Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


sábado, 29 de marzo de 2014

Hospital Laredo o la generosidad del viudo muerto.

“En Villarcayo, pintoresco pueblo de la provincia de Burgos, se ha erigido á expensas de la testamentaria de don Manuel Laredo y Polo, un hospital, que aunque modesto, satisface en absoluto (léase absolutamente) las necesidades de aquel vecindario. Los testamentarios, don Mariano y don Ignacio del Villar, han hecho entrega del edificio al alcalde (Quizá don Gervasio Gómez) y al cura párroco. El pueblo en masa, así los pobres, que directamente disfrutarán los beneficios de la piadosa fundación, como las clases acomodadas, han demostrado en dicho acto gran júbilo y entusiasmo, bendiciendo la memoria del finado por su hermoso rasgo de caridad cristiana.

Algunos vecinos, siguiendo el ejemplo del señor Laredo, se han ofrecido á contribuir con la oportunidad debida al engrandecimiento del hospital. En su simpática y benéfica misión acompañó á los señores del Villar el letrado director de la testamentaria, don Ricardo Díaz Merry, que formuló las bases con arreglo á las cuales se ha otorgado la escritura de fundación”. (“La Correspondencia de España 05/09/1892)

Dicha información apareció repetida en el “Diario Oficial de Avisos de Madrid” (06/09/1892) con lo que podríamos llegar a pensar que se pasó una especie de nota de prensa o ruego de publicación. Lo dudo porque este tipo de “calcos” era algo habitual en el siglo XIX. De hecho, también “La dinastía” del mismo día lo clava letra por letra.

Esquela en "La Correspondencia
de España" (06/02/1890)

El edificio arriba referido, el del Hospital Laredo, está situado al final de la calle San Roque y fue donado por D, Manuel Laredo Polo, viudo de Doña María Antonia de Sarachaga y Sarachaga. Nació en Daroca (Zaragoza) y al tiempo de morir en Madrid el 4 de febrero de 1889, a la edad de 85 años, era catedrático jubilado de la facultad de Derecho de Barcelona. 

Son años donde se lucha filantrópicamente contra el atraso. Lejos quedaban los tiempos en que los enfermos eran tratados en los templos, o en cruces de caminos. Desde Grecia existen los hospitales (¿Conocen el teatro de Epidauro?) que se integraron en el mundo eclesiástico y monacal con el cristianismo. 

Frente al curioso culto al pus de la primera mitad del siglo XIX que hacía la atmósfera tan pestilente que era necesario usar perfume surge hacia 1870 la visión higiénica y moderna, contemporánea. 

El cuidado de enfermedades trasmisibles estuvo promovido por la riqueza de los descubrimientos bacteriológicos que entonces tuvieron lugar. Por ejemplo, durante la década de 1880-1890, el bacilo de la tuberculosis fue descubierto. Tratamientos de necesario aislamiento. Y el hospital era el sitio lógico para observación de las enfermedades contagiosas. Por ello, al final del siglo compartían los hospitales pacientes quirúrgicos e infecciosos (escarlatina, difteria, tifoidea y viruela). Casi como lazaretos.

Empiezan a acudir a los hospitales, para cuidados, una pequeña proporción de pacientes obstétricas, pero las enfermedades degenerativas fueron prácticamente todas tratadas en el hogar por los médicos de familia, evitándose convertir los hospitales en asilos.

Imbuido de este ambiente don Manuel otorgó testamento (para algunos el 5 y para otros el 8 de octubre de 1877) en Madrid. Y en su cláusula 17ª, ordenaba que el producto de todos los bienes y fincas, tanto rústicas como urbanas, que poseía en Villarcayo, Horna, Cigüenza, Villacomparada, Quintanilla, Villavés, Andino, y Herrera de Valdivieso, se invirtiera por sus albaceas y herederos fiduciarios Don Mariano y Don Ignacio Villar y Llobet, en construir en Villarcayo un Hospital con 14 camas y en asegurar, con el resto del producto de dichos bienes, la mayor renta posible perpetua.

Más detalladamente, y especialmente para los lectores familiarizados con la comarca les diré que las fincas adjuntadas a la fundación era: Lancharón, Helechales, Erías Viejas, Puente Rey, Soto Grande, La Concha, Traslacerca y Casares. 

Pero no pensemos que los vecinos de Villarcayo fueron unos privilegiados, unos agraciados tocados por el dedo de la caridad del difunto, no. Cómo publicó “El Imparcial” del 16 de Enero de 1890 otros hospitales recogieron óbolos “postmortem”, bien es cierto que de mucha menor cuantía:

“La testamentaría de Don Manuel Laredo ha entregado al gobernador civil 200 pesetas con destino al hospital de Bellas Artes”.

Como a todos, incluido don Manuel, les parecía que un hospital con catorce camas podría parecer poco, se les concedió a los patronos la facultad de variarlas según las posibilidades de las renta. Lo que, por el lado malo, incluía su reducción.

Hospital Laredo de Villarcayo (principios del siglo XX)

En 1891 se colocó una placa (cuya localización actual desconozco) que decía: “Lápida a la memoria de los muy ilustres cónyuges D. Manuel Laredo Polo y Doña María Antonia Sarachaga y Sarachaga, fundadores de este hospital” (Julio de 1891).

¿Y cómo es que un aragonés poseía bienes en Las Merindades? Por su mujer. Él era el heredero universal de los bienes de su difunta esposa. Y ella poseía la relación arriba indicada.

Así el periódico “La Época” del lunes 5 de Septiembre de 1892 introducía una nota en su sección de Provincias: 

“Acaba de instituirse un hospital en Villarcayo (Burgos) a expensas de la testamentarla de D. Manuel Laredo y Polo. El Hospital llena con holgura las necesidades de aquel pueblo, que se encuentra muy reconocido al piadoso fundador.”

El pueblo “reconocido al piadoso Manuel” recibía un hospital que se sujetaría a las siguientes bases:

  • Nombra Patronos exclusivos de la fundación, a los Sres. Párroco y Alcalde de Villarcayo. 
  • Ordena que no entre en el Hospital ningún enfermo de Villarcayo, ni de Villacomparada, Cigüenza, Horna, Quintanilla y Villavés sin la aprobación de alguno de los patronos. 
  • Que no sirva el Hospital para dementes, enfermos crónicos e incurables, ni contagiosos, salvo epidemia y previa declaración de la misma. (Pensemos que en estos años los hospitales se llenan con pacientes sufriendo enfermedades muy contagiosas). 
  • Que el número de camas será el de catorce, pudiendo aumentar o disminuir, según las posibilidades de la fundación. 
  • Que los patronos nombren persona que cuide del edificio, señalándole 4 reales de vellón, obligándole a vivir dentro del Hospital. 
  • Que si sobrase renta en el año, se invierta en los pobres de la Villa y aldeas dichas. 
  • Que si no se respetase esta fundación por intromisión de las autoridades, fuera de la inspección, queriendo quitar la dirección inmediata a los Patronos, se venderá y su producto se distribuirá entre los labradores pobres de la Villa y lugares dichos. 

Se vendieron las fincas dejadas por el fundador y con su importe construyó el edificio el maestro cantero Don Antonio Antuñano, vecino de Salinas de Rosío, en la cantidad de 17.203 pesetas. Su planta original era un rectángulo de 34'80 metros de frente por 8'40 metros de fondo. 

Se componía de planta baja, piso principal y desván, con salas para médico, botiquín y guarda ropa y, a los costados, dos salas para enfermos: una para hombres y otra para mujeres. Detrás del edificio tenían una huerta de 109 metros de larga por 48 metros de ancha. No nos indican que existiesen quirófanos.

Pero resultó demasiado costoso y por ello, en 1901, al no poderse sufragar con los ingresos ordinarios unas reformas, se acudió a la caridad de los vecinos. ¡¡¡Se recogieron 449 pesetas!!! (2`70 €). Vale, es trampa. Tendríamos que actualizar la cantidad para comprender el esfuerzo de los vecinos de Villarcayo. Entregaron aportaciones que iban desde los 50 céntimos de peseta hasta las 20 pesetas. Para comparar, el jornal de un obrero de AHV de Baracaldo en 1901 era de 4´18 pesetas.

Aun así, en 1925 se firmó un “expediente para la transmisión de títulos de la deuda amortizable del 5% otorgado por Casilda Garmilla Olareaga a favor de la Fundación Manuel Laredo Polo”.

Hospital Laredo de Villarcayo (principios siglo XXI)


Esta fundación disfrutó de una vida eficiente y práctica mientras estuvieron al frente del lazareto las religiosas Hijas de la Cruz (1904-1927); pero al marcharse éstas, cayó en cierto grado de abandono. 

Durante la guerra civil de 1936-1939 fue hospital de sangre o de campaña (M.A.S.H.), puede que destinado a los heridos en combate necesitados de cirugía (en la mayoría de los casos amputar), y que quedaba plagado de moribundos esperando a que cavasen su fosa en el cementerio.

En 1939 las Carmelitas Misioneras Teresianas se ofrecieron para llevarlo pero las arcas municipales no permitían la labor. 

En 1981 el Hospital Laredo fue permutado por una propiedad del ayuntamiento de Villarcayo llamada “El Campillo”. 

Su imagen actual es fruto de la rehabilitación llevada a cabo por la Escuela Taller Santa Teresa con colaboración del sistema público de empleo, el Fondo Social y Económico y la Junta de Castilla y León en el año 2003. Está catalogado como Bien Protegido y de titularidad y utilidad pública.


Bibliografía.

Varios periódicos del siglo XIX.
“Villarcayo, capital de la comarca Merindades” de Manuel López Rojo.
Catálogo de bienes protegibles de Villarcayo (Arq. Leopoldo Arnaiz Eguren) 
“Beneficios, salarios y nivel de vida obrero en una gran empresa siderúrgica vasca, Altos Hornos de Vizcaya (1902-1927). Una primera aproximación.” Emiliano Fernández de Pinedo. 
“Historia y evolución de los hospitales en las diferentes culturas” Dr. Antonio L. Turnes
“Villarcayo y la Merindad de Castilla-Vieja. Boceto para su historia” y “Apuntes sobre la historia de Las Merindades antiguas de Castilla” de Julián García Sainz de Baranda. Académico correspondiente de la Real Academia de la historia correspondiente de la institución Fernán González y cronista de la ciudad de Medina de Pomar.

miércoles, 26 de marzo de 2014

No hay nada como ser cura.

Nos preguntábamos: ¿Y Cuándo lo ajusticiaron?

Nunca.

¿Está claro?

NUNCA.

Procedamos por partes, como diría Jack el Destripador (otro trabajador del mismo gremio). Vayamos ahora a leer en “El Liberal” sobre el juicio, que comenzó el 10 de abril de 1889. Como veremos muy rápido para los actuales “niveles” judiciales españoles. Aun así, se temía que, al ser el asesino un miembro del clero, se pudiesen producir retrasos “involuntarios”.

Se resaltaba el largo tiempo que pasó en la estación de Madrid un cajón con líquido hallado en el estómago de la víctima y remitido para el análisis al laboratorio químico de dicha ciudad.

Carabineros año 1900

Mauricio contó que su ama cayó “por la escalera, de resultas de la cual murió la joven, y concertado con su hermano Cándido, sacó el cadáver por la casa rectoral, cargado con él á cuestas. Lo colocó sobre un pollino y lo enterró en la finca de su hermana, de donde algunos días después lo sacó para sepultarle en la del alcalde, creyéndolo más seguro. (Lo normal: muere tu criada en un accidente domestico y para evitarte problemas haces desaparecer el cadáver, metes en el lío a tu hermano y demás familiares, finges un robo…)

Están procesados como encubridores la hermana y el hermano del cura, la mujer del hermano, María Martínez y Domingo Martínez y Francisca Ruiz, padres de ésta. (6 personas 6 metidos en el ajo junto a Mauricio, el sacerdote).



Ahora bien; mientras que la acusación particular califica el hecho de asesinato, el fiscal lo considera homicidio, «ya que por la ausencia de circunstancias constitutivas del hecho, no pueda determinarse otra calificación mis grave.»”

¿Asesinato? ¿Homicidio? ¡Si da igual! La chica resultó muerta.

Cierto, pero no era lo mismo. A grandes rasgos, sería asesinato si el acto criminal lo realizó con alevosía (a traición, con indefensión de la víctima), ensañamiento (haciendo sufrir a la víctima) o concurrencia de precio (un sicario, vamos). Y si no ocurre esto es homicidio, en cualquiera de sus denominaciones.

Presentemos el periódico de Las Merindades “Crónica de Las Merindades” respecto al juicio y sentencia del caso de Mauricio Alonso, cura de Zangández:

“Aproximadamente el 22 de abril de 1889 La Audiencia de Burgos dictó sentencia en la causa instruida contra el cura párroco de Zangández, M. Mauricio Alonso, por muerte de su ama ó sirviente Florentina Blanco.

El tribunal califica el hecho de homicidio, sin circunstancias apreciables, y condena al párroco en concepto de único autor, a quince años de reclusión y accesorias y 2.000 pesetas de indemnización a la madre de la interfecta, además de pagar la quinta parte de las costas de del proceso”.

INDULTO

“El señor M. Mauricio Alonso, cura de Zangández fue indultado el 5 de marzo de 1899, diez años después de ser cometer el crimen, se sabe que paso parte de su condena en Santoña pero nada se sabe de lo que hizo cuando salió de la cárcel”.

Esta publicación mensual del norte de Burgos remata su artículo con una referencia a la opinión que produjo este indulto a la prensa de la época:

"Escriben desde Burgos que ha sido puesto en libertad el cura de Zangández. Como recordarán mis lectores, fue condenado á presidio por asesinato (en realidad, condenado por Homicidio) de su ama, á la que enterró en la iglesia del pueblo, sacándola después para sepultarla en la finca de un hermano suyo, donde fue detenido por la guardia civil.

El pobrecito, celoso porque su ama iba á casarse con otro, no cometió más que estos delitos: asesinato con todas las circunstancias agravantes; profanación de la iglesia y resistencia y desacato a la autoridad.

Reconocemos que en pocas ocasiones se ha aplicado un indulto con más justicia (Podíamos pensar que el párrafo anterior era irónico pero leyendo este me temo que no); y nos permitimos recomendar á todo español que se sienta con vocación de asesino, que cante misa antes (Vuelve la ironía)."



Fin.

domingo, 23 de marzo de 2014

Mauricio Alonso: “¿Quieres apostar mil reales á que no te casas?”

El Motín (Madrid). 17-5-1888, n.º 20

EL CURA DE ZANGÁNDEZ (MÁS DETALLES):

Respetando el secreto del sumario y consignando anticipadamente que nuestros informes son recogidos de las versiones que circulan públicamente en el lugar del suceso y pueblos circunvecinos, ampliaremos con algunos detalles las noticias que ya tienen nuestros lectores acerca de ese asesinato horrible, tanto por la calidad del presunto criminal, como por la inocencia de la víctima y las circunstancias que mediaron antes y después de cometerse.

El último día que se vio viva á la infeliz muchacha, deseando dejar á su señor toda la ropa limpia antes de irse á contraer matrimonio, estuvo lavando ayudada por dos vecinas del pueblo. Por la noche volvieron las tres á cenar á casa del cura, el cual estaba profundamente preocupado, dando paseos por la, habitación y repitiendo con frecuencia el adagio: “Quien bien tiene y mal escoge, por mal que le venga no se enoje”

Después se acercó á su ama y añadió: “¿Quieres apostar mil reales á que no te casas?” A lo que ella respondió: “Si el Señor (Dios, no su amo el Cura) no me quita la vida, me casaré como Dios manda”. Concluida la cena marcháronse las ayudantas, y quedaron solos Florentina y su amo.

El hermano del cura de Zangández vivía casado en Puentebureba, y desde hacía mucho tiempo, hasta la desaparición de la joven, no se trataba con el presbítero. ¡Cuál no sería la sorpresa de los vecinos al verlos otra vez juntos amistosamente al segundo día que siguió á la noche de que hemos hecho mención, y que al siguiente ambos habían desaparecido de Zangández! ¿Qué comisión fueron á desempeñar? No se sabe, pero se supone fácilmente.



Días después pasó el cura solo á la ciudad de Frías, y de allí á Quintana Martín Galíndez, donde se dice celebró una larga conferencia con un abogado, ignórase respecto á qué; mas fuera de ello lo que fuera, el asunto es que hasta el sexto día de haber desaparecido la criada con el dinero que le había robado no se acordó de notificar la supuesta fuga, por medio de su hermano, al Juzgado de Villarcayo.

Puesta en movimiento la Guardia civil para buscar al autor del supuesto robo, llegaron á Zangández dos parejas, una de Frías y otra del puesto de Oña, en ocasión que el Cura se hallaba en un grupo de varios vecinos. Al ver llegar á los guardias, disimuladamente se alejó como dando un paseo; y diz que un pastor lo vio irse apartando de Zangández, volviendo á menudo la cabeza, y que cuando supuso que nadie lo veía, echó á correr hacia Portillo de Busto, indudablemente con dirección á Puentebureba, donde se encontraba su hermano y donde después pareció el cadáver.

Todo esto debió saberlo por confidencia la Guardia civil (Ayer, como hoy hay filtraciones policiales), pues pidiendo al alcalde tres caballerías y dos muchachos del pueblo que los guiasen por el camino más corto á la estación de Calzada, se pusieron en marcha y llegaron allá sobre las once y media de la noche, hallando sentados junto á la carretera á los dos hermanos. Al ver el cura los tricornios, huyó á esconderse detrás de un árbol muy grueso, y le hubiera valido su estratagema á no haberle descubierto y denunciado uno de los chicos: los guardias lo prendieron y, en unión de su hermano, lo condujeron á Zangández.

La actividad de los guardias en instruir las primeras diligencias es digna de todo elogio; no así la del juez de Villarcayo, que reclamó las diligencias, y después de tomar algunas declaraciones, acabó por absolver á todos y ponerlos en libertad.

¡Qué diferencia entre éste y el diligentísimo juez de Briviesca! No le atañe directamente el asunto; el pueblo donde residía y de donde desapareció misteriosamente la joven no pertenece á su jurisdicción, pero sí el nativo del cura y del ama; los clamores de aquellas gentes, que tanto conocían á la infamemente supuesta ladrona, los llantos de una madre que considera á su hija incapaz del delito que se le imputa, y, finalmente, la opinión pública, más excitada en Briviesca que en el mismo Zangández, le impulsan á tomar el asunto por su cuenta. (No se si lo dicen con tono irónico, pero un juez no elige sus casos y el código penal indica las jurisdicciones: el partido judicial. Nunca el interés del caso)

E inquiere, indaga acá y acullá, aprovecha el menor detalle, fatígase en molestos viajes y reconocimientos, escudriña palmo á palmo todos los sitios donde sospecha que pueda hallarse el cadáver, sondea el fondo de las lagunas en medio de una lluvia torrencial, exhuma en el cementerio de Puentebureba cadáveres en descomposición para ver si entre ellos está el de la infeliz Florentina, y con esta inquebrantable constancia logra ver coronados sus esfuerzos con el triste hallazgo.


Torre del Corregimiento 1890

Esa actividad, ese celo bien merecen una recompensa que á la vez sirva de estímulo á los demás funcionarios del orden judicial; recompensa que debiera hacerse extensiva á los guardias civiles y á cuantos le han secundado en sus penosas tareas, pues á todos ellos se debe que ese crimen no haya quedado impune, como lo venía estando después de un mes de cometido, y que un asesino no haya burlado la acción de la justicia.

Antes de soltar la pluma para finalizar estas líneas, ocurréseme una reflexión. Si yo fuese católico (Bombazo: en 1888 TODOS los españoles eran Católicos), al considerar que ese cura ha continuado diciendo misa mucho tiempo después de perpetrado el delito, experimentaría temores horribles pensando en que cada misa de las celebradas después del asesinato ha sido un sacrilegio espantoso. Porque no supongo que bajaría Dios á las manos teñidas en la sangre de un semejante.

El Liberal (Madrid. 1879). 13-4-1889

Este diario matutino comienza a publicarse el sábado 31 de mayo de 1879 y dejará de hacerlo el 28 de marzo de 1939 al inicio del franquismo. Estaba claro que no iba a sobrevivir al ser liberal y republicano. Fue el prototipo de los grandes periódicos populares y el más leído entre los obreros.

Nace de una escisión en el periódico “El imparcial” (1867-1933) al aceptar este la monarquía alfonsina. “El liberal” nació como un diario independiente y democrático al amparo de la nueva ley de prensa del siete de enero de 1879 a través de la cual empieza a “levantar cabeza” la prensa republicana.

Su pronto éxito será debido a un exquisito equilibrio entre información y opinión y al tono literario de sus editoriales, infrecuente en la prensa de la época, junto al carácter popular de algunas de sus informaciones, que rozarán cierto sensacionalismo.

Será un periódico de gran formato, compuesto a cuatro columnas al principio y que después irá aumentando en número, insertando en su primera página los editoriales y artículos de fondo, y con secciones para las crónicas parlamentarias, las noticias de provincias, los telegramas del extranjero de la agencia Fabra, disposiciones oficiales, las crónicas locales, las cotizaciones de bolsa, la de espectáculos, cultos, libros y notas meteorológicas.

Será el periódico que introduzca los anuncios por palabras, insertará necrológicas sin el símbolo de la cruz, adoptando el diario a la vez un anticlericalismo crítico, y prolongará el folletón típico francés. A partir del nueve de julio de 1889 aparecerá junto a su cabecera la leyenda de ser “el periódico de mayor circulación de España”.

Según las estadísticas oficiales, durante la segunda década del siglo veinte alcanzará los 120.000 ejemplares diarios, una de las más altas tiradas de la prensa de la época, de los que prácticamente la mitad serán suscripciones, considerándose más un periódico de difusión madrileña, firme defensor de la libertad de expresión, que leen las capas populares de la pequeña burguesía y las clases trabajadoras, lo que origina una rivalidad de la prensa estrictamente obrera contra el.

El liberal pertenecerá al grupo destacado de la prensa española que contribuirá al advenimiento de la II República. Tras entrar las tropas franquistas en Madrid y ser incautado, de sus talleres empezó a salir el diario Madrid. Los herederos de los Busquets iniciaron en la década de los cincuenta un proceso, que aún en 2011 continúa, para que el Estado les indemnice por los bienes incautados de la Sociedad Editora Universal.

Pero vamos a lo que nos interesa sobre el cura y su ama según “El Liberal” del 13-4-1889:

Ha empezado en la Audiencia de Burgos la vista del interesante proceso instruido contra el párroco de Zangández, D. Mauricio Alonso, por muerte de su ama ó sirvienta Florentina Blanco, joven huérfana de padre, cuya madre residía en un pueblillo próximo. Este crimen, cometido hace un año, consternó profundamente á los vecinos de aquel pequeño y olvidado pueblo del partido de Villarcayo, dio mucho que hablar en todas partes, y aún tememos que ha de suscitar recelos ó susceptibilidades, como ocurre siempre que se examina la marcha de la justicia histórica.

Audiencia Provincial de Burgos


Después de haber estado aquella joven más de dos años en casa del sacerdote, se aproximaba el día de su boda…  No se sabe qué clase de interés tendría el sacerdote en que la muchacha no contrajera matrimonio. Esta desapareció de la casa rectoral. El cura dijo que con su desaparición coincidía la falta de algún dinero; pero la opinión pública tuvo la intuición de algo misterioso. Primero se murmuró en voz baja, y después se dijo abiertamente que Florentina había sido asesinada por Don Mauricio.

El 11 de Abril del año último fue cuando la madre de la joven denunció al juez municipal de Valderrama la ausencia de ésta. El 14 se trasladó a Zangández el juzgado de Villarcayo, dictando auto de prisión contra el cura; pero éste, contra las órdenes del juez municipal, intentó escaparse la víspera por la noche, siendo alcanzado por la guardia civil en la estación de le Calzada cuando iba a tomar el tren en compañía de un hermano suyo.

Del sumario resulta que en la casa del cura y en la iglesia había manchas de sangre. El 2 de Mayo se comunicó al juzgado que la guardia civil había descubierto cabello, al parecer de mujer, en una tierra propiedad de Inés Alonso, hermana del procesado. Más tarde se halló enterrado en una finca del alcalde D. Gregorio Alonso, el cadáver de Florentina con una herida en el cráneo, mortal de necesidad, causada con instrumento contundente, punzante y cortante, que le había hundido y fracturado el temporal derecho. No había ninguna otra lesión, y se infiere que pudo estar dormida cuando recibió aquel golpe mortal. Don Mauricio compuso la novela de una caída por la escalera, de resultas de la cual murió la joven, y concertado con su hermano Cándido, sacó el cadáver de la casa rectoral, cargó con él á cuestas, lo colocó sobre un pollino y lo enterró en la finca de su hermana, de donde algunos días después la sacó para sepultarle en la del alcalde, creyéndolo así más seguro.

Están procesados como encubridores la hermana y el hermano del cura, la mujer del hermano, María Martínez y Domingo Martínez y Francisca Ruiz, padres de ésta.

Ahora bien; mientras que la acusación privada califica el hecho de Asesinato, el fiscal lo califica de homicidio, ya que por la ausencia de circunstancias constitutivas del hecho, no pueda determinarse otra calificación más grave.

¿Y Cuándo lo ajusticiaron?

Bibliografía (aparte de los periódicos)

Retratos de Villarcayo. Ayuntamiento de Villarcayo

lunes, 17 de marzo de 2014

El Cura de Zangández creyó al refranero cuando dice “Ama de cura, puta segura”

La pasada entrada presentamos el crimen de Zangández, una crónica plagada de celos, lealtades familiares, mentiras y sotanas. Vimos una versión de “El Motín” (1881-1926) que era un semanario satírico, republicano y anticlerical, muy anticlerical. Tal “anticuras” que solía pasarse de frenada…

Caricatura anticlerical durante la tercera carlistada

En las páginas de la edición del 10 de Mayo de 1888 (El Motín nº 19) enlaza una carta al director de “El Norte” de Bilbao para atizar al clero y a los Carlistas de “La Fidelidad Castellana”: 

“Dimos cuenta del asesinato cometido por este cura en la persona de su criada, y de su prisión al huir á Francia. A los pocos días rectificaron varios periódicos la noticia, diciendo que la criada vivía y que se había escapado de casa del cura con unas pesetas. Y aun cuando nos extrañó que el cura hubiera intentado huir por el delito de su criada, rectificamos también, para que nadie dude nunca de nuestra buena fe é imparcialidad.

Que obramos con extremada ligereza, á pesar de nuestra larga práctica en juzgar faltas, delitos y crímenes clericales, lo prueba la siguiente carta publicada en El Norte de Bilbao, primer periódico que habló del asesinato:

Briviesca, 4 de Mayo de 1888.
Sr. Director de El Norte,

Muy señor mío: Me han dicho esta mañana que el periódico La Fidelidad Castellana, de Burgos, ha escrito un artículo, suelto, ó lo que sea—porque, repito, no lo he visto — desmintiendo á su periódico y otros porque noticiaron la muerte violenta del ama del cura de Zangández.

Si su periódico dijo, según me informan, que dicha ama había aparecido muerta debajo de un arcón de cera en la sacristía de la iglesia de aquel pueblo, no estuvo en lo exacto; mas si dijo que la joven Florentina, el ama del cura, ha sido muerta violentamente, estuvo en lo cierto. Este suceso tiene consternada á toda esta comarca.

Lo sucedido en resumen ha sido lo siguiente: Dicha joven, muy agraciada, de 24 años, se hallaba al servicio del cura de Zangández, pueblo limítrofe á este partido, y que pertenece al de Villarcayo. El cura y ella vivían solos en la casa. Esta joven estaba para casarse con uno de Quintanillabón, pueblo de este partido, limítrofe con el otro de Zangández, y de cuyo pueblo de Qaintanillabón era la joven Florentina y su madre, viuda.


Iglesia de Zangández

En Quintanillabón se habían leído ya tres proclamas, mas no así en la otra parroquia de Zangández, donde se hallaba la repetida joven, en la cual el cura no lo hizo. El mismo novio ha dicho al que estas líneas escribe que el cura de Zangández había dicho á otros que no se casaría. Con tales precedentes y otros que omito por no ser largo y no haberlos comprobado, en la noche del 4 al 5 de Abril último, la joven Florentina desapareció. Sobre las ocho de la noche del 4, creo, la vieron alguna ó algunas personas; pero después, viva, ya no se la ha vuelto á ver.

A los pocos días un hermano del cura, labrador y vecino de Fuentebureba (de este partido judicial), vino á dar parte á la Guardia civil de esta villa que la Florentina (sic) se había marchado de casa de su hermano llevándole 3.000 ó 4.000 reales. Es de notar que el pueblo de Zangández pertenece, como queda dicho, al partido de Villarcayo, y que sin embargo de esto, el parte se dio á la guardia de este puesto.

La madre de la joven, á todo esto, no sabía nada. A los seis ú ocho días tuvo noticia casual de que su hija no estaba en casa del cura, y entonces, con el novio, se trasladó desde Quintanillabón á Zangández, donde estuvo con el cura y le preguntó por su hija, contestándole en mala forma — según me dijo el novio — que su hija se había marchado, que él no sabía de ella.

Desde luego el vecindario de Zangández apreció en dicho suceso una cosa muy grave, porque el domingo siguiente á la desaparición no asistió á la misa del cura ni un alma. Así permaneció este suceso, dando lugar á que se hicieran sobre él mil conjeturas. El Juzgado de Villarcayo se constituyó, según me han dicho, en Zangández é instruyó diligencias, pero sin resultado; me han dicho que por la iglesia, no sé si dentro ó fuera, había gotas de sangre raspadas, pero por lo visto se da á este accidente explicación más ó menos admisible.

Entre tanto, pasaban días y se habían hecho correr rumores de que la joven había partido para Buenos Aires á reunirse con otro novio de quien se decía que estaba realmente apasionada. Este Juzgado de Briviesca y la Guardia civil, con un celo que al uno y á la otra les honra, no han perdido la pista de este asunto, á pesar de que los rumores eran bastante insistentes para desviar y desorientar las indagaciones.



El resultado ha sido que, por virtud de reconocimientos practicados, aparte de las ropas que el cura entregó á la madre de la Florentina, la Guardia civil encontró otras en la casa del suegro del hermano del cura. Este hallazgo motivó el que el día 2 del actual, miércoles, detuviera el juez de Briviesca en un parador de la villa al cura que estaba comiendo, y que con él — el cura — se trasladase el Juzgado á Fuentebureba, el pueblo del hermano.

Allí estuvieron trabajando y reconociendo toda la tarde, habiendo hallado en una tierra del hermano del cura, debajo de un muladar, indicios ó pruebas de haber habido allí cavada y rellenada una fosa ú hoyo en donde se encontró una gran mata de pelo de mujer.

En presencia de este hallazgo, el Juzgado continuó con mayores alientos sus exploraciones, y ya de noche, á unos 2.000 metros ó más de la primera fosa, en una tierra del alcalde, distante unos 200 pasos de la carretera general de Francia y enterrado en una fosa se halló el cadáver de la infeliz Florentina con la cabeza monstruosamente hinchada, un golpe en una de las sienes y varios trapos en la boca. El cura, que se hallaba presente, manifestó que no la reconocía. Se hallaba despojada do toda ropa, salvo una pequeña camiseta, con un anilló y unos pendientes negros de luto.

Todos los vecinos de Quintanillabón que la han visto y sus amigas la han reconocido en el acto, á pesar de los veintisiete días transcurridos. Ayer 3, á las ocho y media de la noche, atado con esposas, á pie, con la sotana y un gorro negro, ha entrado el cura entre guardias civiles de á caballo, y detrás el hermano, el suegro del hermano, un hijo de éste y la hermana del cura. — Un inmenso gentío se extendía desde la carretera general, á más de mil pasos del pueblo, hasta las puertas de la cárcel que está en la plaza. —El cura venía bastante sereno.

En el momento en que le escribo puedo además noticiarle que la camisa que tenía puesta la desgraciada Florentina es de hombre, tiene un botón atrás para el cuello, y aunque está muy negra y sucia, por haber estado dentro de tierra tantos días en contacto con el cadáver, se lee una marca que parece coincide con las iniciales del cura. (Me lo refiere, en presencia de otros, el que viene de verlo).

También es interesante añadirle que desde el pueblo de Zangández, donde estaba la muchacha con el cura, hasta el de Fuentebureba, donde pareció su cadáver, hay algo más de dos leguas y media, y un camino muy malo.

No se quedó atrás otra publicación republicana, anticlerical e, incluso podría decirse, atea bautizada “Las dominicales del libre pensamiento”, fundada por el medinés Ramón Chíes, y Fernando Lozano Montes (Demófilo) que comenzó a publicarse en Madrid el 4 de febrero de 1883 como semanario dominical.

Abogaba por el libre examen, el liberalismo, la cuestión ultramarina, el feminismo, el divorcio, el cuestionamiento de la pena de muerte, el naturalismo y el estudio de las humanidades y la historia de las religiones. Opuesto a los dogmas católicos, con una fuerte carga anticlerical, por lo que encontró una contestación radical desde las instituciones oficiales y los órganos de prensa de las autoridades eclesiásticas españolas. Muestra sus simpatías con la masonería, el espiritismo y la teosofía. También con la Institución Libre de Enseñanza, la Asociación por la Enseñanza de la Mujer, la Sociedad Protectora de los Niños y anima, entre otras expresiones culturales, el resurgimiento de la cultura sefardí en España. (¡ahí es nada!)

La publicación obtuvo un gran prestigio y difusión, y sus noticias y sueltos fueron redactados por numerosos corresponsales en las provincias españolas y en el extranjero, de tal forma que, en 1902 se convirtió en órgano de la Federación Internacional de Libre Pensamiento en España, Portugal y América Iberia.


Sufrió denuncias y ataques, aguantando hasta el verano de 1900, año XVIII, desde entonces renqueó, murió y renació como otro periódico legalmente distinto pero continuador del anterior. Solo lo impulsó Fernando Lozano (Chíes había fallecido) bajo el rótulo “Las Dominicales. Semanario librepensador”.

Tras explicar lo que era esta publicación nos vamos a su edición del del 13 de Mayo de 1888 donde ataca con toda su “artillería”. A saber, golpea a lo curas, a los políticos por la adscripción de pueblos a los partidos judiciales e ironiza sobre las capacidades de los jueces y sus fuentes.

Nuestros abonados leerán sin duda con interés la siguiente relación que nos envían sobre el descubrimiento del horroroso crimen de Zangández. Hela aquí:

Los periódicos El País y El Liberal, publicados el 22 del próximo pasado, y posteriormente El Motín, publicaron cada uno un suelto, tomado de su colega El Norte, de Bilbao, relativo á este asunto. La relación detallada de todo lo actuado desde que se tuvo conocimiento de la desaparición de la criada del referido cura es la siguiente:

El pueblo de Zangández pertenece al juzgado de Villarcayo, y alguien debió denunciarle el hecho con alguna circunstancia, y en su virtud el juez se presentó en Zangández con su actuario, alguacil y algunos guardias, practicó varias diligencias y mandó que el referido cura compareciese.

Este se había ausentado horas antes de llegar el juzgado y se fue á su pueblo natal, que es Fuentebureba, próximo á la estación de Calzada, en la que estaba el referido cura y dos hermanos esperando la llegada de un tren. Allí se presentaron dos guardias y los arrestaron para ser conducidos a Zangández á presencia del juez. Presentados á él les tomó declaración y no debió encontrar motivos bastantes para detenerlos, cuando los dejó en libertad, aunque se dijo que había impuesto 50 pesetas de multa al hermano del cura.

Así las cosas, se observaba que el cura y su hermano andaban sin fijeza de un punto á otro; unas veces á Burgos, otras á Villarcayo; de manera que crecían las sospechas sobre la participación que se les suponía en la desaparición de la criada.

El pueblo de Zangández, si bien pertenece al juzgado de Villarcayo, por una mala distribución, está enclavado en el perímetro del juzgado de Briviesca; tanto, que para entrar el juez de Villarcayo en Zangández, tiene que pisar en la jurisdicción del de Briviesca. Esta circunstancia, y la de ser el referido cura natural de Fuentebureba, que es del juzgado de Briviesca, el juez de este partido no podía oír con indiferencia cuanto se decía con alguna reserva, y en su vista, con una actividad imponderable, sin límites, propia de su carácter, cumplido en los actos de su deber, que se demuestran á la primera vez que se le conoce, principió á formar diligencias en averiguación del hecho referido por los periódicos citados. Al efecto abrió su correspondiente sumario, tomó declaraciones y cuantas noticias pudo, y llegó á adquirir noticias algún tanto ciertas, que con la referida criada se había cometido un crimen, y que su cuerpo había sido trasladado desde Zangández a La Bureba, ocultándole.

Con objeto de encontrarle, el juez con su personal hizo diferentes salidas á varios pueblos, tomando declararaciones y noticias, practicando reconocimiento en varios ríos, pantanos y lagunas, tirando ganchos con sogas con objeto de ver si la habían arrojado á alguno de los sitios referidos; y á pesar de lo bien que dirigía las operaciones, no se averiguaba nada. Sin embargo, el juzgado de Briviesca no abandonaba sus gestiones.

Es ya sabido que casos de esta naturaleza se llegan a descubrir, unas veces por la casualidad, otras por las contradicciones de unas personas con otras, y otras por dichos sin motivos ni intención de inocentes criaturas. A uno de estos últimos se debe el que el juzgado haya encontrado el cadáver de la infortunada criada.

El día 29 del pasado se reconoció la casa del hermano del cura, que vive en el pueblo de Quintanilla de Bon, limítrofe de Briviesca, y el de naturaleza de la criada, y residencia del sujeto que estaba para casarse con ella, y, se encontraron varias prendas de vestir de la infortunada. El día 1º del actual, una persona preguntó á una niña, hija del referido hermano, y la niña contestó muy lacónica y muy expresivamente.

Todo, al día siguiente á las once de la mañana, lo supo el juzgado, y á la hora estaba, caminando para Fuentebureba, y allí averiguó, también por una criatura, que á la criada la había traído su padre en un costal metida.

Estas noticias, aunque infantiles, eran bastante para juzgar que la infortunada estaba oculta en la jurisdicción de Fuentebureba. El juez debió tratar la cuestión en reserva con personas competentes, y resolvió reconocer una heredad de un interesado del cura, en la que vieron que en cierto punto se habla movido la tierra en forma de una sepultura y, reconocida, vieron un poco de pelo largo; esto hizo creer que dos ó tres días anteriores la habían sacado de aquel sitio y trasladado a otro, cosa difícil de averiguar adonde la llevasen y el juez resolvió recorrer el terreno, él por un punto y el fiscal por otro.


Al verificarlo, el fiscal observó una huella de pisadas fuertes, la que siguió hasta una viña ó majuelo recién cavada, en la que se marcaban perfectamente los pies, y que uno de los pulgares de las cepas estaban roto», cosa muy frecuente cuando por dichas plantas se pasa de noche. Fueron siguiendo las pisadas hasta llegar á una heredad que el sábado 29 habla sido sembrada de vicas, que es un forraje para los ganados, que le comen ya en verde ó en seco. De esta heredad no siguió la huella ó pisadas, y se concretaron á ver si después de sembrada se había movido algo de ella.

Al momento vieron que en un sitio se había verificado, pues se conoció porque se habían borrado las huellas que deja el arado en forma de surcos. Enterados de que la heredad era del alcalde, le hicieron comparecer, y puesto en el sitio movido, dijo que aquello se habla verificado después que la sembró, que fue el referido día 29.

Al momento se dio conocimiento al juez, que estaba recorriendo otro punto no muy distante, y llegado, se principió á profundizar el terreno, en el que, á una hondura de metro y medio, encontraron un cadáver, que sacaron y trasladaron con un sumo cuidado a! pueblo. Puesto de manifiesto el cadáver al cura y hermanos y otros, preguntándoles si conocían de quién era, contestaron que no la conocían.

En el acto mandó el juez compareciesen varias personas, unas de Zangández, otras de Quintanilla de Bon, y todas declamaron que aquel cadáver era el de Florentina N., criada del cura. En su vista, el juez declaró la prisión del cura, sus hermanos y otros dos criados o dependientes de estos, los que fueron conducidos á la cárcel de partido por cuatro números de la Guardia civil, ingresando ayer, 3 de Mayo, á las siete y media de la larde.

Hoy, 4, el juez se encuentra trabajando. Se espera que, mediante su inteligencia, actividad y especiales dotes, el hecho se esclarecerá. De lo que resulte, y consienta decir el secreto del sumario, daré á usted cuenta.

Con lo cual la prensa ya tenía claro que le cura había matado a su criada.

Continuamos en la próxima entrada.

miércoles, 12 de marzo de 2014

Pudo encontrarse el cadáver... ¡Enterrado en la sacristía!

Durante unos cuantos días nos enfrentaremos a dos cuestiones: Un crimen y una prensa salvaje.

Hoy les presento el periódico “El Motín”, que se publicó entre el 10 de Abril de 1881 y 26 de Diciembre de 1925 (Irregularmente), y que se definía como periódico satírico semanal. Como ven toda una declaración de intenciones. El alma Mater de esta aventura fue José Nakens, acompañado por Juan Vallejo.

Primer "El Motín"

Fue una muestra excepcional del periodismo de entre siglos (XIX al XX) que bien como periódico o como revista de tirada semanal, en color, duró 45 años. Una pieza destacable en esta publicación eran los dibujos y caricaturas de Eduardo Sojo, alias “Demócrito”.

No solo era satírico sino también republicano y anticlerical. Lo pudo ser porque se fundó a las pocas semanas de la llegada al gobierno de los liberales de Sagasta tras seis años del conservador Cánovas del Castillo. Nada se salvaba de ser criticado: los conservadores, los funcionarios, las ridiculeces de la clase media… A su vez abogaba por la unidad del partido republicano y la lucha contra el poder del clero.

Llevaban a gala esta lucha contra los ministros de la religión a través de su sección “Manojo de flores místicas". Argumentaban que si “Jesucristo arrojó a latigazos a los mercaderes del templo; nosotros, pecadores humildes, trataremos de imitarse, fustigando semanalmente a los que se olvidan de su ley” Resultó tan impactante que se hicieron ediciones en libros (el primero titulado “Espejo moral de clérigos. Para que los malos se espanten y los buenos perseveren” y dio fama a “El Motín”.




Su anticlericalismo (era la publicación líder en eso) se caracterizaba por su zafiedad pero, en realidad, era más un semanario de crítica política y del sistema de “turnos” que abogaba por defender la unidad de los republicanos y la insurrección.

¡Y todo dentro de sus iniciales cuatro páginas! Pero bien aprovechadas: Incluían un comentario de actualidad, un poema, algunas noticias breves y un grabado caricaturesco sobre la actualidad.

A mediados de la década de 1890 “El Motín” tenía graves problemas económicos causados por las cuantiosas multas impuestas por delitos de imprenta, la pérdida de apoyos y la caída de sus ventas. Su anticlericalismo virulento (tanto o más que el de “Los dominicales del Libre Pensamiento” del que ya hablaremos) perjudicaba a la causa de la República. Eran criticados por sus burlas soeces y su insistencia en los relatos de amores ilícitos entre “clérigos lujuriosos y amas rollizas".

De hecho, diversos obispos llegaron a dictar más de 47 excomuniones contra sus redactores que respondieron excomulgando a los obispos en nombre de “Fray Motín, obispo de la religión del Trabajo en la diócesis del Sentido Común".

Y llegamos al meollo de la entrada, cuando “El Motín” se fija en el asesinato de Zangández. Es en la edición del 26 de Abril de 1888 y dice que…

…“De poco tiempo acá han asesinado los curas: el de Orega á un joven jornalero por la espalda; el de Donadillo al maestro de escuela; el de Membrilla, si otra cosa no resulta del proceso que se le ha formado, á una niña (probablemente hija suya), que apareció enterrada en el corral de su casa; y por si esto era poco, acaba de ser sometido al fallo de los tribunales otro párroco, el de Zangández (provincia de Burgos), á quien todos los indicios y la opinión pública acusan como autor de un horrible asesinato.

He aquí los detalles que ha dado la Prensa de tan salvaje crimen, no atreviéndose á más por hallarse la causa en sumario. El citado presbítero vivía en compañía de una criada joven y próxima á casarse con un viudo de la localidad, matrimonio á que tenazmente se oponía el cura.


"El Motín" 26/04/1888


Un día estuvo un vecino de Zangández en el inmediato pueblo de Ameyugo, donde habita una tía de la moza; y al preguntarle por su sobrina, le contestó que no se la veía por el pueblo. Púsose la tía inmediatamente en camino, llegó á Zangández y corrió á la casa del párroco á preguntar por su sobrina; resultando que ni la muchacha estaba allí, ni el cura acertó á dar explicaciones satisfactorias.

Alarmada la buena mujer, empezó á investigar, acudió á las autoridades, y después de mil pesquisas pudo encontrarse el cadáver... ¡enterrado en la sacristía! El cura á todo esto había desaparecido del pueblo, indicio vehemente de criminalidad; pero al día siguiente del descubrimiento del cadáver fué detenido por la Guardia Civil de servicio en la estación de Calzada cuándo se disponía á tomar el tren en dirección á Francia.

Suponiendo que los indicios lleguen á ser pruebas, ¡qué horror!; mejor dicho: ¡qué serie de horrores! ¡Un ministro del Señor sospechoso de asesinato, y de asesinato con circunstancias agravantes! ¡Un cadáver enterrado en la sacristía de donde ese cura salía diariamente revestido para celebrar misa! ¡Y Cristo bajando á las manos manchadas de sangre de un criminal así! Al saber esto, el hombre de más fe debe vacilar.

Ese cura habrá dicho infinitas veces que debemos amar á nuestros semejantes, y asesina á una débil mujer; habrá declarado que cuanto se encierra dentro de los muros de la iglesia es sagrado, y elige ese lugar sagrado para cometer un crimen horroroso; habrá sostenido la presencia de Jesucristo en el santuario, y lo salpica de sangre; habrá ensalzado la castidad, y todo induce á creer que el móvil que le impulsó al crimen fueron los celos, el pensar que la que fué víctima primero de su lujuria y después de su venganza pasase á poder de otro hombre.

Hay todavía en esto algo más horrible, si resulta cierto: que la víctima se hallaba en estado interesante. ¡Esa criatura á quien ha privado de la existencia antes de hallarse en plena posesión de ella, acaso y sin acaso era sangre de su sangre! ¡Y pensar que si una circunstancia imprevista no lo descubre, ese cura hubiera continuado ejerciendo su ministerio y pasado por un santo, siendo digno de arrastrar un grillete; y decimos esto por ser enemigos de la pena de muerte.

Y que le hubieran sobrado alientos para permanecer al frente de su parroquia, sin el menor remordimiento de su delito, lo demuestra la tranquilidad con que continuó en el pueblo hasta que recayeron en él las primeras sospechas, y la serenidad con que intentó huir al extranjero para evadir la persecución de la justicia.

Ahora bien; ¿qué dicen á esto los inocentes, los hipócritas ó los malvados que condenan la campaña que “El Motín” sostiene incansable contra la inmoralidad del clero? ¿Cómo justifican estos crímenes? ¿Cómo disculpan estas monstruosidades? Porque no es ya un hecho aislado, en que una aberración ó un momento de extravío llevan al hombre más honrado al crimen, no; es que no pasa una semana sin que algún cura atente á la vida ó la honra de un ciudadano; es que el torrente de su corrupción se desborda más cada vez.

¿En qué clase de la sociedad ocurre esto? En ninguna. ¿Qué profesión se distingue por estás atrocidades? Ninguna. Cuatro asesinatos en dos ó tres meses, no hay más profesión que la clerical capaz de cometerlos. Y ¡ay de España si todas dieran ese contingente á la extinción de la especie humana! Pronto quedaría desierta.

Cada hecho de éstos viene á duplicar en nosotros la energía para seguir combatiendo al clericalismo y afirmarnos en la idea de que cumplimos una noble, moralizadora é indispensable misión. La lástima es que no se publique un “El Motín” en cada pueblo, para ver si de este modo dejaban los curas de ser lo que son por temor á que se dieran á luz sus faltas.

Tendremos al corriente á nuestros lectores de lo que vaya descubriéndose en este asunto y pueda decirse, pues no dudamos de que los jueces obrarán con actividad y rectitud. Sería inferirles grave ofensa el suponer que las influencias de la clase á que el presunto criminal pertenece pudieran variar el curso de la justicia. El que haya habido vergonzosas excepciones no da derecho á suponer que no existen en España magistrados íntegros, fieles depositarios de la ley y dispuestos á aplicársela estricta á todo delincuente, pertenezca á la clase que pertenezca y vista el traje que vista.”

¿Ya tienen la sangre hirviendo? Nos han asociado toda una serie de males, reales y ficticios, a la figura del Cura: Asesinos, amancebados, infanticidas, homosexuales, sacrílegos y cobardes. Pero si no les parece suficiente continuaremos la próxima entrada con el ajuste a la realidad.

Por cierto, ¿Cómo se llamaba el cura?

Bibliografía.

“El Motín”.
La Correspondencia de España 22/04/1888