Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


lunes, 28 de marzo de 2016

Reflejados en la toponimia (II)

Continuamos hoy con el tema de la pasada semana donde dejábamos constancia del influjo romano, íbero y árabe nuestras Merindades. Ahora tocan otros aspectos que le dejo descubrir.
 
Rosío
Asociados a la “vida económica” nos encontramos con topónimos como Panizares o zona de panizos, o Lastras de las Eras. Las cellas o ciellas, del latín cella, tienen un primer posible significado de “granero” y un segundo de celda o habitación de anacoreta, tal vez iniciación de un monasterio. Así, Cillaperlata pudo ser la “Cella per latum”, celda alejada, distante, escondida. Junto a este pueblo podemos citar: Tartales de Cilla. Y de “cella” parecen derivarse igualmente Cilleruelo.

Por toda la provincia de Burgos, además de en Las Merindades, son frecuentes los nombres que aluden a la tierra laborable o campo. Así, por un lado Campino y por otro las Bárcenas (de Pienza) o Bárcenas (de Campillo), Barcina (del Barco y de los Montes) y Barcenillas (del Cerezo y del Rivero), significan igualmente en su origen “la campiña cultivada”.

Cillaperlata

Más relacionados con el pastoreo están los numerosos topónimos en los que entra la palabra prado: Pradolamata, Quintana de los Prados y Pradilla de Hoz de Arreba. Muy semejante es la significación de “busto”, sinónimo de pradera o pastizal, que a veces queda reducido a “bus”, como en Busnela. El área de este topónimo se extiende por Galicia, Portugal, Asturias y parte septentrional de la antigua corona de Aragón. En Las Merindades tenemos: Bustillo de Villarcayo.

Los nombres como el de Cabañas de Virtus derivan de la voz latina tardía “capanna” que era un recinto destinado al ganado.

La industria y la minería, escasamente desarrolladas en los tiempos medievales, apenas si quedan reflejadas en la toponimia. Es la extracción del hierro y su forja en las fraguas la actividad de este tipo que más destaca entre los nombres de lugar de Las Merindades. Así tenemos un Herrería junto a Irús en Mena, Herrera del Redondo, Herrera de Valdivielso y Hierro en Losa.

Cueva de Manzanedo

Los molinos de trigo podrían haber generado La Presilla y Presillas quizás a causa del muro hecho a través de un río para la conducción de su agua a un molino. Por último, la sal obtenida de manantiales de agua salobre da lugar a Salinas de Rosío. En relación con la pesca tenemos Pesquera de Ebro.

En la Alta Edad Media el dinero era escaso y únicamente en las ferias y mercados puede verse que la economía no es totalmente cerrada. Algunas localidades conservan aún el nombre de Mercado o de Mercadillo. En el valle de Mena existe además una pequeña aldea con el nombre de Mercadillo.

El nombre de Villacomparada podría ser “villa comprada” originada por la adquisición de esta casa de labor por algún señor o municipio. Cantonad, en Mena, es una corrupción de “Campo donado” o entregado gratuitamente.

Villacomparada de Rueda

Otro de los proveedores de nombres en nuestra cultura es la religión. Y no solo la cristiana. Para José Pérez Carmona Losa provenía del nombre de una divinidad femenina y Obarenes, los montes, una posible derivación de Ubarna que era una diosa mencionada en una inscripción hallada en Miranda de Ebro. Claro que choca con la común explicación de que Losa deriva de las características de ese terreno.

Dentro del influjo de la religión tendríamos Valpuesta, enclavado en Valdegovía, que es el valle posita o composita (compostela), el valle de las cenizas, donde hay enterramientos de los primeros tiempos cristianos y una colegiata posterior en la que se escribía en castellano en el año 800.

Salazar

Oliver Asín hizo notar que la copiosa toponimia hagiográfica que ofrece la Castilla de las Merindades es muchísimo más cristiana que la de Burgos. En las Merindades se contabilizan hasta 99 advocaciones religiosas cristianas diferenciadas y 1.300 repeticiones de ellas. Y, es que, cuando llegó el cristianismo, sus predicadores aprendieron enseguida que la mejor manera de desplazar las creencias anteriores no era competir con ellas, sino ocuparlas.

Pero, evidentemente, son los nombres de Santos los más numerosos: en toda la provincia de Burgos hay 12 San Martín (de Losa, de Porres, del Rojo…). Santa Olalla y Santa Olaja (por santa Eulalia los dos), junto a Espinosa de los Monteros una y en Mena la otra. No olvidemos a San Miguel, San Pantaleón o San Pelayo que han dado nombre a pueblos de Las Merindades.

Cueva de Manzanedo

Pero además de estos hay otros, en los que la designación del santo ha sufrido cambios lingüísticos, con los que se hace más o menos difícil apreciar el hagiotopónimo (Nombre derivado la religión): Santecilla por Santa Cecilia; Santiuste por San Justo; Santocildes, quizá San Acisclo; Santotís por San Tirso; Santurde, San Jorge; San Zadornil, San Saturnino; Zangández, San Gaudencio; Dosante, dos Santos. La devoción de nuestros antepasados a la Santa Cruz se patentiza en Santa Cruz de Andino o Santa Cruz de Mena.

El relieve ha influido de manera señalada en el origen de gran número de topónimos. Es la palabra monte la que más se repite en este grupo de designaciones. Muchas veces se une al primer elemento de un nombre de lugar, a fin de que se le distinga de otros homónimos. Barcina de los Montes y Villanueva de los Montes, en la vertiente septentrional de la Mesa de Oña; Tartalés de los Montes, al sur de la Tesla o Quintanilla-Montecabezas, en Losa. Además de los diminutivos Montecillo y Montejo.

Peñalba de Manzanedo

El apelativo peña se encuentra con menor frecuencia. Lo vemos en Peñalba de Manzanedo (Peña Alba), Peña horada, sin olvidar Quintanilla-Sopeña, Colina de Losa –ya bajando a las colinas-… ¿Qué decir de los oteros? Queda este nombre en Oteo y Tardajos, antes Otero de Ajos. Destaca especialmente el apelativo “cuesta”, que forma Cuestaedo (Montija), Palazuelos de Cuesta-Urria y Valmayor de Cuesta-Urria. A la inclinación de terreno en forma de escalones hacen, sin duda, alusión los nombres de Escalada, Quintanilla-Escalada, Escaño y Escanduso (Escaño de Suso).

Los desfiladeros o pasos entre montañas han dejado igualmente huella. Su nombre más corriente es el de hoz –sin discutir la posible degeneración a partir de alfoz-, que vemos en Hoz de Arreba, Hoz de Mena y Hoz de Valdivielso, Pradilla de Hoz de Arreba, San Pedro de la Hoz, Quincoces (cinco hoces) y Bisjueces, antiguo Bisoces o dos hoces, que luego el pueblo convirtió en Bisjueces, haciéndolo derivar de los legendarios jueces castellanos. Y, aparte de desfiladeros, están los valles como Valdebezana.

Santa Cruz de Andino

Las cavidades en las rocas han dado, en ocasiones, nombres a algunos pueblos. Así tenemos Cueva en la Merindad de Sotoscueva y Las Cuevas (Mena).

También abundan los topónimos en cuya formación entra el nombre de una corriente fluvial. Nada es de extrañar, pues sabida es la importancia de las aguas para la fundación de los poblados. En primer lugar destacan los nombres de lugar que comienzan por la palabra “río”, bien unido a un adjetivo (Rioseco) o un sintagma: Río de la Sía, Río de Losa, Rio de Lunada, Río de Mena, Río de Trueba.

Tobera
A veces, quizás con topónimos más antiguos, el antiguo “rivus” ha dado “ru” en lugar de río: Rucandío (río cándido). En ocasiones ha derivado en “re” o “ri” como en Retortillo (río torcido) y Ribota de Ordunte (rivus altus). El Ebro también ha dado nombre a los poblados de sus orillas como Cidad, Pesquera y Miranda. El río Cadagua, del valle de Mena, tiene un pueblo homónimo.

La palabra arroyo también ha pasado a la toponimia, aunque no tanto como podría parecer visto la cantidad de estos que tenemos en Las Merindades. Tenemos Arroyo de San Zadornil y de Valdivielso.

La Aldea

Los pueblos colocados a orillas de los ríos forman a veces sus topónimos con la palabra riba, “rivera”, o “Revilla” (pequeña rivera). Así tenemos La Riba, El Ribero, Barcenilla del Ribero y Revilla de Pienza. Y Bóveda de la Rivera, en el valle de Losa. Por su situación entre dos ríos es frecuente en España el topónimo Entrambosríos (Sotoscueva) y Entrambasaguas (Mena).

Relacionados igualmente con este grupo están topónimos como Agüera, que tal vez aluda a las acequias para llevar el agua de lluvia a los campos, Ollas u Hoyas y San Martín de las Ollas, que -según Menéndez Pidal- pueden haberse originado por las concavidades formadas en los lechos de los ríos. La abundancia de sus fuentes debió dar origen al topónimo Nofuentes (¿nueve fuentes?)

Puente Arenas

Sobre este último lugar corre la leyenda de que, donde hoy está el monasterio de las monjas Clarisas Nuestra Señora de Rivas, una mujer de Villapanillo cavó y encontró enterradas nueve vírgenes que fueron repartidas, y dieron nombre, a iglesias de la zona como la de la Virgen de las Quintanillas.

Otra fuente de la toponimia es la situación geográfica de un lugar. A este respecto son varios aún los pueblos homónimos a los que distingue únicamente el complemento que indica su situación con respecto a su altitud. Así Escóbados de Arriba y Abajo, y Torres de Arriba (pueblo difunto) y de Abajo. Algunas de estas actuales denominaciones eran primitivamente de yuso y de suso, como Quincoces de Yuso y Quincoces de Suso (despoblado), Torres de Yuso y de Suso. Formas que se han amalgamado en Barriosuso y Barruso, Escanduso y Hornillayuso.

Otras veces se establece la situación de un topónimo con relación a otro objeto o pueblo. Es usual el prefijo “so”, derivado del “sub” latino Quintanilla-Socigüenza, Quintanilla-Sopeña o Sopeñano.

Escaño

Abundantes son las denominaciones provenientes de un suelo pedregoso. Hasta ocho son los pueblos burgaleses que llevan el nombre de Pedrosa y en Las Merindades está Pedrosa de Valdeporres. Si abundan las losas o piedras planas y poco gruesas, las localidades formadas en tales terrenos reciben a veces los nombres de Lastras (de las Eras, de Teza y Hornillalastra). Cuando el suelo es rico en piedra porosa denominada toba se originan los topónimos Tobera, Villanueva Tobera, Tobar, Tubilla, Tobiella, Tubilleja y Tobalina.

Entre los cultivos tenemos Linares debe su nombre al hecho de haber tenido campos dedicados al cultivo del lino; el manzano formó Manzanedo, Manzanedillo, Pomar y Medina de Pomar; los cerezos, Cerezo de Mena y Barcenilla de Cerezos; los nogales, Valdenoceda, Nocedo y tal vez Noceco; los Haedos, de fagetum (sitio de hayas) como Haedo de Linares; los Fresnos como Fresno de Losa; roble, Robredo de Losa; encinas, Incinillas, Quecedo (quercus es encina en latín) y Quisicedo. Otro tipo de encina es el árbol denominado Rebollo, que ha originado los nombres de El Rebollar.

Los terrenos con abundancia de espinos han dado Espinosa de los Monteros. Las árgomas formaron Argomedo; los brezos, Bercedo antiguo Brecedo; mata es toda planta de tallo bajo y ha formado el topónimo Pradolamata.

Frías

Sorprendentemente existen topónimos basados en nombres de animales. Un pueblo del valle de Manzanedo recibe el nombre de Perros y hubo un monasterio con el título de San Millán de los Perros. Butrera lo tendría por los buitres.

Y de los animales irracionales pasamos al teóricamente racional: el hombre y sus ciudades. Sobre este topónimo debemos detenernos algo. Resulta extraña la existencia de ocho casos en un territorio eminentemente rural. En el falsificado documento del año 800 se cita la civitate de “Area Patriani in territorio Castelle”. Estas ciudades se sitúan al pie de importantes elementos castrales o en el mismo castro, como sucede en el caso de Medina de Pomar. Medina es el nombre árabe que se utiliza para denominar la ciudad, medina que no debió ser la única en las Merindades y de ahí que fuese necesaria nombrarla con un “apellido” para distinguirlas de otras medinas en el mismo territorio. 

Medina de Pomar

Ninguna de las otras ciudades ha perdurado con su nombre árabe-si es que este fue el originario-, sino con la palabra latina equivalente; así tenemos Cidad de Ebro en el valle de Manzanedo y Cidad de Valdeporres, lugares que aún perduran. La toponimia nos ha dejado una Cidad junto a Cillaperlata, otra junto a Soncillo, y dos ciudades más junto a los lugares de Castresana y de Quincoces de Yuso.

Todas se localizan en lugares muy cercanos a un topónimo calzada en el peor de los casos, y en el mejor, a las documentadas calzadas romanas y muy cercanas a un castro protohistórico en cuyo entorno se localiza el muy significativo y único topónimo "Godo" de las Merindades.

Debieron ser ocupaciones de época Visigoda o bereber creadas para agrupar los diferentes elementos que requería la estructura geopolítica del momento: administración territorial y lugar de comercio, a la vez que sería la residencia del administrador de la jurisdicción. En definitiva, serían los centros neurálgicos de la organización establecida en el periodo bereber. Organización territorial en la que nos parece ver el precedente de lo que posteriormente serán las tenencias.

Villasana de Mena

También ha quedado en la toponimia el nombre de aldea: La Aldea. El Vigo, en el valle de Mena, sería una clara derivación del latín “vicus” (aldea). Más abundante es el topónimo barrio. Hasta quince Barrio o Barrios señala el Nomenclátor provincial y dos Barruelos o pequeños barrios. Barruso de Mena sería contracción de Barriosuso.

En cuanto a la antroponimia, con nombres de origen romano, árabe, germánico y otros. Hay muchos que aparecieron en los primeros tiempos de la Reconquista, a veces sobre base latina. En ocasiones, el nombre o nombres han llegado hasta nosotros casi sin cambios, quizás a causa de modernidad relativa. Tal es el caso de Quintana-Martín Galíndez, Quintana María, Villarcayo, Villamartín de Sotoscueva…

Villarcayo

Sobre Villarcayo, como sobre muchos otros lugares de Las Merindades, existen varias posibilidades para el origen de su nombre: se puede interpretar como Villa Acaica; "Fons Arcaium", de procedencia griega, que equivale a Fuente Vieja; Para D'ors, Villarcayo viene de "Villa Arcadi", es decir, Villa de Arcadio. Para Sánchez Albornoz es un patronímico de probable origen hispano-romano (Villa de Arcadius). En el mismo sentido piensa García de Valdeavellano: "vestigios del reparto de tierras como topónimo derivado de la explotación agraria que recibieron los nombres de su propio amo". Y para Pérez Carmona es un caso de antroponimia de los primeros siglos de la reconquista con base latina.

Bibliografía:

“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“La historia y la geografía burgalesas reflejadas en su toponimia” José Pérez Carmona.
“ORIGENES HISTORICOS Y RAICES SOCIALES DE LA MERINDAD MAYOR DE CASTILLA LA VIEJA” José Luis Orella Unzue.



lunes, 21 de marzo de 2016

Reflejados en la toponimia (I)


Los idiomas son entes –un algo, sujeto de ningún derecho, testigo y notario del pasado- que evolucionan y se influyen mutuamente para dar nombre a objetos, lugares y prácticas. Las poblaciones son como se llaman. Puentedey, Sotoscueva o Tobalina son imágenes de esos lugares. Nuestros patronímicos son, además, el resultado de las primeras conjugaciones de aquel latín sucio que expiraría en nuestras lenguas romances.

El Almiñé, nombre de reminiscencias Árabes.

No olvidemos que los nombres geográficos son vistos hoy como una herramienta para construir “imaginarios colectivos” o crear pasados por el sencillo método de cambiar –vía decreto- la ortografía o la sintaxis de los nombres. Pero la forma de llamar a los lugares han ido apareciendo a través de los siglos y ello nos permite rastrear y hallar fosilizados recuerdos históricos de lo más variado y curiosos.

Porque los elementos identificados en la toponimia persisten y sus modificaciones o sustituciones requieren ser observados cuidadosamente a lo largo del tiempo, puesto que esos cambios reflejarían la sustitución de una población por otra, o las modificaciones que a través del tiempo se han operado en el lenguaje de los pueblos. Es decir, la toponimia nos muestra, si queremos fijarnos, los flujos y reflujos lingüísticos, las luchas, la organización social, la economía y la religiosidad. E incluso los accidente geográficos, el relieve, los ríos, las fuentes, el clima, la clase de terreno…

Para rastrear un topónimo recurrimos a los Cartularios monasteriales, a las obras de la Alta Edad Media y a las formas intermedias de los nombres recogidos en los documentos de los siglos X en adelante. ¿Cómo eran antes de ese siglo X? No lo tenemos claro porque, seguramente y dada su exclusiva trasmisión oral, variasen rápidamente.

Puntualicemos que esto ocurriría de diferente forma para la toponimia mayor (la que designa cualquier entidad de población, villas y lugares, caseríos o granjas) o la menor. La toponimia mayor quedó fijada e inmóvil en el siglo XV con la aparición y difusión de los textos impresos. Sin embargo, la toponimia menor continuó su evolución hasta hoy. Además la toponimia mayor se convirtió en un corpus cerrado a finales del siglo XII.

El Vaho

La toponimia de Las Merindades, en su mayoría, procede del latín pero es muy difícil señalar si un topónimo de raíz latina se originó en la misma época romana o si es de formación romance, hacia los siglos VIII a XII.

Claro que antes de Roma las cosas tenían nombre. Del periodo prerromano, celta el presbítero José Pérez Carmona en su trabajo de 1964 nos invita a retrotraernos al término “sego/segi” (victoria) de donde le parece que degeneraría nuestra “Cigüenza”.

Serían latinos los topónimos sufijados en “ana”, “anun”. Nombres de poseedores adjetivados con esta terminación y pospuestos al apelativo villa o fundus como Leciñana de Mena (Villa Leinii), Lezana (Villa Lezae), Martijana (Villa Martilii) o Antuñano (fundus Antonii) Otros podrían venir de gentilicios como Beberana (villa barbarorum) y Cantabrana (Villa Cantabrorum).

Tal vez sean también latinos, o visigóticos, los derivados de “castrum” como Castrobarto. Y son latinos los derivados de nombres propios como Flavinus, en Villalaín; Basilius, de donde se ha derivado Villabasil; Cornelius, en Cornejo; Aventius, en Villaventín; Supplicius, en Villasopliz, etc.

Menéndez Pidal veía origen germánico en el nombre de Consortes: de los propietarios germanos así llamados –consortes- a los que pasaban las dos partes o sortes, quedando sólo para los vencidos el tercio. Pero las huellas más abundantes del elemento germánico son los nombres de poseedores, por más que buena parte de estos nombres de lugar pueden datar de los primeros siglos de la Reconquista, cuando el elemento visigótico todavía pesaba. Como ejemplo: Quintanabaldo.

Puente de Mijangos

Para el siglo V la palabra “castrum” es desplazada por “castellum”, que en romance da “castillo” y “castil”. Una pista para fechar lugares como Orbaneja del Castillo. No solo tenemos derivaciones de castillo, las hay de torre que también debieron nacer con la Reconquista. Así tenemos Lastras de la Torre y Hornillalatorre. Por su elemento Tudela (tutela: fortificación), tal vez pertenezcan a este grupo Santiago de Tudela y Santa María del Llano de Tudela, en el Valle de Mena.

Por supuesto, en este recorrido de los términos bélicos no podemos olvidarnos de “torre”. Quizá la mayoría de estas tuvieran su origen en época romana, del latín turris: Lastras de la Torre (valle de Losa), Torres (Medina de Pomar), Torre Quemada (Virtus), Torres de Arriba y de Abajo (valle de Valdebezana). En todos los casos se trata de lugares situados junto a caminos antiguos o calzadas romanas (Lastras de la Torre). Torres se sitúa a la entrada del camino que conduce desde los llanos de la zona de Medina hacia la explotación romana de sal de Salinas de Rosío; Torre Quemada es probable que fuera un lugar defensivo que ya había sido destruido en algún momento anterior a juzgar por lo de “quemada”. Pudiera tratarse de una torre romana dado que al lado se localiza el topónimo El Millar.


Salinas de Rosío

Los topónimos de origen militar no se reducen a los consabidos castro, castil o torre, sino que añadiríamos a la lista el oppidum o “plaza fuerte”, del que tendríamos Opio y Quintanaopio; arcem, “fortaleza”, de donde vendría Arceo. Un comentario especial merece Rosío que trae su origen de residuum (residuo de tierra que ha quedado libre de casas y de otras construcciones).

El nombre de Calzada responde a la vía romana: Las calzadas. Este apelativo se ha convertido en topónimo en Calzada de Mena. Extramiana, quizás derive de “strata mediana”, o camino del medio. Los topónimos Vía (Mena) y Las Viadas (Tobalina) viene probablemente de vía, camino. ¿Puentes? Puente-Arenas…El pueblo de Villanueva-Rampalay se denominó antiguamente Villanueva de la Puente.

Pero el flujo de colonos no solo fue de norte a sur sino que hay muestras de movimientos en sentido contrario como Mozares que recuerda a los mozárabes venidos del sur para ocupar estas tierras. O el pueblo de Cadiñanos, al norte del Ebro, que a juzgar por su toponimia, fue originado por una colonia de emigrantes venidos de las tierras de Cardeña, cerca de la ciudad de Burgos.

Cadiñanos

A veces el topónimo hace sólo alusión a su carácter de tierra repoblada, sin indicar el origen de sus pobladores, como en Robredo de las Pueblas, Ahedo de las Pueblas, y tal vez también Población de Arreba y Población de Valdivielso.

Un nuevo grupo de nombres claman sobre la migración de excesos de población de origen vascón a las ricas tierras que se repoblaban. Durante los siglos X y XI surgirán poblaciones como Villabáscones de Sotoscueva o Bascuñuelos. Viéndolo desde este ángulo Oña provendría del término vasco “pie, base, principio”. Sin olvidarnos de otros nombres derivados, posiblemente, de la lengua vasca o de origen ibérico, como varios lugares en el Valle de Mena lo que no resultaría extraño. Pero muchos de estos topónimos no parecen ir más atrás del siglo X. Ejemplos: Salazar, Zaballa o Galbarros.

Ya que hemos dejado caer el lugar de Oña puntualicemos que es en su monasterio de San Salvador donde se localiza la primera cita de “Castilla Vieja”. Dice el documento del 967: “In Valle de Vielso, cella Sancti Andrae cum integritate. In Castella Vetula in alfoce de Tobalina in villa que vocitant Sancta Maria mea divisa et meos solares populatos, et cella Sancta Maria super albeum que vocitant Hibero, cum illa peskera de remolino et illa media peskera de Sancti Clementi, et illos medios kannares del vado de garonna et cum suas decanias id est Sancti Iuliani de Tovalina cum Sancta Eulalia de villa Semprum et Santi Ihoannis de valle Horcha”.

Oña

No solo en Oña sino que, también, en el 978, dentro del Cartulario de Covarrubias figura “Pitiellas, in Kastella Vetera”, alusión a Padilla, no lejos del Ebro, al final del valle de Tobalina. En el privilegio del conde don Sancho García a Oña en 1011 se citan como localidades de Castilla Vieja: “In Castella Vetula Villa ripiella, Cella praelata, Quintana Seca, Arroyo- lo, Quintanas, Villa Pallido, Campo, Baranda... Espinosa...”. Como vemos se incorporan a la tierra de Castilla Vieja Cillaperlata, Quintaseca a orilla derecha del Ebro y poco más abajo de Trespademe, y Espinosa y Baranda más al norte, cercanas a las tierras de Valdegovía. El año 1020 se dona a Santa María de Aguilar una viña “in villa flaine de vetula Castella” aludiendo a Villalaín entre Villarcayo y el Valle de Valdivieso.

Vemos, con lo arriba indicado, el peso del sustrato latino, íbero, vascón y de términos militares para denominar emplazamientos diversos. No solo eso sino que cuando el señor feudal tenía el título de comes o conde, el término territorial donde ejercía su jurisdicción se denominaba “commissum” o “comitatum”, de donde podría venir el nombre de Condado, que ha quedado en Condado de Valdivielso.

Siguiendo con nombres de origen político nos fijamos en el régimen municipal medieval y reconocemos el pueblo de Concejero, en el valle de Mena, que recibiría este nombre por ser centro de reunión del concejo de varios barrios del contorno.

Del derecho hereditario nos quedan las Quintanas -extendidas por toda la provincia- como Quintana de los Prados. Una posible explicación podría estar relacionada con la quinta parte de los bienes hereditarios que era de libre disposición como apuntaba A. Floriano en “Diplomática española del periodo astur” (Oviedo 1955). O, tal vez, por la quinta parte de la cosecha que se pagaba por el alquiler de terrenos en los tiempos romanos. Pero para Barbero y Vigil (La formación del feudalismo-1953) “Quintana es una expresión latina (que) sin embargo se extiende por la región menos romanizada, (...) por el interior de la Tarraconense y de la Gallaecia”, lo que hace que lo arriba expuesto chirríe.
Torme

Por ello, Oliver Asín (1974) sólo toma en cuenta las quintanas que tienen un nombre propio de origen latino, “pues quizás sean las únicas, sí es que alguna vez lo fueron, que tengan que ver con antiguas villas romanas”. Por otro lado la multiplicidad de topónimos “quint-” hacen imposible este origen porque tendría que haber existido una multitud de asentamientos romanos.

Para Solana Sainz (1978) la quintana es una plaza y un mercado; en el campamento romano va unida al pretorio, y es lógico que arraigue en aquellos sitios donde la oposición a Roma impuso la colonización militar. Por la colonización militar las legiones se establecieron de un modo permanente en un lugar, se convirtieron los soldados en agricultores y la quintana del campamento en el centro de un poblado rural. Parece una teoría contradictoria con las anteriores y que todas las quintanas se encuentran en la parte más baja del territorio con escaso dominio visual del entorno.

Quintana de Valdivielso

Martínez Díez (1992), por su parte, considera que quintana en el alto Medievo significaba un corral, por el que se entraba a una casa de labor agrícola, y esa misma casa. Entonces, las numerosas quintanillas sería pequeñas quintanas designadas con el diminutivo.

En la Merindad de Sotoscueva todas están situadas en términos comunales, al menos en algún momento histórico, según lo registrado (siglos XVI al XVIII), en el valle de Valdebezana encontramos Quintanares, importante terreno comunal en el que tenían lugar las reuniones del concejo del valle. Finalmente, en el valle de Tobalina se conservan cinco quintanas, Q. Martín Galídez, Q. María, Q. Entrepeñas, Q. Seca y Q. Lobos. ¿Se han dado cuenta que hay muchas personas que se apellidan Quintana o Quintanilla? Porque los nombres parroquiales también dieron apellido a sus habitantes.

¡¿Y qué decir de Trespaderne?! Antiguo Transpaderne que, tal vez, aluda a una posesión situada al otro lado del río Ebro, frente a un antiguo Paderno, finca de herencia paterna, o una referencia al “Padre Ebro”.

Trespaderne

En fin, es un tema interesante pero creo que me he alargado un poco por lo cual les invito a continuar con los pueblos y sus nombres la próxima entrada.

Bibliografía:

“Las Merindades de Burgos: Un análisis jurisdiccional y socioeconómico desde la Antigüedad a la Edad Media” María del Carmen Sonsoles Arribas Magro.
“La historia y la geografía burgalesas reflejadas en su toponimia” José Pérez Carmona.
“ORIGENES HISTORICOS Y RAICES SOCIALES DE LA MERINDAD MAYOR DE CASTILLA LA VIEJA” José Luis Orella Unzue.






lunes, 14 de marzo de 2016

La caza del Alemán

El cine, bélico y negro, nos ha contado que los presos anhelan fugarse en la primera ocasión propicia. En la realidad también. Cada recluso suele elaborar su plan de fuga, quizá inverosímil o imposible, pero el proyecto lo mantiene vivo.

Incluso puede ser tema de conversación y de búsqueda de fallos al plan de forma comunitaria. Esto también ocurría en el penal de Valdenoceda (Las Merindades, Burgos) donde se sopesaban planes de fuga: largarse a través de las cuadrillas que salían a cortar leña porque la vigilancia era escasa y relajada; otros pensaban en robar la camioneta que traía los víveres al penal; algunos nadando en las peligrosas aguas del Ebro; tal vez escondiéndose en el carro de la basura; o comprando uno de los muertos del penal para sumarse a él y salir vivo dentro del ataúd. El problema no solo era escapar, sino ¿a dónde llegar? Se necesitaba ayuda del exterior para ocultarse hasta que se “enfriase” la búsqueda.


Por su parte, los carceleros aplicaban sistemas de “desincentivación”, las armas y los tradicionales muros y alambradas. Pero el mejor sistema para desalentar a los presos era el ejemplo, el que escarmentasen en cabeza de otro.

Como el caso de los dos brigadistas alemanes, que procedentes del campo de trabajado de Miranda de Ebro y con apenas un mes en Valdenoceda, se pensaron que todo el monte era orégano. Y, aunque la estancia en Las Merindades era más llevadera… tiraba la libertad.

La disposición del presidio, o mejor dicho, sus carencias como cárcel les alentaba. Eso sí, toda fuga necesita dinero para engrasar puertas y colaboradores externos e internos.

Y en eso se produjo un primer golpe de suerte para uno de estos alemanes: José o Joseph Scheumgrab. Cuenta la historia, el relato, que este muchacho tenía un pariente en el cuerpo expedicionario alemán que le buscaba y que un soldado -antiguo ordenanza en el cuartel de la legión ubicado en el colegio de maestros de Burgos- le comunicó la existencia de dos presos alemanes en Valdenoceda. El oficial alemán confirmó que Joseph era su familiar y que mediante el soldado, hizo llegar una nota a Scheumgrab.


Y, como si de un segundo mágico deseo se tratase, la niebla se alió con el plan de fuga del 24 de mayo de 1939. Valdenoceda disfrutó de una densa niebla que no se disiparía al mediodía. En tales casos la dirección del presidio mantenía a los reclusos en las brigadas, en el interior. Para evitar tentaciones.

El cambio de guardia se efectuaba durante la comida, hacia la una y media de la tarde. Unos minutos antes los dos se levantaron y pidieron permiso para dirigirse a las letrinas. El funcionario nada sospechó y atravesaron el patio en dirección a la garita donde suponían que se encontraba de guardia su contacto interno. Pero todo salió mal. El guardia comenzó a disparar. O bien se equivocaron de garita, o el soldado comprado se arrepintió o no se hallaba en la garita acordada.

Portada del sumario 19/39

Scheumgrab corrió y, en dos saltos, salvó la tapia. Huyó mientras Willy Renz Kubel se despistó en la espesa niebla y fue a parar al pabellón de los soldados, que lo detuvieron.

Scheumgrab era rubio, de fuerte complexión, metro y setenta y cinco centímetros, treinta y un años y natural de Munich pero residente en Estrasburgo (Francia). Era uno de los cinco mil alemanes enrolados en las Brigadas Internacionales. Había combatido en la Brigada 128 a las órdenes del general Líster y cayó prisionero en la batalla del Ebro en 1938. Junto con otros brigadistas fue conducido al campo de concentración de San Pedro de Cardeña (Burgos) y tras varios meses allí, pasó al campo de Miranda de Ebro para trabajar en la construcción de la doble vía del ferrocarril Miranda-Alsasua.

Sin saber los motivos, lo trasladan al penal de Valdenoceda, donde esperaba que el Juzgado Militar número 14 de Burgos lo enjuiciara en consejo de guerra.

El teniente Félix Izquierdo, militar al mando de la tropa destinada a custodiar el penal organizó un piquete y destacó un soldado para informar de la fuga del preso. Mientras, Willy era interrogado. Cantó todo lo que sabía: que la fuga estaba prevista para entonces (Mayo) porque en esos días marchaba de España la Legión Cóndor y Joseph Scheumgrab, parece ser que tenía un familiar en el cuerpo expedicionario Nazi y que le estaba buscando; que un automóvil los esperaría a mediodía del miércoles 24 en el Alto de la Mazorra para conducidos a la frontera; que el militar español compinchado debía estar de guardia esa mañana en una de las garitas…

Notificación al forense de Villarcayo

El teniente Izquierdo se lo tomó con calma. Sabía que con ese tiempo sería difícil rastrear al fugado. Además, no disponía de suficientes tropas y, por ello, esperaba la llegada de los guardias civiles. Sin olvidar que estos eran los verdaderos conocedores del terreno. Y, sin olvidar tampoco, que sabía en qué lugar y a qué hora estaría el alemán.

Scheumgrab había salido del penal en varias ocasiones a cortar leña y seguramente tenía una idea aproximada del rumbo que debía tomar para llegar al punto de encuentro.

Mientras, en el caserón carcelario, ya estaban cuatro números y un cabo del cuartelillo de Valdenoceda que se pusieron a las órdenes del teniente. Informaron que los de Villarcayo estaban sobre aviso por si el alemán se dirigía hacia la cabeza del partido judicial.

Enrique Líster Forján

El teniente, tres soldados y los cinco números de la Guardia Civil constituyeron la partida de caza. Sabían dónde quería estar el fugado. Calcularon tardaría unas tres horas en llegar a la última curva. La niebla despista y ralentiza.

Para todos aquellos que desconozcan la zona les diremos que a unos tres kilómetros del penal se inicia la subida del puerto. E informaremos que estas nieblas suelen ocultar el clima existente más arriba. Toda la gente que conoce Las Merindades ha disfrutado del espectáculo de un mar blanco y espeso, que cubre, y oculta, el valle a sus pies.

Valle de Valdivielso desde La Mazorra un día de niebla

Joseph ascendía la montaña camino de la libertad, de la trampa. Empapado y con los cabellos chorreando por la humedad y el sudor, seguramente fue atento a todo, tranquilo por la protección de la niebla.

Y la niebla se quedó atrás. El miliciano llegó junto a la carretera. Debían ser entre las tres y las cuatro de la tarde.

Desde las tres de la tarde los cazadores, gracias a un vehículo de la Guardia Civil, estaban en lo alto del puerto. Vigilaban la zona cubierta por la niebla esperando ver al fugado. Se dividieron: el teniente y los tres soldados se apostaron dominando la montaña y la carretera. Los guardias civiles bajaron y siguieron el curso del Ebro.

Frío. Muerte. Fin. Tercer mágico deseo cumplido: libertad.

La unidad de soldados del penal lo había cazado. Dos hombres se quedaron custodiando el cadáver y vigilando la carretera para controlar los coches que pasasen. El teniente y el otro soldado volvieron al penal a informar y avisar al juez para levantar el cuerpo.

Por su parte, tras dos horas de búsqueda, el cabo de la Guardia Civil había enviado a un agente al penal para informar al director. Este, Eduardo Carazo Gómez, preparó un escrito para tener constancia de la huida y la posterior partida para la búsqueda. Al poco apareció el cabo segundo Luciano Domingo Andrés con el escrito, el director lo leyó y guardó en una carpeta con un letrero donde decía: “Asunto: Fuga de dos reclusos”.

Cumbre puerto de La Mazorra

Desde Valdenoceda se cursó aviso al médico forense del partido judicial de Villarcayo para que se personase en el penal y llevarlo al lugar del suceso. La declaración de Willy pudo hacer pensar a Carrazo que el tema le traería problemas. Se decía que el preso muerto tenía amistades con oficiales alemanes de la Legión Cóndor.

Carazo, en papel timbrado del penal y con papel de calco, dictó una nota:

“¡Saludo a Franco! ¡Arriba España! En el Año de la Victoria, el director de este penal comunicó al Juez de Villarcayo que, según le ha manifestado el Jefe de la Guardia Militar de esta Prisión, las fuerzas destacadas en persecución del recluso fugado de la misma José Scheumgrab, después de darle el alto repetidas veces en los Altos de la Mazorra y no ser contestadas por dicho individuo, tuvieron necesidad de hacer uso de las armas a consecuencia de lo cual le ocasionaron la muerte”.


Dos copias se llevaron a Villarcayo. Una para el médico, Facundo Curiel y otra para el juez suplente, Patricio Ortega Pereda, quien se hizo acompañar del secretario, Isaac Saiz. El juez titular, Isidoro Ortiz, se encontraba en Burgos. Reunidos los tres en el juzgado, el médico pidió a los soldados que fueran delante y él partiría de inmediato en su coche, con el juez y el secretario. Los soldados no se mostraron muy conformes, tenían órdenes de llevarlos al penal, pero aceptaron.

A las nueve y media de la tarde llegaban el médico y sus acompañantes. Dos soldados y un funcionario los trasladaron al despacho del director donde se acordó el levantamiento del cadáver, su identificación y un lugar para la obligatoria autopsia.

Los médicos de Villarcayo y Valdenoceda, el teniente, el juez, el secretario y dos soldados se desplazaron al lugar del suceso para levantar el cadáver y redactar el informe preceptivo. Los dos soldados que les esperaban indicaron que había identificado todo vehículo que había pasado por el puerto. Nadie extraño.

Petición levantamiento del cadáver

El juez, bajo la luz de dos linternas, concluyó en un primer momento que se trataba del cadáver de un individuo de unos treinta años, rubio, vestido con un mono azul de los usados por los reclusos, calzado con zapatillas de trenza foruga. Manchas de sangre en la cara producto de un presunto disparo efectuado por arma de fuego, debido con toda probabilidad a una herida con orificio de entrada en la órbita derecha, con emucleación del ojo derecho y orificio de salida por el pómulo izquierdo; esta última con casi total seguridad es la causa de su muerte. En sus bolsillos se encontraron una cartera vieja con dos fotografías, tres cajas de cerillas y un cartón con hilo.

El levantamiento fue a las diez y veinte de la noche del día veinticuatro de mayo de 1939 y se llevaron el cadáver al penal para hacerle la autopsia.

A las diez de la mañana llegó el juez suplente, que había informado por teléfono al titular de lo sucedido, el secretario y los dos médicos titulares para llevar a cabo el anómalo acto de una autopsia a un preso fugado. ¿Por ser alemán?

Ante la mesa de piedra del sótano se colocaron los llegados desde Villarcayo, el director del centro, una pareja de funcionarios, el jefe de servicio, el teniente y los dos reclusos, escoltados por sendos funcionarios, para la identificación.


Vista de La Mazorra desde cerca
del antiguo penal de Valdenoceda
El primer recluso era Pedro Beche Cros, compañero de camastro de los dos fugados. Camarero de veinticinco años y casado. El segundo fue Willy Renz Kubel, de veinticuatro años, natural de Munich, soltero, de oficio tejedor y compañero de aventura del finado. Identificaron el cadáver.

Al haber indicios de delito el juez suplente de Villarcayo abrió diligencias informativas para determinar los hechos. Propuso que la autopsia –realizable pasadas 24 horas- estuviese bajo la responsabilidad del juez local de Valdivielso. Que los dos facultativos practicasen la dicha autopsia y elaborasen el informe antes de enterrarlo en un punto claramente determinado. Acto seguido, se debería inscribir la defunción en el registro civil correspondiente.

El 26 de mayo de 1939 los facultativos titulares de Villarcayo y Valdivielso, además del juez titular, que había llegado de Burgos, se dispusieron a practicar la autopsia:

Se apreciaron, en la parte exterior, livideces cadavéricas. También se observaron la existencia de coágulos de sangre en las ventanas de la nariz. En la parte exterior de su muslo derecho se encontraron heridas, posiblemente, como consecuencia de que el cuerpo pudo ser arrastrado. Todas estas ideas, expresadas por el médico de Villarcayo Facundo Curiel eran recogidas por el secretario.


A la altura del muslo de su pierna izquierda hallaron una herida de bala que lleva una trayectoria hacia arriba, desviándose a la parte izquierda. Otra herida de arma de fuego con un orificio de entrada por el omóplato izquierdo, saliendo por axila del mismo lado. En su trayectoria produjo la rotura de la cabeza del húmero. Una tercera herida de arma de fuego en la órbita derecha con desaparición del ojo y parte del hueso de dicho lado. Finalmente, una herida por arma de fuego de menor calibre, pistola, en la parte posterior de la cabeza, en la nuca, con salida por el ángulo del maxilar izquierdo.

Abierta la cavidad craneal, constaron que las meninges estaban ligeramente inyectadas con masa encefálica, situación normal cuando se ha producido la fractura de la base del cráneo.

Firmaron los dos médicos, junto al juez y al secretario. El enterrador del pueblo de Valdenoceda, Julián González, recibió la orden para dar sepultura al fallecido en el cementerio del pueblo, con la exigencia de fijar el lugar exacto de la sepultura, lo que comunicó el sepulturero al juez en una nota: “El preso en cuestión ha sido enterrado a dieciocho metros de la puerta, en una fosa de un metro de profundidad por dos de largo, con una distancia de medio metro de la pared de la iglesia”.

Bandera de las Brigadas Internacionales

Actualmente el único sitio donde consta este suceso es en el Registro Civil de Quisicedo, donde figura inscrito que José Scheumgrab falleció como consecuencia de un traumatismo. El magistrado de la Audiencia Provincial y Secretario de Sala de la Territorial de Burgos, Antonio María Mena y San Millán, certificó en un Auto “Que dada la naturaleza del hecho procede, de conformidad con el dictamen del Ministerio Fiscal, a inhibirse a favor de la Jurisdicción de Guerra”, que lo archivó sin más trámites, ni averiguaciones.

Este suceso marcó la vida del penal y, en lo sucesivo, no se produjo ningún intento de fuga.


Bibliografía:

“El penal de Valdenoceda” de Fernando Cardeño Azofra y Fernando Cardeño Elso.