Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


lunes, 28 de noviembre de 2016

Ese rápido primer trimestre de guerra en Las Merindades (Septiembre a Diciembre de 1833).


Ha pasado poco más de mes y medio desde la muerte de Fernando VII (29 de septiembre de 1833) y se ha puesto en marcha el plan sucesorio diseñado durante el último año de vida del rey por la junta de Madrid… ¡para proclamar a Carlos María Isidro! Los cristinos habían desarticulado muchas de las tramas preparadas para ello pero no todas. No todas.

El primer alzamiento es el de Manuel María González, el 2 de octubre de 1833, en Talavera de la Reina. A los pocos días acabó fusilado. En la misma fecha, al conocer la muerte de Fernando VII, en un rápido movimiento palaciego que arrincona a los liberales, el alcalde de Bilbao y el comandante Gómez mandan tocar llamada general para los voluntarios realistas. Cuando el día 3 los miqueletes confraternizan con los sublevados, los carlistas se hacen con el control de la ciudad y con ella gran parte de las provincias vascongadas.

Mapa del levantamiento carlista (Desperta Ferro)

La facilidad con que los carlistas dominaron estas comarcas vascas se debe a la cuestión foral porque al contar con leyes e instituciones privativas el gobierno central no pudo intervenir con la misma libertad que en el resto de España, y cuando se produjo la muerte de Fernando VII los carlistas controlaban todavía buena parte de los resortes del poder.

El 4 de octubre se produce la sublevación del coronel Ibarrola en Orduña y el 7 la del coronel Verástegui en Vitoria, en el que participan los batallones de Badayoz, Bernedo, Laguardia y Valdegovia. El día 8 Don Carlos es proclamado en Oñate por José Francisco de Alzáa. El 10 se subleva el coronel Lardizábal en Guipúzcoa. El 12 los carlistas de Bilbao destacan mil hombres a Portugalete y Santurce, y ya con anterioridad se habían enviado mil quinientos a Valmaseda. El 13 se intima la rendición de Castro Urdiales y cae Salvatierra.


Lo que se dice un tsunami. ¿Y en Las Merindades? Bueno, bien, gracias. Pero antes de centrar el foco en nuestra comarca miremos la provincia de Burgos. A primeros de septiembre se sabía que Fernando VII duraría poco por lo que la Junta carlista de Burgos ultimó los preparativos para la revuelta. Esta junta estaba compuesta por el general Grimaret, Gregorio Álvarez Pérez, el canónigo de Burgos Eceiza, el coronel Manuel Sanz y el canónigo Echevarría. En la obra “Galería Militar Contemporánea” (1946) nos dicen que el canónigo Eceiza fue capturado en Medina de Pomar y fusilado en Villarcayo pero bien podría ser una errata y referirse al canónico Echevarría.

El 30 de septiembre se supo la muerte del Monarca, y este mismo día la Junta instó a los jefes de los batallones de voluntarios realistas comprometidos al efecto, “para que reuniéndose en los puntos que se les marcaba alzasen el grito de fidelidad, que había de secundar el de Burgos, donde se publicaría la existencia de la junta”. No hicieron caso porque los jefes implicados esperaban el movimiento anunciado por el general Ladrón de Cegama, que se había fugado de Valladolid.


Viendo la junta carlista de Burgos que la cosa no iba bien dio el mando de sus unidades a Ignacio Alonso Cuevillas y opto por abandonar su ciudad y dirigirse hacia La Rioja y la alta Castilla. El 14 efectuó su entrada en Burgos el coronel Manuel Sanz, el mismo que en enero de 1833 había conseguido que Merino entrara en contacto con la Junta, y trato de conseguir que el comandante de los realistas de esta capital, Hilarión de Larriba, pusiese a los voluntarios sobre las armas.

Tras varias negativas, Larriba supo que se había ordenado su detención, por lo que mandó a sus hombres que salieran de la ciudad, reuniéndose en el monte señalado al efecto. Como estaba previsto, el brigadier Merino se situó a la cabeza de los sublevados, todo lo cual ocurrió en medio de una impunidad que hizo irritar al conde Armildez de Toledo cuando al día siguiente entre en Burgos con sus tropas. Al conde le desesperará el control carlista de la ciudad.

Por su parte el cura Merino convoca a los diferentes voluntarios realistas de la provincia en Aranda. Las órdenes de Merino hacen que se subleven gran parte de los batallones burgaleses situados al Sur de la capital, mientras que los batallones situados más al Norte se alzan al amparo de los Vizcaínos y alaveses carlistas, que también ocupan algunas localidades.


Merino desechó los consejos de la Junta Carlista y no se acercó a la ciudad de Burgos donde se encontraba un batallón del cuarto regimiento de la Guardia Real de infantería a las órdenes del coronel José Campana, que se había comprometido con el coronel Sanz a sublevarse tan pronto como se presentara una fuerza carlista respetable en los alrededores, y que a finales de mes fue separado de su puesto por Sarsfield.

Mientras eso pasaba por la capital provincial en Las Merindades nos encontramos con que el 14 de octubre entran en Medina de Pomar las tropas de voluntarios riojanos del brigadier, canónigo de la catedral de Burgos y miembro de la Junta Carlista burgalesa, Juan Miguel Echevarría, procedentes de Álava juntándose con las de Víctor Garviras, Gregorio y Rafael Díaz-Sarabia y Palacio. El canónigo era también segundo de Cuevillas y jefe de su segunda división. En Medina de Pomar proclamó a Carlos V y asumió el mando de las tropas, poniéndose a sus órdenes Norberto Fernández Arciniega, Comandante segundo del Batallón de Medina.

Para el 18 de octubre los rebeldes controlaban las principales poblaciones de Las Merindades y se desplazaban para apretar el cerco sobre Burgos. El 23 de octubre la Real Junta Superior Gubernativa o gobierno carlista, se trasladaba a Oña, al monasterio de San Salvador, para establecerse al amparo de las fuerzas dirigidas por Echevarría y las de la sublevación vizcaína.


El 24 de octubre entra Sarsfield en Burgos lo que empuja a Cuevillas fuera de Briviesca y a ordenar el repliegue del grueso de sus tropas hasta Pancorbo, mientras él se dirigió al frente de una columna de dos mil hombres a reforzar las posiciones carlistas en Poza de la Sal. Su llegada a Poza facilita el regreso de Echevarría a Medina de Pomar que será su centro de operaciones.

A principios de Noviembre los carlistas tenían tal fuerza por España que el capitán general de las provincias Vascongadas, que había tratado de mantenerse en Tolosa, fue obligado a refugiarse en San Sebastián. Por su parte, el 25 de octubre, Cuevillas mandó una orden a los comandantes de los batallones realistas de la provincia de Palencia, nordeste de la de Burgos y sur de la de Cantabria, para que pasaran a Cervera de Pisuerga para ponerse a las órdenes del coronel Santiago Villalobos, comandante de la segunda brigada o división del Ejército Real de la Rioja y natural de Valderredible y declarado absolutista desde 1823.

La tensión llegará al extremo a principios de noviembre fruto de los progresos carlistas en las zonas forales y Las Merindades de Castilla Vieja. Gracias al cielo que la falta de coordinación entre las columnas enviadas para ocupar Santander hacen posible su derrota en la acción de Vargas impidiendo que los legitimistas llegaran a controlar la cornisa cantábrica. Entre las unidades derrotadas estaban voluntarios realistas de Frías y Medina de Pomar (cayeron prisioneros Ibarrola, un coronel, ocho oficiales y 112 soldados con varias acémilas y efectos de guerra).

Granaderos de la Guardia Real (Augusto Ferrer Dalmau)

Durante todos estos movimientos, como un cruel juego del “gato y el ratón” encontramos esta referencia de la comunicación por parte del Conde Armildez de Toledo a Vicente de Qaesada (Capitán General de Castilla):

“CASTELLANOS: El Mariscal de Campo Conde Armildez de Toledo, desde la villa de Villarcayo, con fecha de antes de ayer me dice, que deshecha la facción de Villalobos en Cervera, dividida la Brigada de su mando en tres columnas, y dirigiéndose el expresado Conde á la villa de Reinosa, marchó la del mando del Coronel de Infantería Barón del Solar de Espinosa por Valderredible y Villarcayo: sabedor éste que el Canónigo de la Metropolitana de Burgos Don Juan Miguel Echevarría se hallaba en Medina de Pomar con 700 á 800 rebeldes de los Batallones de los ex-Voluntarios Realistas de Villarcayo y Espinosa de los Monteros: ni la larga marcha que había hecho con su columna de ocho leguas, ni las montañas y breñas que tuvo que atravesar, ni la oscuridad de la noche le impidieron marchar rápidamente á la una de la mañana á la mencionada villa.

Hallando las avanzadas de los rebeldes un cuarto de legua de ella, empeñados en hacerse fuertes en una casa, todos fueron víctimas de su temeridad; y dirigiéndose sin detenerse sobre Medina, 600 rebeldes y el expresado Canónigo cayeron en poder de las valientes, fieles y decididas tropas de S. M., habiendo indultado á casi todos los expresados rebeldes á nombre de nuestra Augusta Reina Doña Isabel II.

El titulado Brigadier Canónigo debió ayer ser pasado por las armas, no habiéndose verificado el día anterior por ser día de fiesta. Las únicas desgracias que han tenido las tropas de S. M. en acción tan brillante y decisiva, han sido la muerte de un Cazador de Chinchilla y haber salido herido levemente el Teniente del expresado cuerpo Don Jacobo María de Espinosa, en el acto de perseguir á uno de los ex-Voluntarios Realistas. No habiendo llegado á mi poder los parles que el Conde Armildez me ha dirigido desde Reinosa, no pueden darse al público los detalles de la ocupación de la expresada villa y extinción total de la cuadrilla del Villalobos, que me reitera en carta particular.

Castellanos: Tal es el término que ha tenido la reunión ejecutada por un hijo espurio de la Iglesia. ¡Ojalá que este ejemplo convenza á los que en las cavernas del crimen atizan el fuego de la rebelión y de la impotencia de sus moribundos esfuerzos!

Valladolid 19 de noviembre de 1833. = Vicente de Quesada.”

Relación de Voluntarios Realistas

En este texto tenemos la plasmación de muchas de las cosas que estamos comentando y vamos a desgranar en los próximos párrafos. Destacaremos un aspecto puntual:  la falta de “ardor guerrero” por parte de muchos de los Voluntarios Realistas movilizados por los carlistas que agradecían la primera ocasión para escaparse hasta sus casas. O, quizá, sabían que esta revuelta no traería nada bueno al pueblo llano. A ellos.

Por supuesto el parte transcrito no refiere todo lo ocurrido. Añadamos algunas pinceladitas de color que, combinadas con todos los datos de la entrada, completarán el paisaje. Así sabemos que ocho de los prisioneros volvieron a la cárcel de Villarcayo al haber sido “liberados” por los carlistas con el inocente fin de incorporarlos a sus huestes.

¿Saben que les digo? Que con esto no es suficiente. Creo que debemos profundizar más en este combate de la primera guerra carlista. Tenemos al Regimiento provincial de Chinchilla –al mando de Jacobo María de Espinosa, Conde del Solar de Espinosa-, 40 hombres a caballo y una compañía de granaderos del cuarto regimiento de la Guardia Real de infantería que avanza por el valle de Valderrible para dispersar a los facciosos de Villalobos. Informados de la presencia entre Medina de Pomar y La Cerca del canónigo Echevarría (titulado brigadier y comandante general de Rioja) marcharon contra esa partida.


De Polientes a Medina de Pomar hay unos 40 km en línea recta que fueron cubiertos en una sola y agotadora marcha. Los cristinos llegaron a las siete de la noche, con la tropa y caballos rendidos de cansancio, para confirmar que el canónigo Echavarría, con unos 700 u 800 hombres de infantería y algunos caballos permanecía quieto en la villa de Medina. También descubrieron que la caballería de Villalobos hacía una hora que había salido por el camino real.

Los soldados liberales recibieron un rancho fuerte hacia las doce de la noche para, enseguida, dirigiendo por el camino real una columna formada por las compañías de granaderos, la tercera del regimiento de Chinchilla y 28 caballos, al mando del teniente coronel graduado, capitán de granaderos a caballo, Don Antonio Ponce, atacar. Otro grupo, al mando del coronel Barón del solar de Espinosa, formado por otra de las compañías de la Guardia Real de infantería, cazadores, primera del regimiento de Chinchilla y 12 caballos, unos 200 efectivos también avanzó. Parece ser que conocía hasta la casa que habitaba Echevarría.

Las avanzadas carlistas les esperaban apostados a un cuarto de legua de Medina de Pomar. Tras pedirles el santo y seña abrieron fuego contra la columna isabelina. Los doce jinetes cristinos, al mando del teniente José Tejada y encabezados por el Barón, cargaron contra la avanzadilla obligándola a refugiarse en la casa que acuartelaban. Desde allí continuaron disparando a los liberales debiendo ser neutralizados. No hubo supervivientes carlistas.


Parece que este fue el mayor punto de resistencia porque la población cayó rápidamente en manos de las tropas de la reina que solo se enfrentaron a disparos aislados. Capturaron la facción y a sus jefes: el brigadier comandante general y canónigo Echevarría y entre 500-600 hombres entre mandos y tropa de los batallones de voluntarios realistas de Villarcayo y Espinosa de los Monteros, con sus banderas, cajas de guerra y hasta unos trescientos fusiles, con otros efectos, como correajes, cananas, sables y hasta unos treinta caballos (con montura y sin ella). Las bajas liberales –muchas veces minimizadas, ciertamente- ascendieron a un cazador muerto del regimiento de Chinchilla y herido leve en una maño el teniente Jacobo María de Espinosa (¿hijo del coronel homónimo?) por habérsele reventado una pistola cuando disparaba a un comandante de voluntarios.

El parte oficial incluía una relación de elogios a la tropa, supongo que para premiarles y por si caía alguna condecoración, por parte del Barón del Solar de Espinosa que les dejo tal y como las escribió: “Tanto los oficiales como la tropa se han portado con un entusiasmo y decisión difícil de explicar, porque el capitán teniente coronel D. Juan Villalonga se apoderó de la guardia del principal al grito de ¡viva la REINA! con un arrojo increíble, habiendo estado en peligro inminente de perecer. El de la misma clase de cazadores de mi regimiento don Vicente López se distinguió también de un modo digno de los mayores elogios; el teniente de caladores de mi regimiento don Antonio Álvarez, y el subteniente de la guardia D. Antonio Caus, desempeñaron con la mayor bizarría la comisión que puse a su cuidado de apoderarse de la casa que ocupaba el jefe de la facción, al que cogieron prisionero, sin embargo del fuego que les hizo la guardia que tenía en su casa. El teniente graduado de capitán D. José Tejada, que mandaba la caballería, es digno de los mayores elogios por la decisión y: arrojo con que acometió a la avanzada y la envolvió, evitando el que pudiese escapar ninguno que avisase a los del pueblo, penetrando hasta la plaza y cogiendo una bandera; lo son también los tenientes don Joaquín Alba y don Jacobo María de Espinosa, el primero porque además de lo que trabajó en el pueblo, se distinguió particularmente en el allanamiento de la casa que ocupaba la avanzada, habiendo igualmente cogido una bandera; y el segundo porque, además de lo ya dicho, fue de los que más trabajaron en el allanamiento de las casas del pueblo, haciendo un gran número de prisioneros. También merecen mi particular aprecio los subtenientes don José Joaquín de la Torre, y don Ramón Alfaro, porque con su actividad y vigilancia contribuyeron al mejor éxito de la acción; y finalmente, son dignos del mayor elogio y acreedores a las recompensas que S. M. la Reina Gobernadora tenga a bien concederles , los sargentos, cabos y soldados; y no dudo que V. E. se servirá elevarlo a sus Reales pies para que se penetré más y más de que cuantos componen los cuerpos que V. E. manda sostendrán á todo trance el trono de su augusta Reina doña. Isabel II.”

Además de desbaratar la partida que hubiera podido afianzar el carlismo en esta parte de Las Merindades se capturaron el uniforme, sombrero y espada del brigadier Echevarría, sus despachos, títulos y nombramientos, sellos de la comandancia general, y una caja de papeles diversos. Como sabemos se capturó al canónigo de Burgos y a sus mandos, dejándose a la tropa que volviese a sus domicilios.


Y, todo hay que decirlo, muchos de los sublevados no las tenían todas consigo. Las deserciones a finales de octubre alcanzaban cifras escandalosas a pesar de los intentos de Cuevillas. A primeros de noviembre el coronel carlista Villalobos toma las de Villadiego (literalmente, escapó hacia allí). Muchos de los líderes de la revuelta huyeron pero otros fueron fusilados, como el canónigo Echevarría en Villarcayo. Este faccioso estaba bajo el caso de los Reales Decretos del 17/08/1825, del 21/08/1825 y del 01/10/1830 y como incitador principal de la rebelión era reo de muerte.

Retomemos el curso general de la historia. A finales de noviembre puede considerarse terminada la dinámica de sublevaciones y alzamientos marcada por la muerte de Fernando VII. El resto es la guerra.

Pero, ¿Cómo fue posible esta sucesión de hechos? Por un lado, la lenta reacción de los cristinos pero, pensemos que, toda España era un polvorín y si se cubría una zona se dejaba otra al oponente. Las primeras medidas, consistentes en poner en pie de guerra los regimientos provinciales, y concentrar las escasas unidades disponibles sobre la provincia de Burgos, se vieron desbordadas por la rápida propagación del carlismo en las provincias vascongadas y el alzamiento de Castilla, que obligo a recurrir al ejército de observación, destacado sobre la frontera de Portugal.



EL 25 de octubre, el gobierno remitió un decreto muy reservado a los capitanes generales para que desarmaran a los voluntarios realistas y formasen un nuevo cuerpo con el nombre de Milicia Urbana, y aunque la mayor parte de los escasos batallones que aun conservaban las armas las entregaron sin incidentes, no faltaron los que al sentirse amenazados decidieron hacer uso de ellas antes que ponerlas en manos de los liberales.

Parecida fue la situación de Sarsfield, jefe del ejército de observación, que el 27 de octubre puso en conocimiento del gobierno que no podía abandonar Burgos mientras no se le incorporasen varios batallones de su división que todavía estaban en camino. Su forzada inactividad, así como los ofrecimientos que le hicieron los carlistas para que se pusiera a su frente, dieron lugar numerosos rumores sobre su posible acuerdo con los sublevados, hasta el punto que el 9 de noviembre pidió ser relevado, pues no creía contar con la confianza de las tropas.

El 12 de noviembre, tras recibir las más terminantes órdenes del gobierno, Sarsfield emprende el camino hacia Vitoria con un ejército que tan solo contaba con 3.157 infantes, 237 caballos y una batería de cuatro piezas.


No eran estos, en principio, efectivos como para inquietar a los carlistas. En Castilla, según los datos facilitados por el capitán general de Castilla la Vieja, pasaban de 11.000 los realistas sublevados, y Sarsfield, antes de emprender su campaña, elevaba esta cifra hasta 20.000. Aunque muchos de los encuadrados en las unidades carlistas no pasaban de ser meras mesnadas, paisanos armados, que perdían sin que sus adversarios hiciesen acto de presencia (Le ocurrió a Merino la noche del 13 al 14 de noviembre de 1933). Y claro, eso no te lleva a victorias espectaculares.

El alzamiento carlista inicial de 1833 fue, básicamente, un movimiento de voluntarios realistas, de parte de ellos, de los que siguieron las consignas de la junta de Madrid porque su estructura no había sido desarticulada.

Añadamos algo que nunca se le puede quitar a nadie: el miedo. Hubo rebeldes que faltaron a sus promesas, pensemos que sublevarse contra un gobierno con todos los recursos del poder cuando apenas se dispone con qué oponerse, no es una actitud precisamente normal ni lógica, sino un acto de heroísmo y el heroísmo, por definición, es poco común. Tenemos así el caso de los batallones convocados el 7 de octubre por Narciso Arias para iniciar el levantamiento de La Rioja, cuyos miembros se vuelven a sus casas tan pronto como saben lo que se espera de ellos. En el caso de Ayllón, Merino amenaza directamente con fusilar a su comandante si este no le secunda, y tampoco los oficiales de los realistas de Villarcayo querían alzarse sin orden del gobierno. Una última cuestión a añadir: no todos los voluntarios realistas tenían por qué ser partidarios de don Carlos.


Tanto el alzamiento de Bilbao, como el del resto de territorios forales y Castilla, se habían realizado con poca violencia. Los sublevados se habían esforzado en mantener el orden público, y los liberales no habían sido molestados por sus ideas, limitándose las Juntas a detener a algunos de los más significados, que al poco fueron puestos en libertad. Claro que no tuvieron la misma limpieza con los patrimonios.

Por el contrario, los partidarios de la reina desarrollaron desde el primer momento una dura política represiva. Conscientes de que se movían sobre un polvorín, y que el terror era un arma que no debían dejar de utilizar si querían controlar la situación, no era infrecuente que se fusilara a todos los sublevados que se cogía con las armas en la mano, aunque la norma que acabo imponiéndose fue la de fusilar tan solo a los jefes y oficiales.

Al mismo tiempo, y para evitar que la dureza de la represión incitara a los alzados a mantenerse en armas, se promulgaron numerosos indultos para quienes entregaran las armas, con lo que en el momento que resulto evidente la incapacidad de hacer frente a la ofensiva de Sarsfield, muchos de ellos optaron por volver a sus casas en vez de arrostrar un futuro incierto.

Un último factor a tener en cuenta, y que sin duda también influyó en que el alzamiento de 1833 no adquiriera mayores proporciones es que se trataba de un movimiento donde en buena medida privaba el legitimismo puro, o sea, la defensa de los derechos de don Carlos frente a los de Isabel II. Así, el 4 de octubre se pública el famoso manifiesto redactado por Zea Bermúdez por el cual la Reina se comprometía a mantener la religión y la monarquía “primeros elementos de vida para la en España” en “todo su vigor y toda su pureza”.


Bibliografía:

“Historias” Por Eugenio García Ruiz.
“Revista de España, de Indias y del extranjero” por Fermín Gonzalo Morón e Ignacio de Ramón Carbonell.
“Galería Militar Contemporánea”
“Boletín Oficial de la provincia de Santander”.
“Diario Balear”
“La primera guerra carlista” tesis doctoral de Alfonso Bullón de Mendoza y Gómez de Valugera.
Revista “Desperta Ferro”

Para saber más:




lunes, 21 de noviembre de 2016

Lobos políticos y la lobera de Villabasil

  
El mundo animal fue durante la Edad Media una herramienta muy útil en la transmisión de mensajes políticos. No se sorprendan porque también los había aunque no exactamente iguales a los nuestros. Se ejecutaban a través ciertos instrumentos con los que ofrecían sugestivas imágenes de la realidad política, apoyados, además, en la alegoría, la metáfora y la comparación.

Un lobo con piel de cordero

La imagen del animal servía como un vehículo para atribuir -con sentido positivo o negativo- sus rasgos a un personaje concreto y, simultaneamente, para expresar profecías políticas y religiosas o instruir al gobernante en la contemplación de la virtud.

La sociedad medieval acentuó a partir del siglo XIII el empleo de animales para la representación política. Los actuantes se aprovechaban de la simbología y la moralización atribuida al animal empleado. Andar con un lobo ayudaba a que al líder se le asociase a las características de ese animal. O gracias a la sátira y la burda comparación física, atacarlo. Vamos, no era lo mismo ser motejado de lobo, zorro o león, en masculino o femenino ni a favor o en contra.

Dicha tradición, para fines políticos, se valoraba –o quizá se valora hoy- según ciertos indicadores:

  • Riqueza y versatilidad, en tanto que los animales no sólo eran capaces de encarnar valores morales o físicos concretos, de una forma clara y precisa a pesar, todo sea dicho, del significado diverso y ocasionalmente ambivalente que tenían ciertos animales, transmitiendo mensajes claros de carácter positivo o negativo; desde la vertiente eclesiástica la figura animal podía ser objeto de interpretaciones alegóricas, aportando nuevas perspectivas en la aproximación a ésta.
  • Atribución de rasgos negativos a ciertos animales, los cuales acabarían por adquirir un sentido grotesco y burlesco que es útilmente aprovechado como arma política.
  • Presentación de los animales en un sistema de corte jerárquico hábilmente adaptado por las monarquías. Así el león, el águila, el pavo real o el basilisco surgieron como encarnación del ideal regio. Dichos animales se caracterizarían por el pretendido temor despertado entre el resto de los animales, trasunto de la idea de autoridad real y de la noción de ira regia, al que se añadieron algunos matices basados en la simbología de la realeza - por ejemplo, la pelambre del león, a modo de corona - y en la interpretación simbólica de sus costumbres.
  • Capacidad de los animales para el establecimiento de paralelismos entre el universo político y religioso.
  • Amplia difusión de la tradición animalística, al margen de ambientes cultos, a través de la tradición folclórica, el arte o la enseñanza catequética.


La cuestión es saber cómo se producía esta identificación cuando no se disponían de los medios de promoción existentes hoy. Bien, debemos acudir a los recursos de la representación. ¿Qué es eso? Los instrumentos arriba apuntados: ceremoniales, literarios, iconográficos y simbólicos.

Asurbanipal cazando un león

Los recursos ceremoniales tenían diversos aspectos pero se trabajaría mucho con la asociación indirecta (pasearse con un lobo de la correa, pintarse con uno, etc.), la connotación, la alegorización y el uso directo de la imagen de la bestia, a través de la adopción de rasgos animales por el rey o por el noble (o villano) de turno. Los Reyes Católicos o Juan II disponían de animales cerca de ellos. ¿Recuerdan el episodio del león recogido en el Cantar de Mío Cid?

Todo eran mostrar el dominio que tenían los monarcas o los señores sobre la naturaleza, sobre las bestias y, por tanto, sobre las personas. Muestra de divinidad.


Por su parte, el desprestigio del rival político recurrió a algunos animales para difamar y humillar. Señalemos, como ejemplo, el asno como montura de condenados por la justicia. La crítica al poder encontró en la imagen animal un poderoso instrumento en el que confluían nociones como el desprestigio. En dicha crítica al poder fue fundamental la existencia de un conjunto de animales a los que para la tradición medieval eran negativos, en algunos casos con un matiz sardónico añadido. Dentro del elenco animal, los lobos pasaron a convertirse en la bestia por excelencia, debido a su asociación con la excesiva codicia y ésta con la nobleza.

No podemos olvidar el empleo de la sátira como arma política. La imagen animal tuvo una presencia importante en la invectiva más gruesa proferida hacia ciertos personajes de Castilla, con un fin de escarnio y ridiculización, a través de la equiparación de éstos con animales concretos en base a una pretendida relación de similitud entre ambos.

Solían centrarse en los rasgos físicos más específicos –fealdad, altura y peso- o rasgos morales de fuerte impacto dentro del código caballeresco, como el miedo –generalmente haciendo referencia a aves o al zorro, que se esconde en la madriguera- o la saña -fundamentalmente a través de referencias al león, al lobo o al perro-. Ruy Díaz de Mendoza era descrito como una “osa colmenera”, a causa de su abundante vello.

Junto a la identificación directa de un personaje concreto con un animal en virtud de algún rasgo físico o moral, cabe señalar el interés por sugerir dicha condición animal a través de la referencia a los espacios habitados por los diferentes personajes objeto de la sátira: una osera, una buitrera, una madriguera, una lobera, una raposera, o una porquera.

Además de esta crítica individual y particular, cabe señalar que a la sátira animal no escaparon algunos grupos de poder, como los regidores, los privados, los vasallos del rey o ciertas facciones de la nobleza. Todo en el marco de enfrentamientos personales o clasistas.

La animalización del contrincante político no sólo tenía un mero fin de desprestigio. La propia etiqueta de “bestial”, que tenía implicaciones de carácter religioso, buscaba, de una forma más o menos explícita, negar la condición humana y cristiana al otro.


Los Recursos Retórico-Literarios: mediante los bestiarios, los “exemplarios” o las enciclopedias. La elección de los animales respondía a sus connotaciones negativas o positivas, cuando no a otros matices específicos (nobleza, fortaleza, engaño, realeza, codicia, etc.). Los “malos” estaban reflejados a través de animales carroñeros o depredadores, como leopardos, lobos, mastines, osos, jabalíes, raposas, perros, águilas rateras, halcones, azores, buitres o cuervos; y los “hombres buenos” a través de animales herbívoros como carneros, ovejas, corderos, cabras, liebres, conejos o palomas. ¿Han visto Zootropolis? ¿Quién es el protagonista? Los animales antropomorfos poseen las características que asociamos a su especie: El león es alcalde (remedo de rey) y los lobos son una manada fiel de trabajadores nocturnos. ¿Y las ovejas? Como ven todavía aplicamos esos esquemas.


La alegoría animalística de dimensión política se difunde en Castilla a mediados del siglo XIV, para desarrollarse durante el reinado de Juan II y alcanzar una difusión manifiesta en el reinado de los Reyes Católicos.

El tercer grupo de recursos eran los iconográfico-Emblemáticos. Vamos la heráldica de la que ya hemos hablado. Y el cuarto los Recursos Simbólicos donde la posesión de leones y otros animales exóticos en las casas de fieras, fue uno de los símbolos por excelencia del poder. Y objeto de regalo diplomático. O Cazados y exhibidos en las estancias de representación, a manera de trofeos de caza, símbolo del ocio de la nobleza y de su poder.

La dimensión simbólica incluiría además la creación de genealogías míticas en las que tendrían participación ciertos animales. Claro que eso es más de germanos y escandinavos que de castellanos.

De castellanos era cazar lobos, no descender de ellos.


Y para cazar lobos es para lo que se construyó la lobera de Villabasil que está en la ladera sur del monte Peñalba (Montes de La Peña). Se sitúa o situaba porque se encuentra en muy mal estado. Permanece el foso pero gran parte de las paredes y las dos cabañuelas que poseía se encuentran derruidas.


Debemos fijarnos en ese foso porque es de gran profundidad (3`25 m) y una forma prácticamente circular (5`18 m x 5`83 m). Está rematado en su parte superior por piedras dispuestas en alero hacia el interior. Todas estas características nos llevan a pensar en que podría haberse empleado esta lobera para una doble función: la caza del lobo y la caza del… oso. Este último animal estaría mucho más extendido de lo que está hoy. José A. Valverde reconoce que las loberas se empleaban para esta caza doble al menos hasta el siglo XVII. López de Guereñu entendía lo mismo. En Lagrán (1688) se menciona la caza mediante el sistema de “corrida y ojeo” y en 1590 se comenta que “después de caído se les había salido” lo que confirma que cazaban al oso dirigiéndole a un hoyo. Entonces, si se trataba de un oso, el hoyo permanecía descubierto durante la batida y, en su interior, se colocaría un animal a modo de cebo.


El espesor medio de las paredes es de noventa centímetros y su longitud es de 331 metros para la norte y de 221 metros para la sur. Un total de 552 metros de muros. Se calcula que fue construida entre los siglos XVI y XVII.


Si tienen interés por verla debe ir a Villabasil y ascender por un camino hormigonado en dirección a la ermita de Nuestra Señora de Establado. Tomen una pista que deja la ermita a la derecha y alcanzarán un pozo de agua con forma de media luna. ¿Perdidos? Espero que no. Desde allí sigan un caminito que, ascendiendo hacia la izquierda, se interna en el monte. Deberán encontrarse –si todo va bien- con un sendero con marcas amarillas que conducen hacia el Portillo del Lérdano. Será la señal de que todavía no se han perdido. Ignórenlo y continúen hasta un pinar que, una vez atravesado, lleva a un hayedo donde está la lobera.



Bibliografía:

“Anotaciones al libro de la montería del rey Alfonso XI” José A. Valverde.
“Loberas en la comarca de Las Merindades (Burgos)” Judith Trueba Longo.




lunes, 14 de noviembre de 2016

Nuestras estaciones de “La Robla”


Sobre los ferrocarriles que atraviesan Las Merindades hemos hablado en diversas ocasiones, tanto sobre el Santander-Mediterráneo como sobre el Valmaseda-La Robla. En Este caso retomamos la magia de este último para comentar algo sobre sus estaciones.


El mundo del tren en nuestra comarca es heredero de la visión decimonónica de la gestión de los transportes. Pensemos que a finales de ese siglo los capitales nacionales dominaban en estas inversiones e, irreflexivamente, la obtención de máxima rentabilidad sumado una rápida amortización de la inversión condicionan las principales decisiones relativas a la ejecución de las obras y, por supuesto, a su financiación.


El Hullero tiene un trazado muy adaptado al terreno, piedemonte sur de la Cordillera Cantábrica, con las cuencas de 13 ríos, más del 30% del trayecto en curva, rampas de hasta 22`5 milésimas (en la larga y dura subida desde Ungo-Nava al puerto del Cabrio), y un armamento débil de la vía (carril de 24,5 kg/m). Vemos que desde el comienzo de su historia las condiciones de explotación estuvieron inevitablemente condicionadas.

Menamayor (Todas las fotos son del 2016 salvo las de ABUAF)

Pensemos, además, que la llegada del tren a un área determinada traía fuertes efectos colaterales como nuevas actividades económicas, y una cierta organización espacial de las mismas —de su localización, de sus flujos— y del propio territorio que aquel atraviesa. El Hullero no fue una excepción: canteras de balasto (Pedrosa), talleres en Valmaseda o cristalería y fábrica de arenas (Arija) fueron industrias que encontraron en La Robla una conexión con el activo mercado vasco. También la Sociedad Española de Productos Fotográficos Valca, S.A., en Cadagua, que surtía al mercado Nacional. Sin olvidarnos de los productos agrícolas y ganaderos hacia los diferentes mercados. En sentido contrario el Hullero transportó bienes acabados para abastecer el consumo de las localidades de su influencia

Mercadillo-Villasana de Mena

En cambio, dado su carácter de ferrocarril industrial, su necesidad de economía de costes y su tránsito por zonas poco pobladas hizo que –siendo favorables- sus promotores prestaran poca atención inicial al tráfico de viajeros… Y a la colocación de las estaciones. Lo cual no mejoró tras la reapertura encontrándonos que las estaciones de Las Merindades están, en su mayor parte, situadas en lugares de “hermosa preponderancia natural” que “favorecen el aislamiento personal” y “la aventura mediante vivificantes paseos”. Vamos que están lejos de todas partes y cerca de ninguno. Llegando al punto de poder quedarte tirado con el coche en alguno de los descuidados caminos de acceso. 

Anzo (derribada) Foto cortesía de ABUAF

Entre las estaciones de Las Merindades no encontramos ninguna de las de primera clase al estar cerca de la de Valmaseda que disponía de talleres, depósito de locomotoras y coches y demás. Ya desde el principio el tema de las estaciones estuvo algo así como cogido con alfileres, provisional, pendiente de las necesidades de explotación de la línea: si se necesitaba un edificio se construía y punto. De hecho, la ubicación, categoría, nombre… sufrían cambios, presiones y peticiones de subvenciones a los ayuntamientos, resueltos, algunos, mediante el ordeno y mando del cacique local. Y, desgraciadamente, en Las Merindades los cambios y saltos fueron exageradamente abundantes.

Vigo-Siones (Edificio Derribado) Foto: ABUAF

José Bustamante Bricio comentaba que, en el Valle de Mena, el recorrido inicial discurría de Menamayor a Villasana siguiendo por Vallejo, Paradores y Arceo para, atravesando Irús, subir el Cabrio. El que resultó ya le conocemos y repasaremos. Para don José el cambio de recorrido se debía a la influencia del consejero M. Ortiz que por acercar la línea a su pueblo (Anzo) la alejó del centro del valle y de la principal población (A su favor diremos que en las actas de la compañía no aparece nada de eso). Pero seguro que también influyó el señor de Maltrana presionando para tener su apeadero homónimo. Este no lo consiguió porque no se puede contentar a todos. Eso sí, le permitieron  parar los trenes en Menamayor cuando esta parada se cerró.

Fuente: ABUAF

Las presiones de las poblaciones y señores de Mena para conseguir su estación fueron tantas que la compañía del ferrocarril exigió a los interesados que asumiesen los costes de construcción y de mantenimiento posterior. Este es el caso, por ejemplo, del apeadero de “La Silla” logrado por los pueblos de Irús y Leciñana que terminó de construirse en 1941 y que facilitaba las dobles tracciones para subir el puerto del Cabrio.

Las paradas menesas se calificaron de la siguiente forma:

- Segunda categoría: Mercadillo-Villasana.
- Tercera categoría: Arla-Berrón, Ungo-Nava y Vigo-Siones.
- Apeaderos: Menamayor, Anzo, Cadagua, Cantonad y La Silla.

Pero todas no estuvieron en explotación desde el principio y algunas se cerraron antes del fin de la empresa.

Cantonad (Derribado) Fuente: ABUAF

Finalizando: ¿Nunca les ha picado la curiosidad de por qué en Mercadillo y no en Villasana? Pues, principalmente porque cuando se traza la línea la capital del Valle es Mercadillo. En ella se suele destacar el muelle de 1971 construido para cargar balastro de una cantera municipal y que fue una de las últimas construidas por La Robla, S.A.

La Silla (Derribado) Fuente: ABUAF

Por supuesto nada es "de balde" y el Valle de Mena prometió ceder gratuitamente los terrenos comunales y particulares que ocupasen la línea a lo largo de los cerca de 30 km del recorrido en Mena. Para pagar las expropiaciones se le pidió un anticipo a La Robla de 15.000 pesetas. Pero para recuperar ese dinero la compañía del Hullero acudió hasta el gobernador civil de Burgos.

Bercedo o Bercedo-Montija: la primera tras salvar el Cabrio sigue la tradición de alejarse del centro del municipio, Villasante, y de la población de Bercedo. Y de Medina de Pomar y Villarcayo cuyos residentes debían acercarse aquí si querían ir en tren a Bilbao o León. O enviar sus mercancías porque en 1911 se amplió la plazoleta de la estación y se construyó en ella un muelle para cargar talco de Medina y piedra.

Bercedo

Curiosamente la Diputación Provincial de Burgos, en sesión celebrada el 15 de Abril de 1890, ofreció al tren hullero 30.000 pesetas anuales durante 20 años condicionados a que la línea pasase por Villarcayo o hubiese un ramal por dicha población.

Y para esta estación, alejada del ayuntamiento, el pleno del ayuntamiento de Villasante determinó entregar, al menos, 4.000 pesetas.

Quintana: apeadero en Quintana de los Prados y relativamente cerca del centro de esta pedanía de Espinosa de los Monteros. Construida en 1967 nunca tuvo mucho movimiento.

Quintana de los Prados (Apeadero)

Espinosa de los Monteros: a casi dos quilómetros (1.600 m) del centro de la villa. Esta persistencia en estar mal situados, insistimos, provendría de la necesidad de ahorrar costes al ser este tipo de terrenos más baratos. Claro que también estarían las consideraciones técnicas ¿por qué no?

Las actas municipales recogían acuerdos sobre subvenciones por lo cual parece que la corporación estaba a favor de la estación. Considerada de Segunda era estación de destino –subrayo: de destino- de numerosos trenes de viajeros y mixtos procedentes de Bilbao, en especial durante el tiempo del veraneo. Aparte de personas también fue vehículo para vacas llegando a absorber hasta un tercio del trasporte de ganado de la línea.

Espinosa de los Monteros

Anotemos que durante su ejecución hubo problemas asociados a la construcción de un puente sobre el río Trueba.

Y algo más que problemas porque también hubo miedo ante la posibilidad de que el tren fuese de Bercedo hacia Villarcayo. Ante ello, en 1890, Espinosa se alió con las merindades de Sotoscueva y Valdeporres para ceder a la promotora los terrenos necesarios y 2.500 traviesas. Y estas no eran baratas dado el incremento de los precios por la demanda y por la creación de cárteles de la madera.

Placa giratoria de Espinosa de los Monteros

Dejemos un pequeño espacio para citar a algunos de los tratantes de traviesas de Las Merindades: Villasante y Solana de Espinosa de los Monteros; Francisco Azcona, Ricardo Ruiz, Celedonio Fernández, Ildefonso Otegui y Constantino López de Sotoscueva; Ruiz-Ogarrio de Valdeporres; y Tomás Peña de Soncillo.

Redondo: apeadero presente desde el principio y fruto de discrepancias. Pero se construyó… en el término de El rebollar, junto a la iglesia de la Orden Hospitalaria de San Juan de Jerusalén. Fue muy empleada durante los años del estraperlo.

Redondo

Sotoscueva: está situada en Vallejo aunque inicialmente debía haber ido en Villabáscones y lleva el nombre del municipio. En el libro de actas del ayuntamiento (fechas 9 y 10 de 1890) se indica que el señor Zuaznavar dejaba al ayuntamiento la elección del lugar de la estación siempre y cuando estuviese próxima a la carretera, hubiera la necesaria agua y un plano horizontal de 200 metros. Lo cumplía Vallejo.


Pues el ayuntamiento afirmó que el lugar ideal era el de San Roque en Villabáscones y como la ferroviaria no lo aceptaba se la amenazó con no pagar las subvenciones prometidas. Los pueblos afectados, que tampoco estaban tranquilos, acudieron al ministerio junto a su ayuntamiento. Finalmente una R.O. de febrero de 1893 rechazó las alegaciones contra Vallejo. Lamentablemente, San Roque estaba mejor ubicado en la merindad, en una zona más amplia y céntrica.



Como en el resto de zonas de Las Merindades, aquí La Robla fue ayudada con “el valor del terreno que ocupe la vía, siempre que no exceda de 10.000 pesetas” y las traviesas arriba indicadas. Por cierto, que por las desavenencias sobre la estación se hicieron los remolones y los malos pagadores y La Robla acudió al gobernador provincial.

Una vez puesta en marcha la estación se instaló un muelle de carga de piedra en terrenos cedido por Ramón Gómez-Aragón que, a la sazón, era alcalde del municipio, dueño de las canteras beneficiadas y bien relacionado con Zuaznavar. Durante la autarquía del primer franquismo aquí se embarcaban arenas silíceas traídas desde Torme.

Pedrosa: Construida en la cabeza del municipio y cerca del núcleo urbano –actualmente dentro- tras pasar el túnel de La Parte por debajo del puerto de la Varga, Vilga o Virga. La Robla fue favorecida por las traviesas ya dichas y por los terrenos necesarios, salvo los ocupados por inmuebles.

Pedrosa

En 1900 el ayuntamiento pidió a La Robla, S.A. que construyese un camino para acercar los pueblos de San Martín de Porres y Las Rozas a la estación. La respuesta fue… No. En 1913 se construyó una vía muerta y un muelle con un coste de 2.000 pesetas de la época. En los años treinta del siglo XX, para atender una cantera de balastro, se crearon muelles nuevos y un apartadero.

Dosante-Cidad: La característica principal de esta estación junto a ninguna parte es que estaba pegadita a la del Santander-Mediterráneo. Fue construida en la década de los treinta (1931-1940) para el tráfico combinado entre ambas empresas. Principalmente carbón. En un principio era un apeadero pero cuando el otro ferrocarril –ese SM de carácter “estratégico”- abrió hasta ese punto fue ascendida a estación. Era 1934.

Situación del apeadero de Dosante-Cidad en 2016

Empalme con SM 1996 (ABUAF)
Vista de las estaciones de ambas líneas en la década de 1980

La misma vista en 2014

Robredo-Ahedo: Entre esos dos lugares y cerca de ninguno de ellos. Siempre fue una de las estaciones con menos tráfico. En 1915 se instaló una placa giratoria para uso del depósito de combustible en sustitución de los de Cabañas y Cervera. Decayó en Apeadero. Hoy en día continúa siendo de difícil acceso y, si se dejan caer por allí, serán sujetos de la curiosidad de los vecinos de la estación.



Soncillo: que no está en soncillo. Ni cerca. La capital del valle de Valdebezana no estaba ni en el trazado original. Bueno, ni ahora. Vale, está en el término municipal, y eso le costó mucho esfuerzo al ayuntamiento presionando en el ministerio correspondiente. ¡Solo les separa 7 km! Y los gastos los cubrió el municipio como indica un acta de 1905. Para redondear el asunto estuvo en la línea del frente de la guerra civil de 1936-1939 con el daño inherente a esa situación.



Cabañas de Virtus: Una de las pocas paradas con coeficiente de movilidad superior al estimado al canalizar tráfico por estar junto a la carretera nacional que enlazaba Burgos y Santander. Constan obras de construcción de un disco (1899), una vía muerta (1906) y un almacén de maderas para Cementos Portland de Sestao (1907). Con los planes de estabilización de la década de 1960 perdió mucho de su tráfico y fue rebajada a apeadero.


Arija: Aquí el ferrocarril acertó de pleno. Cuando se tendió la vía Arija pertenecía al ayuntamiento de Alfoz de Santa Gadea y tenía un apeadero. Con el siglo XX se ofreció convertirla en estación a gastos pagados pero La Robla, S.A. se negó.

Y llegó Cristalería Española al barrio de abajo (1906) y se hizo la estación. En 1920 Arija se segregó de Alfoz de Santa Gadea convirtiéndose en uno de los municipios más pequeños de la provincia de Burgos pero con mayor renta per cápita. En el año 1905 la cristalera y la ferroviaria firmaron un contrato para establecer ese apeadero que devendría en estación y en 1906 la cristalera consiguió que esa estación tuviese una estructura especial, claro que, a cambio de asumir los gastos de instalación y parte de los de mantenimiento. Por ello la apariencia de la misma es algo diferente a las demás.


Aunque es, como los demás, un edificio de planta rectangular y dos alturas su mampostería no se detienen en la primera planta. Además el fondo del mismo es mayor que el de las demás estaciones de Las Merindades (al menos los sobrevivientes). La cubierta de todas es a dos aguas con estructura de madera y cubierta de teja.

Los apeaderos que tenemos hoy son de estructura funcional: una marquesina cerrada con ladrillo por tres lados que protege a los pasajeros de la lluvia mientras esperan.

De todas formas debemos entender que los diferentes momentos de construcción y la conocida economía de medios de La Robla hizo que no constase una estética exigentemente homogénea.

Bibliografía:

“El ferrocarril hullero de La Robla a Valmaseda 1890-1972”. Pedro Fernández Díaz Sarabia.


Esta entrada está dedicada a Elena Julia y Sara Isabel porque, como el tren, son el futuro.