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viernes, 6 de enero de 2017

Vísperas de Reyes (1835)



Cuando los niños están expectantes por los regalos que esperan encontrar como premio por las buenas acciones del año retornamos al viejo siglo XIX para estudiar unos hechos de guerra que asolaron el Valle de Mena.

Oficial Cristino

La ocasión era propicia para un ataque de las partidas del pretendiente. El brigadier Iriarte, capitán general de Castilla, había desplazado el grueso de sus tropas para apoyar a Espartero contra Zumalacárregui en la acción de Ormástegui y la batalla de Celaieta (Guipúzcoa). Quedaba para cubrir la zona de Mena y de Montija, aparte de las unidades de urbanos, las tropas que dirigía el Marqués de Campoverde.

El día cuatro de enero, a las tropas que restaban en el valle de mena les llegó el aviso de que el comisario general del ejército Real (carlista) de Vizcaya, Pascual Mazón, había pedido miles de raciones de campaña para la villa de Arceniega. Gracias a este chivatazo el comandante de armas y el capitán de la segunda compañía de urbanos (milicia cristina), Álvaro de la Quintana, decidieron que una parte de esta última saliese de avanzada hasta los confines de Retes de Tudela (Álava). A los pueblos de esa zona (Artieta, Montiano, Angostina…) se les remitieron órdenes para que informasen de tropas rebeldes.

Mapa de Situación de Retes de Tudela

Desgraciadamente ese día hubo una densa niebla que impidió detectar a tiempo por la descubierta, y los vigilantes de los pueblos la aproximación de los carlistas, forzando un repliegue desorganizado que conllevó que la noticia del ataque contra los cristinos llegase junto a los rebeldes. Los Urbanos que escapaban hacia el fuerte de Mercadillo tuvieron que refugiarse en el de Vallejo. Además, una columna de refuerzo al mando del coronel Ramón de Castañeda al ver el pastel optó por ocupar las alturas que llevan a Ordunte y escapar hacia Valmaseda para escapar de los que le perseguían.

Reagrupadas las tropas favorables al pretendiente tras el fracasado enfrentamiento con las huidizas tropas de Ramón de Castañeda se centraron en el fuerte de Mercadillo. Frente al mismo los carlistas colocaron su caballería y a ambos lados y detrás la infantería, unos 3.500 hombres al mando del comandante general carlista de Vizcaya Francisco Benito de Eraso. Le acompañaban: Cástor Andéchaga, Simón Latorre, Goiri, Arroyo y Epalza.

Fuerte de Mercadillo actual Mesón Don Saulo

La guarnición de la Reina Gobernadora estaba al mando del subteniente del provincial de Segovia Ignacio de la Infanta y reforzado con efectivos de la segunda de Urbanos –total: unos 100 soldados-. La segunda compañía de Urbanos estaba comandada por el capitán y diputado Álvaro de la Quintana, Guardia Real retirado en 1832; el teniente Ángel Mendieta, boticario; el sargento Agustín González de Villa; Manuel Olavarrieta, Modesto Martínez y Casimiro Llano. Se refugiaron también, al parecer, los miembros del ayuntamiento: Bernabé García (Alcalde), el diputado Mariano Fernández Vallejo, Juan de Arrope (alguacil). Los civiles Santos Fuentes (médico) y Antonio Zaballa. Por supuesto todas estas personas, y demás refugiados en el fuerte, participaron en su defensa.

Rechazaron la rendición y respondieron al fuego que se les hizo desde la una de la tarde hasta las once de la noche. Esto fue posible porque los carlistas rotaban los batallones de la línea de ataque. Hubo un punto de tensión hacia las nueve cuando, amparados en la oscuridad y envalentonados por el alcohol, los atacantes se lanzaron hasta las troneras gritando “arriba granaderos de Castor” y “guardia real de Carlos V que ya son nuestros”. Buscaban sujetar los cañones de los fusiles de los defensores e introducir por las troneras sus bayonetas.


Ante el fallo de esta acción se optó por incendiar el mesón del médico y dos casas del boticario que ocupaban el frente del fuerte. Buscaban conseguir la rendición mediante el humo. Cuenta la prensa de la época –quizá con su pizca de exageración y parcialidad- que “sus mismos dueños que con un valor increíble habían desempeñado funciones de un mero soldado en las troneras al lado de sus mujeres y familia, no por eso desmayaron, antes bien se reanimó más y más su valor y decisión para aniquilar si pudieran a tan depravados enemigos; sus mismas mujeres, a pesar de la desgracia que tenían a la vista, se veían con serenidad increíble, y todos estaban poseídos de un entusiasmo sin igual, y solo este pudo evitar una rendición pronta y segura cual atendida la debilidad del fuerte y sus pocos defensores se la prometían los facciosos”.

Tres veces se pidió a los defensores que se rindiesen: dos de palabra y una por escrito donde se les ofrecía un indulto completo de Carlos V. Los Isabelinos, incluso, dispararon al cabecilla Latorre -hiriéndole levemente- cuando envió la primera propuesta de rendición. El alto al fuego de la noche no supuso la calma para los sitiados que continuaron atentos junto a sus troneras. Todos esperaban el alba. Una casa junto al fuerte no había sido incendiada y, los facciosos, le acercaron un carro cargado de madera, o paja, para ello. Debía estar en una posición más peligrosa que las otras porque, poco después de amanecer, el cabo Narciso Haz y el soldado Domingo Prieto, salieron del fuerte para incendiar este carro antes de que lo colocaran en posición. Desde ese momento, los carlistas cambiaron de objetivo y se agruparon en la población de Villasana de Mena a poco más de un tiro de fusil del fuerte de Mercadillo.

Oficial carlista de los Húsares de Arlaban (José Clauzel)

El número de bajas causadas por los isabelinos en las tropas del pretendiente es desconocido y las propias de los defensores, seguramente, están reducidas señalándose cuatro muertos carlistas, innumerables cadáveres de estos tirados a las llamas y muchos heridos evacuados frente a la muerte del sargento primero Pedro Gómez y dos soldados heridos de la guarnición del fuerte.

Reorganizados los facciosos se dirigieron a las seis y media de la noche del 5 de enero hacia el fortín de Vallejo, guarnecido por la tercera compañía de Urbanos del Valle de Mena. No cedieron a las intimaciones de palabra y por escrito que les hicieron. Incluso dudaron que el fuerte de Mercadillo hubiese sobrevivido. Aun así, hubo un vivo tiroteo durante unas tres horas. Al día siguiente, seis de enero, el cabecilla Cástor Andéchaga se retiró hacia la parte de Arceniega cargado con carros y bagajes ayudado por civiles de la zona del pretendiente. Llevaron grano, cobre, ropas, muebles y cuantas yuntas y ganados vacunos y de cerda encontraron. Eraso, con el resto de dicha facción, avanzó hacia Montija.

Situación de Vallejo con relación a Villasana y Mercadillo

Ambas partidas carlistas saquearon las casas de los Urbanos y liberales de los lugares por donde pasaron. Los residentes huyeron para ocultarse entre las breñas y montes. El día de la Epifanía, por la tarde, regresó Eraso al Valle de Mena descendiendo por la peña de la Magdalena. No se detuvo a nada. Pero sí que lo hizo Cástor Andéchaga el día 7 de Enero. Apareció por la parte del pueblo de Medianas con deseos de saquear y quemar las casas de todos los Urbanos que no entregasen sus armas pero abandonó la idea al observar una columna que llegaba desde Valmaseda con víveres y municiones para el fuerte de Mercadillo al mando del coronel Castañeda. Finalmente, Cástor se retiró hacia Arceniega.

Durante toda esta refriega los Isabelinos no permanecieron quietos –a pesar del mal tiempo, que padeció Campo Verde, y de las pésimas comunicaciones- y se ordenó al brigadier Iriarte que volviese a las Encartaciones y de la división del general Latre se sacaron refuerzos para proteger la parte de Castilla. El capitán general reunió fuerzas y salió de Burgos hacia el Páramo de Masa, a pesar de las ventiscas, para proteger la marcha del general Manuel Latre por la Horadada y Trespaderne.


Texto del incidente en "La revista española"

Para el día 7 de enero de 1835 el general Latre, con su división, se encontraba en Bustos de Bureba dirigiéndose al valle de Tobalina; el general Bedoya con tres escuadrones en Briviesca camino de Valdegovía; y el capitán general hacía Villarcayo. Eraso y Andéchaga recularon hasta Arceniega y Villalobos se hallaba en Valpuesta.
Bibliografía:

Periódico “El eco del comercio”.
Periódico “La revista española”.
“Las guerras carlistas en el Valle de Mena y su resonancia en Pío Baroja y Benito Pérez Galdós” Miguel Ángel García de Juan.

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