Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


viernes, 30 de diciembre de 2016

Bitelchús en Horna.


¡¡Terror!! ¡¡Miedo!! ¡¡PÁNICO!! Ruidos en la noche cuyo origen es desconocido. No, no es un caso de Iker Jiménez –aunque podría haberlo sido- sino que es un caso más próximo a “The Twilight Zone” (“La hora crepuscular” o, entre nosotros, “La Dimensión desconocida”).

Casa Bocarredo (Google)

Viajemos en el tiempo y en el espacio en busca de este espanto. ¡Saltemos! Bienvenidos al año 1956. Estamos en los primeros días de agosto, o quizá en los últimos de Julio, junto a los habitantes de la casa llamada Bocarredo, situada junto a la estación del Santander-Mediterráneo, en Horna. Es aquél lejano “año del frío” en que una ola siberiana (Enviada por Moscú, seguro) congeló hasta los olivos españoles.

Cadillac de los Cazafantasmas

Atardece pero las cuatro familias que residen en esta casa están intranquilas: han empezado a escuchar ruidos nocturnos de extraña procedencia que no les deja dormir. Son golpes fuertes y secos que se repiten a intervalos durante la noche. ¿Serán fantasmas? ¿Duendes? ¿Quién puede tener la respuesta? ¿Quién les puede ayudar?

Evidentemente se recurrió a individuos sobradamente preparados para enfrentarse a estos dilemas. Pero como Peter Venkman, Ray Stantz y Egon Spengler, los cazafantasmas, todavía no estaban en activo se reclamó a los más castizos Guardias Civiles. Allí se presentaron el teniente jefe del puesto de Villarcayo junto a algunos números (agentes).

Los Cazafantasmas

Investigaron. Y concluyeron: RATAS. Y ratas de buen tamaño. Todo era debido a la configuración de la casa que poseía amplios sótanos y con un almacén de trigo adherido al edificio. ¿Y podían hacer esos roedores tanto ruido? Los hombres de la benemérita institución arguyeron que era posible por la acumulación de trastos almacenados en muchas de las dependencias de la casa, por el hecho de que el edificio era de bloques de cemento y por la configuración de los sótanos del inmueble.

Caso cerrado. Claro que pensar que las ratas pudieron ser los autores de este expediente “clarísimo” de poltergeist es fiarse mucho de la naturaleza cuando, todos lo sabemos, duendes, trasgos, fantasmas y aparecidos existen. Y, cuando no, se les ayuda.

Teniente de la Guardia Civil (1943-1958)

La casa era propiedad de Paulino Varona, o Angulo, que ocupaba una de las viviendas teniendo las otras tres arrendadas. Cuando surgieron las quejas, la hija del arrendador, doña Concepción Varona, vio una posibilidad de cambiar los inquilinos por otros mejores o de tener los pisos libres. Se le ocurrió ampliar los ruidos producidos por las ratas. Así, de madrugada, y armada con una barra de hierro golpeaba las chimeneas produciendo terribles ruidos que, convenientemente espaciados, aterraban a los convecinos. La Guardia Civil detuvo tanto al padre como a la hija.

Pero mucha gente de la zona insistía en que los ruidos continuaban. Es decir, que creían que verdaderamente había fantasmas. Durante cierto tiempo fue una atracción y se acercaban gentes de Villarcayo, de sus contornos y veraneantes para intentar escuchar los misteriosos ruidos. Se decía que podía haber aguas subterráneas o qué sé yo. Lo cierto es que la casa hoy es una ruina.

Agente Guardia Civil (1943-1973)

De niño había escuchado a mi padre la historia de esta casa cuando, paseando con él en bicicleta, me contaba que esa casa se abandonó porque tenía fantasmas. Pero me he acercado a esta leyenda a través de una columna del periódico “Imperio”. Este fue un diario distribuido en Zamora entre el 29/10/1936 y el 09/06/1963 que pertenecía a la Falange Española de las J.O.N.S. como parte de la red de periódicos del Movimiento Nacional.


Comenzó llamándose “Imperio: Diario de Zamora de la Falange Española de las J.O.N.S.” y era una publicación de ámbito local-provincial con edición diaria. En su último número se explicaba que el día 11 de junio se fundía con “El Correo de Zamora”.

Bibliografía:

Periódico “Imperio”.


Dedico esta entrada al gran Jesús M. , prolífico autor, enorme curioso e incansable trabajador que ha disfrutado la gloria y las miserias de esta tierra nuestra desde aquel... desde hace mucho.  


lunes, 19 de diciembre de 2016

La muerte en San Juan de la Hoz


Nuestro ciclo sobre San Juan de la Hoz, como todas las cosas en la vida, termina. Y lo terminaremos con su muerte, no la del edificio sino la física, la de las personas. La que duele.

Los ritos funerarios son un muestrario de los comportamientos sociales de un momento histórico determinado. Y de ahí su principal valor. Durante las excavaciones en San Juan de la Hoz se localizaron numerosos osarios que procederían del levantamiento de los enterramientos que estuvieron bajo la iglesia románica y que tuvieron que moverse por el derrumbe del siglo XVIII.

Iglesia de San JUan de la Hoz
Cortesía Tierras de Burgos

Tenemos así:

Osario del Noroeste: fuera de la iglesia, construido con pobres muros de mampostería adosados al exterior del templo que afeaba el templo.

Osario del presbiterio: En el lateral sur, a 38 cm de distancia del banco románico, se halló una fosa con cabecera enmarcada por dos piedras talladas y tres baldosas rojas y completada con mampuesto. Tuvo que ser la tumba de algún personaje pero se halló vacía.

Pero sí se contabilizaron restos óseos de adultos revueltos, unos 23 individuos. Y un poco alejado un esqueleto adulto pero en una tumba destruida o quemada. Estaba en decúbito supino con la cabeza al oeste. Le faltaban los brazos y la pierna izquierda.

Parece que el presbiterio era la zona de enterramiento de los frailes del lugar.


Osario del crucero y la nave: En este se encontraron monedas de diferentes épocas entre los restos humanos. Dado que los huesos de las manos estaban manchados de cardenillo se dedujo que se produjeron por la tradición del óbolo del difunto.

Se recuperaron, a su vez, rosarios del siglo XVIII, medallas y cruces de madera tallada, cuentas de azabache, cristal, clavos, cerámica, aretes y fragmentos de madera que empujan hacia la idea del empleo de ataúdes. Estos restos vieron alterado su “eterno descanso” por las obras de reforma del siglo dieciocho. Por ello, pocos restos óseos se pudieron recoger para el estudio correspondiente. Así, los cráneos (125-130) fueron enterrados en una fosa común en el claustro y el resto se empleó como material de relleno de la zona estudiada.

Osario del claustro: A casi un metro y medio de la cata se encontró un cráneo cubierto por una teja de buena factura, una moneda del rey Alfonso V (999-1028) y restos de cerámica. Además, cuatro esqueletos –uno con el cráneo bajo una teja y los otros con monedas de Sancho IV (1284-1295) y Enrique IV (1454-1474) y Felipe II- antes del nivel prerrománico. Una vez llegado a ese nivel, nada.

Desplazados a un metro de distancia del muro sur, en dicho lateral norte, se encontraron resto de una posible fosa y varios esqueletos incompletos. La prospección encontró tras estos un muro de 70 centímetros de ancho y 80 centímetros de altura de buena mampostería sobre el que va el grijo del claustro.


Tras el murete se encontró la losa de una sepultura que protegía una tumba de cabecera redondeada. Dentro: un esqueleto encorvado (fue metido a presión porque no cabía en una muestra de humor negro o –seriamente visto- de situación chusca). El padre Argáiz deja escrito que en el claustro se encontraba una piedra con el nombre del abad Nicolás.

Y, por supuesto, tenemos la conocida necrópolis altomedieval del monasterio que correspondió a los enterramientos del monasterio dúplice, más allá del arroyo Somorroyo que bordea el centro religioso. En las sucesivas campañas se encontraron 84 enterramientos y la ausencia de tumbas más allá de lo acotado. Pero un total de 67 individuos. A saber: 37 hombres, 27 mujeres, 5 niños y 3 indeterminados.

La conservación de las tumbas está condicionada por el tipo de roca sobre la que se excavó: Roca caliza al sur (7 metros) con entalladura de las tumbas más perfecta y mejor la conservación; unos 5 metros centrales con roca poco compacta y tumbas peor conservadas; y el lateral norte (unos 4 metros) que es un espacio con roca muy somera y donde los enterramientos son de deposición.

Todas las tumbas presentan un aspecto rudimentario tanto por la roca como por la hechura tosca, mediante puntero y hacha, que comenzaba labrando los pies y, dada la pendiente, picaban hacia la cabeza buscando simultáneamente el plano horizontal.

Cuando visiten esta necrópolis verán tumbas de tipo bañera, de inicio antropomorfo, biformes, antropomorfas y de deposición con un tamaño tirando a grande (más de 1`50 metros). Las de menos tamaño la encuadraríamos en tumbas de niños o de adolescentes por lo cual es lógica la preponderancia de los tamaños grandes: es un monasterio. Y, no se crean, de jóvenes hay una cuarta parte de las tumbas. ¿Causa? Pensemos en las personas ofrecidas como postulantes o novicios a la espera de su ingreso en la vida monacal. Y si se preguntan por las tumbas infantiles podemos suponerlas fruto del enterramiento de los niños de los trabajadores del lugar. O no.


Para saber la antigüedad de las tumbas solo hay que fijarse en ellas. ¡Salta a la vista la época! Bueno, si sabemos mirar. Unas pistas:

- Si son sepulturas de bañera serán del siglo VIII al IX (excepto las infantiles que llegan al XI).
- Si son Biformes van del IX al X
- ¿Antropomorfas? Siglos X a XI.
- Las de deposición son del periodo final de la necrópolis porque no tienen forma y porque están situadas en donde la roca falla.

Desde la construcción de la iglesia románica (Siglo XII) la necrópolis se abandona.


Si nos fijamos en la forma de las cabeceras y del encaje de la cabeza también es un elemento para determinar la edad. Así, la forma redondeada es la más antigua lo que sumado a la desigualdad en la hechura de los hombros, los pies estrechos, la falta de encaje de las losas… nos sitúan en la línea de los siglos VIII hasta el XI. Y el encaje del occipital de la cabeza se abandona hacia el siglo XI. De hecho, solo 30 de 84 tienen oquedad occipital y, estas, abundan en el lateral sur que es una zona de roca de mejor clase y las más antiguas.

Otro aspecto a analizar es la orientación de las tumbas. En el medievo la norma era una orientación de oeste (cabeza) a este (pies) y la mayor parte de estas tumbas lo cumplen. Los incumplimientos, generalmente entre las biformes, son causados por la calidad de la roca más que por saltarse la dinámica general. ¿Qué les llevaba a estas gentes del medievo a orientar así las tumbas? Podría ser una pervivencia de los cultos solares donde la puesta de sol señalaría la región de los muertos. Si a esto le sumamos que las losas que las cubrían tenían orificios para libaciones y la disposición de monedas en las manos de los cadáveres, pues, tendríamos la clara supervivencia de cultos paganos cubiertos por el barniz del cristianismo. Claro que podría no ser eso sino buscar orientar las cabezas mirando hacia Jerusalén, la luz de la verdadera vida.


Curiosamente el estudio de la orientación de las tumbas puede descubrir la estación en que fueron necesitadas. En San Juan de la Hoz la mayoría de los enterramientos se producen en dos periodos punta: de marzo a mayo y de agosto a noviembre. ¿Seguro? O, al menos, nos dice que las tumbas se labraban evitando los meses de mayor frío y de mayor calor.

Si se acercan a verlas tengan en cuenta el deterioro que han sufrido causado por su antigüedad, la calidad de la roca, los estragos de la vegetación, el expolio de las lajas de cobertura y la fragilidad de la roca. No aumenten la degradación, por favor.


Y ya que han salido las losas de cobertura un par de veces debemos hablar de ellas.

Se han hallado pocas porque, como en otros lugares, se reutilizaron. Se supone, al carecer de encajes, que estarían posadas sobre la tumba y calzadas con piedras menores. Alguna losa procedía de la reconversión de una rueda de molino y en otras se encontraron orificios que se han asociado a ofrendas paganas. Con ello podríamos asumir su supervivencia en zonas rurales y montañosas.


Bibliografía:

“El conjunto arqueológico del monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata (Burgos)” por Josefina Andrio González, Ester Loyola Perea, Julio Martínez Florez y Javier Moreda Blanco.

Para saber más:





lunes, 12 de diciembre de 2016

San Juan de la Hoz y su ruina. Conoceremos la bodega, el claustro y sus monedas.


Y llegaron los navarros.

El conde de Castilla es asesinado en León (1029) por lo cual el territorio lo hereda su hermana que lo pasa a su hijo Fernando y, de resultas, a Sancho III de Navarra quien será tutor del chaval.


Y lo hará con desparpajo, ¡como si Castilla fuese su heredad! Por medio de un Real Privilegio del 27 de junio de 1033 reforma el monasterio de San Salvador; disuelve las comunidades regulares de monjas de Oña y sus prioratos y rellena el hueco con mojes de Cluny; confirma las donaciones del conde don Sancho; dispone el gobierno de la casa, la elección del abad por el convento y la exención de justicia eclesiástica y secular; Las monjas son trasladadas a San Juan de Lences con una renta vitalicia; nombra abad de Oña a García que procedía de San Juan de la Peña (1032) con autoridad sobre todas las iglesias y monasterios dependientes de Oña. Y esto se aplicó, y padeció, San Juan de la Hoz de Cillaperlata.

Puerta de la Iglesia con el muro
del claustro al fondo

Tengan claro que los diezmos, primicias, oblaciones y derechos se los llevaba Oña. Tanto de San Juan como del poblamiento de Cillaperlata, que era infurcionego de Oña. Los vecinos pagaban: 28 celemines de pan mediado por cada pareja de bueyes, con uno la mitad y si no tenías… siete celemines; hacían un día de serna sin estipendio y cuando y donde lo decidiese el prior; todos los montes eran propiedad del monasterio por lo que los vecinos no podían ni roturar, ni cortar leña sin licencia del abad de Oña.

Un gran combustible para odios y disputas como la parroquialidad y potenciador del ensañamiento en la destrucción de San Juan.

Muro del Claustro

Pero no nos aceleremos, hubo un tiempo en que San Juan de la Hoz se libró de San Salvador de Oña gracias al mal encarado abad García III. Su mal carácter llevó a que lo denunciaran a Roma que mandó al arzobispo de Toledo, don Cerebruno, resolverlo. Vinieron a Briviesca el arzobispo y el obispo de Burgos, Pedro Pérez, para ello. Finalmente García III fue renunciado a la abadía (1169) tras cuatro años en el cargo. El rey Alfonso VIII le cede la villa de Encinillas, Castrillo y San Juan de Cillaperlata vitaliciamente. Luego se reintegrarían al patrimonio de Oña. Pero, ¡vaya regalito para Cillaperlata!

En el año 1187 compra Cillaperlata, por 44 maravedíes, la villa yerma de Encinillas. San Juan de la Hoz les vende un erial. El clero haciendo amigos.

Área del claustro

Puede que fuese esa relación de cordial enemistad la que produjo frutos como los tres siglos de pleitos entre Nuestra Señora de Covadonga y el priorato de San Juan de la Hoz por los derechos de parroquialidad (y sus haberes). Empezaron en 1519 y finalizaron en 1706.

La primera concesión obtenida por la ermita de Covadonga fue el derecho a tener misa los festivos, excepto los más solemnes de la iglesia. En 1559 Covadonga arranca tener Santísimo Sacramento y poder enterrar a los menores de 8 años en la ermita. Claro que los del monasterio intentaron quitarles el Santísimo Sacramento en 1603 y… pleitos. Este lo ganan los de Cillaperlata de Abajo que arañan el tener un clérigo regular para la asistencia de la ermita. En 1604 consiguen que el clérigo de Covadonga sea distinto al de San Juan de la Hoz, claro que deberán pedir permiso al abad de Oña para tener Santísimo Sacramento.

Iglesia de San Juan Bautista

En 1705 los vecinos de Cillaperlata de Abajo consiguen que las misas sean cantadas en las fiestas y que haya procesión; que se pueda dar la paz y se pueda cantar responsos. En 1706 se podrá enterrar en Nuestra Señora de Covadonga… si lo deja declarado en sus últimas voluntades el finado.

Y llegamos al fatídico 10 de marzo de 1810, en plena Guerra de la Independencia española (para secesionistas catalanes: guerra del francés) cuando el prior de San Juan de la Hoz, fray Juan Muñoz, dio muestras de afrancesamiento –quizá porque, para algunos, el priorato estaba arruinado, ¿Cierto?-. Longa, guerrillero que comandaba las tropas en el norte de Castilla, inició ese 10, como acción punitiva, un saqueo que se prolongaría durante varias jornadas y destruyó iglesia y convento. Aunque Longa y sus huestes no participaron más allá del momento inicial.


Vamos, que fueron los vecinos de ambos barrios de Cillaperlata los que, tras Longa, se dieron al trabajo. Claro que, cuando un soldado cogió el Copón de las Sagradas Formas, un vecino del Barrio de Arriba lo traslada a la ermita de San Clemente. Y los vecinos de este barrio, sin consultar a los del otro, piden al arzobispo que la parroquialidad del destruido San Juan pase a San Clemente. Y el ilustrísimo Manuel Cid Monroy lo sanciona.

¿Cómo en una sociedad católica, respetuosa de la Iglesia y liderada por gente temerosa de Dios ocurrió esto? Por el afrancesamiento del prior en un tiempo de guerra con Napoleón que lo situaba en el campo enemigo y el odio de los lugareños fermentado durante generaciones.


Bueno, muerto el perro se acabó la rabia, ¿no? Pues no. En 1821 las ermitas de San Clemente y de Covadonga son denominadas parroquias pero al finalizar en Trienio Liberal y vuelto Fernando VII en toda su majestad anula este nombramiento. Y peor, cuando ese 1923 los vecinos del Barrio de Arriba solicitan la edificación de una iglesia porque la ermita de San Clemente era insuficiente. Con la desamortización decretada por el ministro Mendizabal, liberal de Isabel II, el monasterio pasará a manos de los Saez de Parayuelo que eran hidalgos de la Revilla o Barrio de Arriba. Era un tiempo de pleitos con el barrio de Abajo por la titularidad parroquial debido a que la ermita de San Martín era pequeña y ruinosa. Ni cortos ni perezosos desmontarán el ábside y otras partes del monasterio para crear la iglesia de San Juan.

Más fechas: 1842, en este año Nuestra Señora de Covadonga será nombrada filial de la nueva parroquia de San Juan; 1846 cuando a Nuestra Señora se le nombra parroquia; 1868, cuando se deja sin dotación la parroquia de Arriba y queda como iglesia matriz la de Covadonga; 1880 cuando la de Covadonga se declara única parroquia de los dos barrios; 1926 a 1927 cuando se derriba la iglesia de San Juan del Barrio de Arriba a petición del párroco de Cillaperlata, Sr. Baranda.


Se buscó salvar, en este derribo, las piedras labradas que procedían del expolio de la iglesia del monasterio de San Juan de la Hoz y que en su día adornaron la portada y el ábside de la nueva del Barrio de Arriba y los capiteles del interior. Cuentan que se desmontaron con cuidado, se montaron en la trasera de un camión camino de Burgos y… desaparecieron para siempre. Como en el cuento de “El Flautista de Hamelín” sólo se salvarían una parte de las arquivoltas de la portada que están en la puerta de Nuestra Señora de Covadonga. El sagrario también llegó a este templo… Y pequeños restos decorativos procedentes de la excavación arqueológica con su valor museístico. En la placa explicativa del viejo monasterio nos informan de que elemento de esa iglesia de San Juan se emplearon para construir la casa parroquial del pueblo.

Casa parroquial

Desaparecido el templo desapareció el barrio de arriba o desaparecido el Barrio de Arriba desapareció San Juan, y ya solo conocemos una Cillaperlata.

Pero para que el olvido del Monasterio de San Juan de la Hoz no acompañe al Barrio de Arriba les invito a seguir conociendo los restos arqueológicos.

El claustro.

Lo tenemos al sur de la iglesia con una superficie de unos 780 metros cuadrados. Disponía de galería cubierta con las habitaciones de los monjes y los servicios para la comunidad en los laterales oeste y sur. Los lados este y norte se ha visto que disponían de un paseo de tres metros con guijarros. El centro, como era tradición, estaba ajardinado.

Entrada del claustro San Juan de la Hoz a
principios de siglo 

Se accedía a la iglesia por una puerta en su lado norte. Este muro era de 12`30 metros de largo y un grosor doble de lo normal. Se conserva un fragmento de 8`30 metros por 5`25 metros de alto. Vemos tres ménsulas que se debieron emplear para sostener la cubierta.

Pared del claustro situada junto al arroyo

En el lado oeste hubo una galería de 5`20 metros de anchura con muros de 80 cm de grosor y embaldosada con baldosa roja. Una cata nos mostró una puerta de salida del claustro en el ángulo Suroeste con un escudo de piedra sobre ella que se conserva en el jardín de la iglesia de Cillaperlata. Esa puerta del claustro luego fue cegada y construida otra, más pequeña y adintelada.

Camino de guijarros

En el lateral sur, si quitásemos la maleza, veríamos que estuvo cubierto y que tuvo habitaciones conventuales. El claustro probablemente se construyese en los siglos XVI-XVII.

La bodega de los frailes

Es la plasmación de cómo se aprovechó una estructura natural para facilitar las construcciones humanas. A simple vista se perciben los encajes de vegetación y restos de dos muros laterales y uno paralelo a la roca que cierran un espacio y sobre los que descansarían una posible bóveda y el tejado de la obra.

Roca trabajada como pared en la Bodega
de los Frailes

Un rectángulo de 17 metros por 5 metros y muros de 60 cm. La bóveda fue de buena piedra sillar y el tejado a una vertiente encajado a 6 metros en la roca.

Se han encontrado diversos restos –desde huesos de animales a marcas de fuego- pero por la continua reutilización y movimientos de la tierra no se puede determinar nada.


La bodega sería una construcción de los siglos XVII a XVIII pero empleada, basándonos en los restos prerrománicos, desde siglo X o siglo XI. Quizá fue parte del convento en un principio.

Monedas

Hasta ahora se han recuperado 132 monedas de diversos momentos de la historia en Las Merindades: desde Alfonso VIII (1158-1214) hasta Alfonso XII (1874-1885). Son muy variadas y aparecían asociadas a restos óseos. Concretamente, la mayoría proceden del osario (de los enterramientos tendremos que hablar) que estaba debajo la iglesia confirmando, indirectamente, la fecha de construcción de la misma al aparecer una moneda de Alfonso VIII y, a su vez, la fecha de destrucción al aparecer también una moneda de Carlos IV.

Pared del claustro

Y, sí. Si lo estaban pensando creo que tienen razón: parece que estos enterramientos tenían un toque de paganismo al asociar al cadáver una moneda, ¿el óbolo de Caronte? Seguro. Pero esta moneda no se colocaba en la boca sino en la mano del difunto.

Dada la forma en que se encuentran estas monedas debemos olvidarnos de la estratigrafía. De hecho, la de Alfonso XII se origina por el despiste de un excursionista al aparecer sobre el pavimento que cubría el osario. Salvo las 13 monedas de Enrique III que pudieron haber estado en una bolsa. Anotar, como curiosidades, la presencia de una moneda árabe de la ceca de Granada del rey Alí Ben Said del año 1476 y algunas portuguesas.


Las monedas han permitido ver la falta de monetario en la época medieval al ser la mayoría de ellas posteriores a los Reyes Católicos y el aumento progresivo de la riqueza y la disposición de efectivo. Decaen en el siglo XVIII por la posibilidad de enterrar en Nuestra Señora de Covadonga y por la prohibición de los enterramientos dentro de la iglesia. Un detalle: la moneda de Carlos IV se recogió en el suelo de la sacristía por lo que podemos imaginar que se le cayó a un saqueador despistado.



Bibliografía:

“El conjunto arqueológico del monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata (Burgos)” Josefina Andrio Gonzalo, Ester Loyola Perea, Julio Martínez Florez y Javier Moreno Blanco.
Románico digital.

Para saber más:






lunes, 5 de diciembre de 2016

San Juan de la Hoz (Ascenso e Iglesia)


Debemos trasladarnos a Cillaperlata para conocer este mágico lugar, en la hoz que forman dos montes de la sierra de la Llana, que nos espera, al menos, desde el año 790. Inició su camino como monasterio independiente dúplice y luego fue priorato de San Salvador de Oña.



Quizá surgió como agrupación de eremitas tanto por la existencia de cuevas en el entorno –Covanuto y la Cueva- como por su dedicación a San Juan. Será el Padre benedictino Argáiz, del monasterio de San Salvador de Oña, el que señala cuatro fechas sobre este monasterio: 290, 551, 839 y 921.

La primera fecha la engarza hablando del monje Hauberto (847-922) que le hace decir que “en el año 290, en la cuidad de Frías, cerca de la merindad Bureba y de la villa de Poza, fueron quemados todos los ciudadanos un 7 de febrero, siendo capitán o duque suyo Adauco, también ciudadano. Los cuerpos de muchos fueron trasladados por los cántabros, vecinos de la Villa de Espinosa de los Monteros, unos, al monasterio saliense, otros a la iglesia de Santa María del Valle”. Para el padre Argáiz “saliense” sería un término erróneo porque el monasterio de Salas se construye en el 666 y el adecuado sería Cellense y referido a San Juan de Cella, que es como lo denomina Hauberto. (¡En fin, Serafín!)


La segunda fecha, 551, también es fruto del dúo Hauberto y Argáiz. Consta que el monasterio de San Juan de los Butrones fue edificado por el obispo Llano (¿Fredense?) y que su primera abadesa fue Domicia. Luego que en 839 floreció Santa Sotaria en el monasterio Benedictino de los Butrones y que, en 921, destaca Santa Scopia como abadesa del monasterio de San Juan de Cillaperlata. Argáiz elimina otros monasterios anexos a Oña porque no fueron dúplices con lo cual asigna todas estas notas a San Juan de la Hoz de Cillaperlata. Claro que hacer caso, sin soporte documental, al padre Argáiz…

Otra leyenda –mucho de lo anterior lo sería- es la que dice que el rey Fruela (757-768) fue enterrado en este lugar. Todos lo arriba citado solo sirven para resaltar que San Juan de la Hoz era muy antiguo. ¿Cuánto? ¡Chi lo sa!

(Cortesía de ZaLeZ)

Gracias a los documentos de donación podemos desbrozar la vida de este centro religioso. La más antigua, aunque se ha perdido el documento dado a conocer por Yepes (¡mecachis!), data del 954 en una donación de un conde Sancho –en esos años era conde de Castilla Fernán González- y en el 967 doña Eldoara concede a San Juan, dirigido por el abad Ovidio, varios lugares.

Pero parece que podría ser de construcción tardovisigoda (siglos VII-VIII), quizá dentro del programa evangelizador de los reyes visigodos iniciado en el siglo VI en las tierras de Las Merindades y contornos. Podríamos llegar a situarlo en combinación con el complejo de Tedeja y Santa María de Mijangos formando así un virtuoso triangulo.


Venga, el primer documento real que se refiere a este monasterio lo presenta como abadía y relata las posesiones que obtiene y no son pocas. Les ahorro la relación pero les indico que fue en el 790. Repito 790 d.C. Hay otros documentos con donaciones que nos permiten seguir el ritmo vital del monasterio.

No se sabe la regla que rigió en su inicio. Pudo ser la no escrita de San Agustín o la de Juan de Biclara obispo de Gerona (591-621). Pero, más tarde, se aplicó la de San Fructuoso que lo rigió durante los dos primeros siglos de la reconquista.

El padre Úrbel señala un documento en el que se detalla que siendo abad del monasterio de San Juan de la Hoz Alejandro II lo entrega al conde de Castilla y el nombramiento de Oneca como abadesa en 1002. En un documento que estaba en la regla de don Domingo se conoció que Diego Fernández y Diego Fuertes profesaron como monjes en San Juan de la Hoz sujetándose a la obediencia de la abadesa Oneca y donando la hacienda que tenían en la comarca del monasterio. ¿Qué nos dice esto? Pues que el monasterio era importante en esa Castilla.


Ese segundo documento nos resalta, a su vez, el aspecto del monacato dúplice al figurar como consejero al abad Juan. Esta duplicidad, procedente del concilio II de Sevilla presidido por San Isidoro, se implantará en San Salvador de Oña cuando en 1011 nuestras monjas de Cillaperlata y su abadesa sean trasladadas allí para arrancar la vida monacal del nuevo monasterio. Al fin y al cabo, quién mejor que la tía carnal de Tigridia, flamante abadesa de San Salvador de Oña e hija del conde de Castilla Sancho García, para enseñar a gobernar el convento. Por supuesto, para la protección espiritual llegarán a Oña los monjes de San Salvador de Loberuela.

Y, es que, Oneca, nuestra infanta-abadesa tuvo una vida de –podríamos decirlo así- “grandes servicios al estado”: rehén de paz con Almanzor en Córdoba, cuando vuelve a Castilla es abadesa de San Juan de la Hoz y, luego, San Salvador donde fue la primera abadesa y maestra de su sobrina.

Muro conventual

Con la abadesa se traslada también la titularidad del monasterio y San Juan se convierte en priorato. En 1017 las enseñanzas a Tigridia finalizan y Oneca vuelve al ya dependiente San Juan de la Hoz. Será, Oneca, parte del consejo de regencia de su Sobrino García Sánchez y a la muerte de este (1028) pasa al partido de los reyes de Navarra. Será por eso que, en lo que podríamos considerar como el testamento de Oneca hecho el 7 de julio de 1020, entrega a Sancho III y a doña Mayor sus señoríos, palacios y heredades.

¿Murió? No todavía aparece en algún documento más y parece que en 1045 vive en el reino de Navarra al constar una donación de una villa que tenía en Busto de Bureba a Oña. Claro que Oneca no volvió por la zona de San Juan de la Hoz por, principalmente, su alineamiento con Navarra.

Sacristía de la iglesia de San Juan de la Hoz

La fecha de la muerte Oneca la desconocemos pero ella colocó a San Juan de la Hoz de Cillaperlata como un monasterio condal por la importancia de su abadesa, por su participación en la fundación de San Salvador de Oña y por la estima que tenía entre los prioratos de este último monasterio.

La historia de este monasterio continúa, por supuesto, pero será contada otro día. Ahora nos detendremos para visitarlo. Aunque sea en parte. El monasterio contaba con un área de 1.225 metros cuadrados que era suficiente para el mantenimiento de una pequeña comunidad.

Los restos arqueológicos han sido expoliados, trasteados y, finalmente, objeto de siete campañas de excavación durante los años 1979, 1980, 1981, 1982, 1983, 1984 y 1986. 66 días en total, no se crean. Y, por supuesto, campañas de limpieza y consolidación para salvar estos románticos restos.


En la primera campaña encontraron fragmentos de cerámica, un par de monedas (de este tema ya hablaremos), piedras labradas y decoradas, un asa metálica y dos figuras de Cristo. El perfil de lo recuperado se mantendrá durante todas las campañas. Con los trabajos se comprobó que, por ejemplo, la bodega de los frailes no fue la ocupación inicial.

Pero entremos ya en la iglesia. Conocemos su planta y su estilo por los restos hallados. Hay fotos…de la iglesia que se construyó en el barrio de arriba con los materiales del monasterio después de ser quemado en el siglo XIX.

Tenemos una sola nave en cuatro tramos:

Iglesia desde los pies de la nave

Ábside: Semicircular, 4`22 metros de diámetro y base de altar de 1`35 m por 94 centímetros. La altura era de 7-10 centímetros. Estaba construido con sillares de piedra caliza de los que quedan unas dos hiladas. Por supuesto, no sabemos nada de la decoración que tuvo y pero sí que, inicialmente, fue más alto. Bajo el alero llevaba una decoración de billetado de poca profundidad.

Presbiterio: son 5`18 metros de ancho por 3`30 metros de largo. El banco adosado se conserva en ambos laterales con su borde bocelado y estriado y sobre esos bancos podrán ver dos semicolumnas, con base de dos toros y una escocia. Pero tanto la basa como el primer toro aparecen recortados hasta formar línea con el borde del banco. Ese recorte pudo producirse en la reforma de la iglesia ejecutada en el siglo XVIII.

Detalle del ábside

La semicolumna del lado norte es de piedra caliza, muy clara y de buena calidad y la del lado sur de piedra de toba que contrasta con el trabajo de su compañera. Un capitel con hojas de acanto que está en la iglesia de San Juan del barrio de Arriba pudiera haber sido uno de los dos que coronaban estas semicolumnas.

En el muro sur de este espacio se encuentra la puerta de acceso a la sacristía. Inicialmente esa puerta tuvo un arco dovelado de medio punto que posteriormente, al ampliarse, se adinteló. Esta es un espacio de 7`5 metros cuadrados que está cerrada al este por un muro de mampostería de 80 cm de grosor. Se halló una moneda de Carlos IV.

Puesta e acceso a la sacristía

Bajo el presbiterio había una fosa.

Crucero: es una zona con 7`12 metros de anchura por 6`66 metros de largo. Claro que es un falso crucero que tiene dos puertas –la norte cegada en su interior- y la del sur que se abría hacia el claustro y el convento y que la vemos decorada con líneas angulares.


En los cuatro ángulos del crucero hay adosados cuartos de columna y sus basas están formadas por un baquetón, dos toros y una escocia con una entalladura. Los cuartos de columna, al ser netamente desiguales, llevan a suponer que existieron modificaciones posteriores al proyecto original. Añadamos que el muro norte es liso y reconstruido en su momento no siendo, como el sur, claramente románico.


La nave: este espacio de 10`32 metros de longitud y 7`80 de ancho está separado del crucero por dos pilares de un metro cada uno que permiten diferenciar claramente ambos espacios. Adosado a sus muros encontramos un banco corrido, borde baquetonado y decorado con una estría incisa de 6 centímetros de borde. Algo característico de las iglesias románicas castellanas.


En el lateral suroeste está el baptisterio que nos chiva que era parroquia también. Un pocito de 35 cm nos indica donde estuvo la pila bautismal. ¿Quieren verla? Pues pásense por el jardín de la iglesia de Cillaperlata.


En el lado noreste hubo otro espacio señalado por un muro de cierre de mala factura. Entre ambos espacios se abría la puerta principal que en su base está formada por buenas losas de piedra situadas al nivel del banco románico adosado a la pared. ¿Qué nos dice esto? Que la puerta era posterior a la obra inicial. Milagrosamente se ha salvado parte de la portada románica. Le cuento: Fue primero trasladada a la nueva iglesia de San Juan del barrio de Arriba y, después, a la iglesia de Covadonga del barrio de Abajo donde se conserva parte de la misma. Debió tratarse de una portada del siglo XII; a ambos lados tenía dos columnas de fustes monolíticos que descansaba sobre dos basas; sobre los fustes montaban dos capiteles tallados. Esos capiteles estaban decorados con, el izquierdo, un águila cabeza abajo y el derecho una figura humana también cabeza abajo.

Y entonces, algo ocurrió en el siglo XVIII de lo que no hay constancia escrita. Pero las piedras nos cuentan que la congregación se vio obligada a emprender obras de reconstrucción o reforma. Dado el terreno, húmedo, podríamos suponer una causa de fallo estructural que provocó un grado de derrumbe.

Puesta del templo

Se procedió a afianzar el edificio, sobre todo en el lugar donde estuvo la torre que era en el crucero como lo demostraban los cuatro contrafuertes encontrados. Engrosaron el muro, cerraron la puerta de entrada de ese lateral y removieron el osario situado bajo el suelo románico. Continuaron hasta los restos prerrománicos, que asolaron, para emplear sus mampuestos y piedras nobles en los muros exteriores y en la construcción de cuatro tirantes –muros de realce de norte a sus -que ejercieron de muros de contención, aunque fuesen malos y endebles.

Estos tirantes en el suelo llevaron a una lógica elevación de la solera cubriendo con ello los bancos laterales del sur y desnivelaron el piso del templo y, por ello, la puerta principal montaba sobre el banco románico.

Detalle del banco corrido

Construyeron dentro de la iglesia dos capillas laterales al fondo de la nave. La entrada de la puerta principal la modificaron colocando grandes losas de piedra; la puerta de la sacristía cambió su forma dovelada y de medio punto por otra de mayor altura y adintelada; y abrieron una hornacina en el muro sur del prebiterio; el suelo de la iglesia lo embaldosaron con baldosa rectangular. Ya hemos comentado lo del muro reforzado con restos prerrománicos pero falta comentas que en el muro se han encontrado fragmentos del ara prerrománica.

Vale, admitimos que la reforma de la iglesia fue necesaria por problemas estructurales pero deformó la construcción prerrománica y románica iniciales sin crear algo que compensase lo perdido.


Vamos concluyendo el tema de la iglesia. Los restos de Cillaperlata son similares a las iglesias de San Quirce, San Pedro de Tejada y Santa María del valle de Monasterio de rodilla. Situaríamos San Juan de la Hoz entre los dos primeros.

Las similitudes continúan al haber sido San Juan, San Pedro y Santa María prioratos del monasterio de San Salvador de Oña después de haber sido monasterios prerrománicos independientes. Y esta dependencia afectó al estilo de sus edificios al llegar los monjes de Cluny a Oña. Aun así, estos tres templos continuarán la tradición del románico burgalés: una sola nave, falso crucero, torre central cuadrada (Vale, no sabemos si San Juan la tuvo pero lo suponemos y que la perdió en el siglo XVIII), la ornamentación del billetado jaqués, los baquetones lisos, bolas y volutas, talla a doble bisel, cimacios de planos angulares y los canecillos de toda clase de temas.

Detalle visigótico

Pero hay una variación en nuestro San Juan de la Hoz: el trazado de su planta que la hace más vieja que las otras. Como en San Quirce la nave consta de un solo tramo. Además, la visera de los capiteles de San Juan es análoga a la de los de San Quirce que data de 1147 (consagrada por el obispo Víctor) y San Juan de la Hoz sería algo posterior. ¿Cuánto? Se sabe que Alfonso VIII, el 7 de noviembre de 1170, donó al abad García el priorato de San Juan de la Hoz “para su manutención y por los días de su vida” por haber –fíjense- renunciado a la abadía de Oña y considerar que era lugar adecuado a su categoría. Y, para completarlo, tenemos una moneda de Alfonso VIII encontrada bajo el suelo de la iglesia románica, entre el osario.

¿Iglesia románica? ¿Iglesia prerrománica? ¿Qué datos tenemos? Sobre la prerrománica hay una pobre hilada de mampuestos que gritan que bajo la iglesia existió esta prerrománica con influencia visigoda. A saber: Ábside cuadrado, presbiterio rectangular, dos naves separadas en el centro y un nártex situado en el lateral sur.


Era una construcción en una zona apartada y adaptada al lugar y la conocemos porque fue cubierta por los cimientos de la siguiente iglesia. Pero con lo que tenemos nos podemos hacer una idea de lo que hubo.

Plano templo prerrománico

La longitud total del exterior de la iglesia prerrománica era de 17`70 metros y una anchura de 4 metros. No se puede apreciar si este templo tuvo más espacios dedicados al culto. Pudo ser una nave doble con arquería central o una iglesia con nave simple con ábside y presbiterio y la “nave doble” pudo ser el monasterio con habitaciones, como parecen indicar los restos de muros que separan pequeños espacios rectangulares.

La nave desde el ábside

Cabe la posibilidad de que tuviese dos estancias adosadas a la cabecera y a ambos lados del ábside si es correcta la interpretación de una hilada de mampuestos porque la cata hecha en el exterior no dio resultado. La estancia del lado sur parece estar indicada por una hilada de mampuestos que forma parte de la pared de la fosa vacía del presbiterio románico. Pero puede que estos muros paralelos y hacia el este, y que siguen la línea lateral del ábside, pudieran ser los laterales de otro espacio de servicio del ábside.

En fin, no sabemos mucho sobre el templo prerrománico de San Juan de la Hoz. Conjeturas: influencia visigoda. El entorno tiene múltiples restos visigodos y cuando en el 790 se habla de este monasterio se le presenta organizado, con un abad llamado Alejandro y con bienes cuantiosos lo que implicaría una creación bastante anterior a esa fecha.

Seguiremos hablando sobre el lugar.



Bibliografía:

“El conjunto arqueológico del monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata (Burgos)” Josefina Andrio Gonzalo, Ester Loyola Perea, Julio Martínez Florez y Javier Moreno Blanco.

Para saber más: