron encarcelados otros cuatro meses. Desde allí fueron trasladados a Java y luego a Malaca, siendo entregados al gobernador Jorge de Alburquerque. Finalmente fueron conducidos a Cochín, donde los ya ocho supervivientes permanecieron algún tiempo. Tres de ellos, Gonzalo Gómez de Espinosa, Ginés de Mafra y el maestre Ance, terminaron sus desventuras en la cárcel del Limonero en Lisboa, en la que murió el último de ellos. El Cesar Carlos logró rescatar los otros dos, que volvieron finalmente a sus reinos.

Soldados año 1520

Gonzalo Gómez de Espinosa y Ginés de Mafra prestaron declaración de los sucesos en Valladolid el mes de agosto de 1527. Fernández de Oviedo[2] afirma que habló con Gómez de Espinosa en 1528, cuando Carlos I “le hizo mercedes y le concedió un privilegio de muy nobles armas, que yo he visto originalmente”. El rey otorgó efectivamente a Espinosa una pensión de 300 ducados y al año siguiente (1529) le nombró visitador y capitán de las naos de las Indias. Residía entonces en Sevilla, donde le había conocido el cronista Fernández de Oviedo.

El triste fin de todos los navegantes de la “Trinidad” fue en realidad consecuencia de no haber podido encontrar la ruta para volver desde Filipinas hasta América, cosa que hallaría medio siglo después Andrés de Urdaneta (la corriente de Kuro-Shivo) y, curiosamente, como dijimos, muy cerca de la latitud hasta la que había subido la “Trinidad” en el océano Pacífico.

Sin embargo, el balance de la circunnavegación de Elcano fue casi nulo desde el punto de vista económico y político, quedando más bien demostrado con ella que el camino hacia las ricas tierras de la seda, el marfil y las especias no era el occidental, por cuanto era imposible establecer por él la adecuada contrapartida a la navegación indo-portuguesa del cabo de Buena Esperanza

Finalmente fijémonos en la loca ironía: Si la Nao “Trinidad” no hubiera tenido que ser reparada dado que nuestro vecino era el capitán de la expedición, o Gonzalo hubiese optado por afrontar él la vía occidental podríamos hoy sentirnos orgullosos de que un vecino de Espinosa de los Monteros hubiera sido el primero en circunvalar la tierra. Pero esto quizá valga para una novela ucrónica porque la realidad fue otra.


Bibliografía

BRITO, Antonio. Carta de ... al Rey de Portugal sobre algunos sucesos en la India y los del viaje de Magallanes. En Fernández de Navarrete, t. II.

McnBiografias.com

FERNÁNDEZ DE NAVARRETE, Martín. Obras de... Madrid, Atlas, 1964, t. II.

FERNÁNDEZ DE OVIEDO, Gonzalo. Historia General y natural de las Indias. Madrid, Atlas, 1959, 5 t.

MAFRA, Gines de. Libro que trata del descubrimiento del estrecho de Magallanes. Publicado por Antonio Blázquez y Delgado Aguilera, bajo los auspicios de la Real Sociedad Geográfica, Madrid, 1920.





[1] Elcano, Juan Sebastián (1476-1526). Marino español nacido en Guetaria en 1476 y muerto en la nao Victoria en 1526, que capitaneaba camino a las Islas Molucas. Era hijo de Domingo Sebastián del Cano y Catalina del Puerto, por lo que frecuentemente se le cita en la documentación como “Del Cano”. Sus padres fueron unos pescadores acomodados con casa y embarcación. Sebastián fue pescador desde su adolescencia y llegó a tener una nave de 200 toneles, con la que sirvió en la flota marítima que auxilió al Gran Capitán en las campañas de Italia, así como en las operaciones realizadas por el Cardenal Cisneros contra las plazas de Orán, Bujía y Trípoli. No recibió ninguna compensación a cambio y se vio obligado a hipotecar su embarcación a unos mercaderes vasallos del Duque de Saboya. Como no pudo devolverles el préstamo no tuvo más opción que venderles el buque, cosa que estaba prohibida (vender embarcaciones armadas a extranjeros en tiempos de guerra). El Cano se vio perseguido por la Justicia y abandonó su tierra natal, donde dejó su hijo Domingo del Cano, que había tenido en María Hernández Dernialde. Se refugió en Sevilla y en 1518 se enroló en la expedición organizada por Magallanes para descubrir las islas de la Especiería o Molucas. Al conocer su experiencia de hombre de mar se le dio un cargo importante, como fue el de Maestre de la nao “Concepción”, equivalente al de segundo de abordo. Su capitán era Gaspar de Quesada, y el piloto era el portugués Juan López de Carvalho. Jugó un papel notable en el motín contra Magallanes, surgido precisamente en su nave, la “Concepción”. De ella partieron Gaspar de Quesada y Juan de Cartagena  con 30 hombres para ir a la “San Antonio” a pedir a su capitán y tripulantes que se unieran a la rebelión. Elcano debía ser uno de los 30 hombres, pues los amotinados le encargaron de custodiar la “San Antonio” con su artillería.
Vino luego la reacción de Magallanes, que recobró el control de la flota, y el famoso juicio en el que sentenció a morir a más de 40 hombres, si bien los perdonó “generosamente” para no quedarse sin tripulantes. Llegamos al asunto de Filipinas el 27 de abril de 1521. Se nombró entonces un mando bicéfalo con Juan Rodríguez Serrano y Duarte de Barbosa. De esta forma los portugueses se quedaron en la práctica con el control de la flota castellana. Nuevos problemas determinaron que Juan López de Carvalho fuera nombrado general de la Armada al mando de la “Trinidad”, mientras que Gonzalo Gómez de Espinosa capitaneaba la “Victoria” y Sebastián Elcano la “Concepción”. Al regresar a Mindanao, López de Carvalho fue destituido, y en Bohol decidieron quemar la “Concepción”, que hacía mucha agua. Quedaron así solo dos naves; la “Trinidad”, mandada por Gómez de Espinosa, y la “Victoria”, capitaneada por Elcano. A su regreso el Emperador fue generoso en su recompensa. Cedió su quinto real o el 20% del valor de la mercancía traída para los marineros (incluidos los prisioneros de los portugueses) y nombró caballero a Sebastián Elcano, otorgándole un escudo que rememoraba su hazaña. Estaba dividido en dos cuarteles; en el superior tenía un castillo sobre campo rojo; en el inferior dos palos de canela, tres nueces moscadas en aspa y dos clavos de especie, representados sobre campo dorado. Como cimera un yelmo cerrado sobre un globo terráqueo con la leyenda “Primus circumdediste me”.

[2] Fernández de Oviedo y Valdés, Gonzalo (1478-1557). Historiador, naturalista y etnólogo de Indias nacido en Madrid en 1478 y muerto en Santo Domingo el 26 de junio 1557. Vivió en territorio americano durante la primera mitad del siglo XVI, donde conoció personalmente a los grandes personajes del descubrimiento y de la colonización. Escribió una de las Historias de Indias más importantes, y sus perspectivas de historiador fueron frecuentemente opuestas a las del padre Las Casas. En el otoño de 1532 volvió por cuarta vez a Indias, y concretamente a Santo Domingo, donde en 1533 fue nombrado alcaide de su fortaleza. No tardó mucho en regresar a España y publicar los diecinueve libros de la primera parte de su famosa obra Historia General de las Indias (Sevilla, 1535), que siguió ampliando posteriormente, el resto se quedó inédito, y fue publicada José Amador de los Ríos por comisión de la Academia de la Historia entre 1851 y 1855. Su tono despectivo hacia el indio y favorable a los españoles produjo la indignación del padre Las Casas que decidió escribir su Historia de las Indias, iniciada ya a raíz de la publicación del Sumario de Oviedo. Su obra fue gigantesca y en varios campos. Resaltó por ser el primer gran Cronista de Indias,
Nao Trinidad

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