Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
Retorna tanto como quieras que aquí me tendrás manando recuerdos.


domingo, 28 de mayo de 2017

Los muertos que vos matáis… (958-966)


Los leoneses se han quitado de encima al gordo Sancho I mediante el clásico golpe palaciego. Como se necesitaba un rey le toca el premio gordo –valga la broma- a Ordoño IV que fue motejado como “el Malo”.

Ordoño IV de León

Malo no puedo asegurar que lo fuese porque, ya se sabe, los historiadores son tendenciosos y favorables al pagador. Pero de lo que no hay duda es que era tozudo y ambicioso porque, junto al gordo, consumirán años de lucha por el trono. Y este Ordoño IV, ¿De dónde salía? Desandemos unos 45 años hasta la muerte de Alfonso III el Magno (911) cuando el reino se reparte entre sus hijos: Ordoño II como rey en León y Fruela como rey en Asturias. La clásica idea genial de debilitar el reino dividiéndolo y generando fronteras y tensiones donde no las había. Podríamos decir que en nuestra España actual hay también esa querencia hacia la división interna y la atracción hacia las taifas. ¿Por qué hacían esto los reyes moribundos? Ni idea. ¿Por qué lo hacen nuestros políticos? Ni idea. Quizá no les importaba el reino y sus gentes y querían quedar bien con todos sus hijos dejándoles trozos de su –insisto: su- patrimonio. (Lo anterior referido a los reyes medievales solo). O, tal vez, lo que pasase cuando ellos no estuviesen al mando les era indiferente (Esto vale también para nuestros políticos del siglo XXI). Total, ya nada de lo humano les afectaba. Egoísmo.

Cuando muere Ordoño II, sus hijos -los Ordóñez- pelean por el trono, pero se lo lleva su tío Fruela. ¡Unificados! Pero este nuevo rey muere pronto y los Ordóñez pelearán con Alfonso Froilaz, llamado “el jorobado”, al que derrotan. El mayor de los Ordóñez, que también se llamaba Alfonso y será Alfonso IV, reina en León, pero la muerte de su esposa le sume en una depresión, deja la corona e ingresa en un convento, por lo que se le llamará Alfonso “el Monje”.

¿Enrevesado? ¿Se han perdido? Yo las primeras veces también. Reléanlo. Así llega al trono Ramiro II que guerrea con Alfonso el jorobado –su primo- y su hermano Alfonso el Monje, que ahora es un monje arrepentido… de haber abdicado.


De la línea de Ramiro II tendremos a Ordoño III y Sancho I. Pero sus competidores al trono dedicaron, a su vez, parte de su tiempo a tener una familia y con ella descendientes. Uno de ellos es Ordoño IV el Malo. Pero… ¿de qué Alfonso es hijo?

Para unos, Ordoño “el Malo” era hijo de Alfonso Froilaz, el jorobado; para otros, lo fue de Alfonso el Monje. Y, hoy, diremos que estos últimos parecen tener razón. Sobre todo porque Lacarra desempolvó las Genealogías navarras de Roda, donde se dice que Ordoño Alfónsez era hijo de la princesa navarra Oneca. ¿Quién? Pues la difunta esposa de Alfonso IV, el que se va al convento. ¿Qué tenemos ahora? Que Ordoño el Malo y Sancho el gordo son primos. Sus madres son hermanas y pamplonicas. Y por ello, además, son sobrinos de Fernán González que está casado con una tercera hermana navarra.

Y las tres damas fueron hijas de doña Toda, aquella abuela de armas tomar. Llegado el caso, ustedes, ¿Por quién optarían? ¿Por el Malo o el Gordo? ¡Hombre! Puestos a elegir diría que el gordito tendrá arrebatos de bondad pero el otro igual era un psicópata peligroso. Pues, no. Le llamaban “el Malo” por su salud. Su mala salud. Le retratan cómo enfermizo, débil, cobardón y -según los moros- jorobado. El carácter hispano añadió otras flores al muchacho, sobre todo a posteriori, como mezquino, egoísta y torpe. Pero solo por dar color a la figura.

“El Malo” debió nacer hacia 925 o 926 y vivió en León. Su nombre aparece en ciertos diplomas regios de su tío Ramiro II y de Ordoño III, en un periodo que abarca desde 927 hasta 956. Lo que indica que formaba parte de la corte -tenía sangre azul- pero en un plano secundario. Suponemos que él no peleó por la corona: ni tenía guerreros, ni se los iban a dejar. Pero su pedigrí lo empuja bajo el foco tras la muerte de Ordoño III (956).

Seguramente por eso Fernán González, el conde de Castilla, le otorgar la mano de su hija Urraca, viuda de Ordoño III. Sangre real y continuar de suegro del rey. Pero otros también empujaron a Ordoño: la nobleza leonesa y la gallega que buscaban… ¿Qué buscaban estos manipuladores egoístas? (Los de entonces, no los políticos de 2017; aquellos “barones” territoriales y no los de hoy). Buscaban lo que Ordoño IV les dio: una absoluta nulidad. Porque los magnates necesitaban un rey manejable y débil, y Ordoño era perfecto.

Mapa del reino de León en el siglo X

Desgraciadamente, hacía falta ser un virtuoso, como Ramiro II u Ordoño III, para manejar a los grandes linajes del reino. De lo contrario se producía la exudación del poder desde el rey a los poderes territoriales. Y más cuando el rey (imaginémonos un presidente de gobierno) debía el poder a la voluntad de los nobles y no a la herencia (o una mayoría absoluta diríamos ahora). Ordoño IV el Malo estaba en manos de quienes le habían puesto en el trono. Muy pillado.

Es un rey hijo de rey. Como debe ser. Pero… su padre perdió la corona y, cuando intentó recuperarla, fue derrotado, apresado y cegado. No creció, por ello, en la corte de su padre sino en la de quién lo cegó. No era el heredero sino un segundón humillado. Un segundón al que Fortuna visita con un matrimonio de conveniencia y una conjura nobiliaria. De este cóctel sale un garrafón de resentimiento.



Pero un resentido no es un mejor político y, carente de experiencia de gobierno, inédito en el campo de batalla, desvinculado de los grandes del reino, ninguneado en el plano exterior -porque el Reino de Pamplona no podía profesarle otra cosa que hostilidad- y sin virtudes personales para compensar todas esas carencias, Ordoño el Malo es un “bluf”. Vamos, lo esperado. Por donde pasa deja una estela de descontento. Los señores territoriales le van abandonando tanto en Galicia como en Castilla.

Torre de Fernán González en Covarrubias.

¡Leches! A Ordoño lo habían entronizado para obedecer a los magnates, no para reinar. Y Ordoño IV quedará tan solo como antes lo estuvo Sancho el Gordo. Muchacho que, por cierto, estaba en Pamplona, llorándole a su abuela doña Toda. La anciana planeaba recolocar a su nieto favorito en el trono pero para ello debía envolver mejor el producto. Mejor dicho, desenvolver, desengrasar, el producto. So pena de reforzar al inepto de Ordoño.

¿Dónde buscar ayuda para que Sancho bajase muchas tallas? Pues en la civilizada y moderna Córdoba, el reino de su sobrino Abderramán, el califa. En la primavera de 958, doña Toda manda un mensaje a Abderramán pidiendo ayuda. ¡Genial! Los moros pueden meter cuchara –cucharón- en el lío leonés. Las carambolas del poder estaban poniendo en bandeja a Abderramán III una maniobra política en la que sólo podía ganar.

Ruinas de Medina Azahara

El califa aceptó la llamada de su tía. La misma tía a la que había vapuleado un año antes. En la primavera de 958 se pudo ver una curiosa procesión subiendo del moro al territorio navarro. Estaba formada por el judío Hasday ibn Isaac ibn Saphrut, médico políglota y diplomático que llegó como galeno (y negociador), para examinar a Sancho. Y dijo que, en lo físico, Sancho tenía curación… en Córdoba. Y en lo político, se cobrarían el grasiento asunto con una paz al más alto nivel… en Córdoba. ¡Menudo era Hasday! Un hombre que había encandilado a Juan de Gorza, embajador de Otón el Grande en Medina Azahara. Toda estaba totalmente encantada. El acuerdo contendría las firmas de Abderramán, Sancho, García Sánchez I y doña Toda y se rubricaría en Córdoba. ¿Cómo eran las condiciones? “Chantajosas”, si me permiten el neologismo: Los moros les prestarán hospedaje principesco, tratamiento médico y ayudarán a Sancho a recuperar el trono leonés con tropas; pero Abderramán pide el vasallaje de hecho de León ante Córdoba y, como prenda, diez fortalezas cristianas en el cauce del Duero.

La maniobra de doña Toda era una rendición ante el moro y una traición a la cristiandad peninsular. Será la mayor derrota política para España, Hispania, desde la batalla del Guadalete. ¡Caro tratamiento de adelgazamiento! ¿Pero solo había el amor gagá de la abuelita? Sí, bueno, no. También influían motivaciones políticas porque Sancho era, además, la baza navarra en León, es decir la cuña con la que Pamplona contaba para convertirse en el reino decisivo de la cristiandad.

Sancho I

Pero, ¿Tenía tanto poder Navarra como para ser el faro de la España cristiana? Pues sí. Había crecido en territorio, en influencia y en poder. La política matrimonial de doña Toda empapó de navarridad el mapa entero de España. Y la política militar de Sancho Garcés -el marido de Toda- había extendido el territorio pamplonés hacia La Rioja y hacia Aragón. De hecho, su corte está en Nájera.

El pequeño reino pirenaico que controlaba las montañas de Aragón y los valles de La Rioja extendería con Sancho I su influencia hasta las orillas del Atlántico, las sierras castellanas y los llanos de Portugal. ¿Se opondrían los leoneses? Claro. Pero al no haber enemigo exterior se podrán aplastar a los opositores interiores y gracias a la política matrimonial de Toda hay aliados poderosos dentro de León: Álava y, sobre todo, Castilla. Ésa era la gran jugada. Y no podía fallar. O sí.

Sancho, incapaz de moverse y mucho menos de montar a caballo viajó transportado en parihuelas (unos nada desdeñables 700 km). En la capital del califato, Sancho fue descendido por varios hombres y llevado con gran esfuerzo hasta el regio salón donde el califa les esperaba. Una victoria adicional del califa fue mostrar a dos reyes cristianos y una reina viuda atravesando córdoba para humillarse ante el poderoso Abderramán III. El hospedaje se materializó en Medina Azahara, la suntuosa residencia palaciega de Abderramán. Todos ganaban: Córdoba salvaguardaba su frente norte a buena distancia de las sierras del Sistema Central; Sancho ganaba el trono. Desgraciadamente, en la perspectiva de la Reconquista, el único vencedor era Abderramán.


Pero la rendición merecía la pena por salvar la salud de Sancho el Craso que tenía una notable fama de hombre dominado por la gula. Pero esa obesidad mórbida no es fruto únicamente del apetito. Pesaba más de doscientos kilos cuando llegó a Córdoba. Es un problema, evidentemente, patológico. No podía andar por los horribles dolores que sufrían sus rodillas y sus caderas; respiraba con muchísima dificultad por el sobreesfuerzo que debían soportar sus pulmones. O sea que Sancho no era sólo un glotón, sino un hombre enfermo que precisaba tratamiento. ¿De qué? No lo sabemos. Quizá hidropesía, una anormal acumulación y retención de líquidos en los tejidos del organismo. Pero la hidropesía no es tanto una enfermedad cuanto un síntoma: se produce a consecuencia de un mal funcionamiento de algún órgano, sean los pulmones, el corazón, los intestinos, etc. ¿Qué era lo que no funcionaba bien en el cuerpo de Sancho? Eso es lo que ignoramos.

Los médicos cordobeses no averiguaron el origen del mal, pero sí combatieron a conciencia los síntomas. ¿Cómo? Con una dieta hiperestricta, ejercicio progresivo y duros masajes que, vista con ojos de hoy, sólo puede calificarse como auténtica tortura. Parece ser que empezaron por coser la boca de Sancho. Para ingerir en la costura de los labios le dejaron una pequeña abertura por donde podría sorber las infusiones vegetales que los médicos preparaban. ¿Qué contenían? No sé sabe. Lo más probable es la que combinaba agua con sal, agua de azahar, menta, toronjil (o sea, melisa), y cocimientos de verduras, coles, diente de león, miel de enebro y arrope de saúco. El paciente tenía que ingerir el brebaje siete veces al día, durante cuarenta días consecutivos.

¿Y para qué semejante bebedizo? Para que se fuese por “la pata abajo”: diarreas continuas y vómitos sin fin (Claro que vomitar con la boca cosida…). Los médicos buscaban una acelerada pérdida de peso por Sancho. Literalmente, para haberle matado en cualquier momento. Pero lo aguantó. Incluso atado en la cama. Como con este remedio Sancho se “deshinchaba” sus carnes se volvían flácidas y le sobraba piel. ¿Solución? Duros masajes que devolvieran a la carne cierta tersura. Complementaron todo esto con baños diarios de vapor para incentivar la sudoración.

David de Jorge adelgazó 130 kg.

Por otro lado, ese corpachón debía moverse. Los médicos del califa, tras las primeras arrobas perdidas, ordenaron una sesión diaria de ejercicio. Vale, lógico, pero, ¿Cómo? ¿Cómo llevar a hacer ejercicio a un corpachón de doscientos kilos, debilitado además por una dieta salvaje? Empezaron obligándole a andar: ataban a Sancho con cuerdas y tiraba de él hasta que andaba. Y para evitar que el pobre Sancho se cayera, los galenos cordobeses le fabricaron un andador a medida dónde apoyarse. Al cabo de los cuarenta días, Sancho había perdido casi la mitad del peso que tenía cuando llegó a Córdoba que eran unos 240 kg. Por lo que pasó a unos honrosos 120 kg.

Sancho todavía no era delgado pero podía moverse. En sus últimos días de terapia caminaba cinco kilómetros diarios y ya había sido capaz de yacer con una mujer. ¡Por fin cumplía uno de los requisitos no escritos para ser rey! Sancho el Craso seguía siendo gordo, pero estaba curado.


Mientras, en Castilla Fernán González se enfrentaba a una acometida navarra al mando del príncipe don Sancho –el rey estaba invitado en Córdoba-. El poema de “Fernán González” dedica muchas estrofas a este episodio. La reacción castellana es penetrar en el reino vecino. A una jornada de la frontera se enzarzan en el valle de Valpirri que pasaría a llamarse Era Degollada. Es una llanura entre Cirueña y Nájera, en el camino de Berceo a Haro.

Decíamos que Craso estaba curado. Pero curado al precio de un reino. En la primavera de 959 un potente ejército sale de Córdoba y cruza La Mancha con destino al norte. La pena es que Toda no lo vio porque había muerto en el otoño del año anterior. En las filas armadas se mezclan huestes musulmanas, navarras y las de los Velas que buscaban recuperar su dominio sobre Álava. Lo encabeza un hombre que hasta hace poco no podía montar a caballo: Sancho.

Inscripción en la tumba de Toda

Parece que con su pérdida de peso también perdió la mala suerte porque Zamora le abre las puertas sin resistencia. El pobre Ordoño IV el Malo, el que se creyó lo de reinar, no tiene ningún apoyo. Después de Zamora, Sancho marcha a Galicia: tampoco allí hay resistencias. La nobleza noroccidental le proclama rey legítimo. Las cosas serán algo más difíciles en la ciudad de León, pero también allí, al final, el nieto de doña Toda es reconocido como rey. Sancho ha recuperado la corona.

Todos los esfuerzos de Fernán González han sido baldíos. Se desdobló atendiendo el frente oriental y el occidental. Por el Pisuerga invadió y saqueó las tierras del de Monzón y llegando hasta el Cea, puso un dique a la presión de los sanchistas y sus aliados los musulmanes y por el Ebro rechazó los ataques de los navarros.

Covarrubias.

Ordoño, tras los meses pasados en el trono, se preguntaría qué había hecho mal. Lo que sabe es que nadie le defiende. Como nadie defendió a Sancho antes. Fernán se defiende a sí mismo más que al rey. Nunca se vio en el reino cristiano del norte a monarcas menos respetados. Ordoño, derrotado, atemorizado, desorientado, escapa a Asturias cuya orografía le ayudaría –como a Pelayo- a resistir. Nadie le acompaña y los asturianos le expulsan. Ordoño marcha a Burgos. El testimonio de un monje que cerca de los márgenes del Pisuerga nos muestra que a mediados del 960 los castellanos eran Ordoñistas.

¿Por qué? ¡Claro! Ordoño IV estaba casado con Urraca, la hija de Fernán González, conde de Castilla, quien controlaba Burgos y Castilla. Y el rey destronado es negado. ¿Por el pueblo? ¿Por Fernán? ¿Sería capaz el héroe nacional de Castilla de negar ayuda a su yerno? Pues sí. Y además le dejan solo porque Urraca se queda en Burgos con sus dos hijos. ¿Por qué? Pues porque el suegro, lo más probable, es que buscase salvar su inversión: Tierras, hija -posiblemente casadera- y nietos que eran hijos de rey.

Fernán González necesitaba todos los ases posibles porque las tierras orientales del reino de León, Castilla, continuaban siendo atacadas por tropas navarras aliadas de Sancho I. El rey de Pamplona, García, temía evidentemente que su cuñado castellano aprovechara el caos para ir más lejos de donde debía. Así Pamplona se aseguraba que Fernán no movilizara tropas a favor de Ordoño (Algo que parecía innecesario) y que el conde de Castilla reconociera a Sancho como rey. Ya, pero Fernán tardó hasta dos años en reconocerle. La lucha contra los navarros no fue la única razón del desistimiento del castellano. Los vasallos del conde empezaban ya a dudar de la victoria final y estaban cansados de la lucha. Para 961 ya figura Sancho I como rey para los castellanos.

¿Emocionante? Continuamos la semana próxima.


Bibliografía:

“Historia de España” de Salvat.
“Moros y cristianos” José Javier Esparza.
“Historia del condado de Castilla” de Fray Justo Pérez de Úrbel.










domingo, 21 de mayo de 2017

Don Manuel Fernández-Navamuel: Maestro de profesores.


Nuestro protagonista de la semana nació en Alfoz de Santa Gadea (Las Merindades, Burgos) el 12 de diciembre de 1867. Fue bautizado por Pedro de la Hera y Serna en la Parroquia de San Andrés Apóstol inscribiéndosele con el nombre de Manuel Fernández y Fernández-Navamuel. Recordemos su nombre. Y la manera de escribir del cura párroco. Sus padres fueron José y Francisca Fernández-Navamuel, labradores. Tuvo cuatro hermanos: María, Valentina, Pablo y Germán.

Cortesía Arija.org

Tras una educación básica en la escuela local y algo en la fundación de León de Argüeso (como alumno externo) fue enviado a Madrid a vivir con Fulgencio Fernández-Navamuel, su tío paterno. Parece ser que tenía la residencia en la calle de San Dimas, 15 y ésta debió ser la de Manuel hasta, al menos, 1898. Don Fulgencio era funcionario del ministerio de Hacienda. Quizá tenían la idea de colocar a Manuel en algún comercio pero acabó estudiando el bachillerato al mostrar aptitudes. ¡Y qué aptitudes! Desde el primer curso en el instituto Cardenal Cisneros, 1883, obtuvo calificación de sobresaliente en todas las asignaturas. Hasta el final en 1886.

Con esas notas disfrutó de un título sin tener que asumir ningún gasto. Estando en segundo curso -14 años- fue designado por el claustro para dar una de las conferencias académicas que públicamente organizaba cada año el Instituto. Las vueltas a Alfoz de Santa Gadea eran acompañadas del trabajo agrícola. Nunca dejaría de comentarlo con orgullo.

Presidente del Gobierno Francisco Silvela

Pero el estar becado no significaba que no tuviese necesidad de dinero y por ello hacía algo que se continúa haciendo: daba clases particulares. Y públicas. Durante el curso de 1885 a 1886, su cuarto de bachillerato (con 18 años) era docente en los colegios privados de San Luis Gonzaga y de San Casiano, y continuó en éste hasta 1890. Compaginaba los estudios universitarios con las clases en el colegio privado de San Estanislao. No paró porque se libró del servicio militar al resultar excedente de cupo en 1886. Algún autor ha dejado escrito que fue fundador del colegio de San Estanislao y de la Academia de San Luis Gonzaga. No me parece, pero…

No se asusten con la edad. No se exigiría título de Maestro en la enseñanza privada hasta muchos años después. En una entrevista de 1903 dijo que había ingresado en la Universidad Central gracias a su trabajo. Se licenció en Filosofía y Letras en 1896 y en Derecho en 1897; Doctor en Filosofía y Letras en 1901; y Maestro de Primera Enseñanza en 1905.

Periódico "El Globo" (1903)

Este hombre robusto y de un metro setenta, aproximadamente, parco en comer, que no fumaba y no era habitual de cafés y bares vivió, tras separarse de su tío, en el número 20 de la calle de San Andrés hasta que se trasladó a una vivienda de la Escuela Normal. Siempre mantendría su vivienda de la calle de san Andrés. Lo he descrito como hombre casi ascético pero fue conocido que, aun soltero, parece que “trató” con alguna moza de Santa Gadea.

Para 1905 tenía 38 años. ¿De qué había estado trabajando hasta entonces? Su biógrafo, Gonzalo Sainz Pérez, indica que debió empezar siendo profesor particular de niños ricos y que entre su clientela estaban los del conde de Aguilar, Floranes y Retortillo, de Francisco Silvela (Jefe del Gobierno en 1898 y 1902), condes de Malladas y de Liniers y Urzáiz (exministro de Hacienda). El 30 de mayo de 1900 obtuvo, por concurso de méritos, la plaza de Inspector de Primera Enseñanza de la provincia de Almería, con 3.000 pesetas de sueldo.

Estupendo. ¡¿No es lo que todo licenciado español desea?! Ya era funcionario. ¿Dónde hay una sombra? Bueno, un poco de seriedad. Tomó posesión… y cesó el 12 de julio de 1900. ¡¡¡¿¿¿Qué???!!! Cesó para tomar posesión como profesor de la Escuela Normal de Navarra. En el fondo parece que era lo que le gustaba. Pero dicha Escuela Normal fue suprimida el 22 de noviembre de 1901 y Manuel pasó a la condición de excedente.

Gaceta de Instrucción (1910)

El 7 de enero de 1902 logró, por oposición, la plaza de profesor numerario de la Escuela Normal Central de Maestros en la sección de Letras, y más tarde lo fue también para la de Ciencias. Y ya no se movió en lo que le quedó de vida laboral. Aunque sí que pleiteó contra otros como Domingo Barnés por la plaza de profesor supernumerario de la Escuela de Estudios Superiores del Magisterio. Que no obtuvo. Y, les informo, que no fue la única vez que nuestro convecino acudió a los tribunales para defender sus derechos. En otros terrenos, también redondeaba sus ingresos participando en tribunales de diversas oposiciones tanto como presidente como vocal. Bueno, he debido mentir más arriba, sí debió moverse porque formaba parte del comité del “Congreso internacional de higiene escolar” de París de agosto de 1910.

La Nación 1929

La Escuela Normal de Maestros estaba en la calle Ancha de San Bernardo, número 80, y anejos a su edificio estaban el Museo Pedagógico, la Escuela Graduada y las escuelas denominadas Jardines de la Infancia. Estuvo diez años seguidos al frente de la Escuela Normal Central (1922 a 1931) y, aun así, continuó siendo el hombre de trato sencillo que explicaba también las penurias de los futuros “maestros de escuela” condenados a pasar esa hambre del refrán. Y en 1923 fue cofundador del Colegio de la Sagrada Familia para huérfanos del profesorado público y privado. Bueno, parece que sí fundó algún centro docente.


No solo eso, su currículo era más extenso: fue maestro de Primera enseñanza, elemental, superior y normal; contador de Fondos provinciales y municipales, por oposición; académico-profesor de la Real de Jurisprudencia y Legislación; vocal electivo del Consejo Superior de Protección a la Infancia y extinción de la mendicidad desde 1918 a 1931; vocal de la comisión jurídica de la Sociedad Benéfica-Española de casas higiénicas; vocal de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones científicas; Vocal del Consejo Patronal de Ciegos; vocal de la Sociedad fundadora de colegios para huérfanos del magisterio; Miembro de la Real Económica Matritense de Amigos del País; y miembro de la Junta directiva del Centro Burgalés de Madrid. También fue vocal de la Junta de Ampliación de Estudios desde 1926 hasta 1930 y director de la revista “La escuela española”.

Para su descanso, en 1922, acondicionó en Alfoz de Santa Gadea la casa llamada "La Cabaña”. Allí, salvo excepciones, pasaba sus veranos acompañado de amigos.

"El eco balear" con su referencia política (1903)

A los 36 años, 1903, enfiló la política. Fue candidato a diputado a Cortes por el distrito de Villarcayo. ¿Tenía esperanzas de éxito? Contaba con el apoyo de personas de prestigio, arraigo en el distrito y pertenecientes a diversos sectores: política, banca, comercio, propietarios. Como puntos generales de su programa tenía el problema religioso, el de la enseñanza y las vías de comunicación. También se oponía al proyecto de derivar las aguas de los ríos Cerneja, Trueba, Nela y Engaña, obra o proyecto muy polémico entonces, al parecer.

¿Lo intentó frente a Gumersindo Gil y Gil? Ja. No tuvo ni la más remota oportunidad. Mucho cacique era el de Mena. No consta que Manuel repitiera. Pero consiguió la segunda escuela de Santa Gadea. La espinita política se la sacó gracias a la dictadura de Primo de Rivera cuando los ayuntamientos fueron gobernados por alcaldes y concejales nombrados por el poder y que representaban a los distintos grupos sociales. Por la Normal Central fue Manuel el que, como concejal primero y teniente de alcalde después, formó parte del Ayuntamiento de Madrid para el distrito de Buenavista en diciembre de 1927. En calidad de tal asistió, por ejemplo, al entierro de doña María Cristina, madre del Rey Alfonso XIII, en febrero de 1929.

Manuel Fernández-Navamuel junto a miembros de "Divino Maestro"

Ella, al menos, descansó porque la tensión política en los últimos meses del reinado de su hijo crecía y llegó a empapar el mundo educativo y universitario. Así en su querida Escuela Normal de Magisterio, según “La libertad”, un estudiante de la F. U. E. resultó apuñalado por un católico en una trifulca entre alumnos oficiales y los del Internado del “Divino Maestro”. Este periódico radical volcaba la culpa en los segundos y en el director del centro, Manuel Fernández Navamuel, al que definían como legionariode Albiñana, y en el profesor Casto Blanco Cabeza. Todo por no someterse al piquete que se presentó a cerrarles el establecimiento porque ellos habían decidido una huelga universitaria de veinticuatro horas.

El director se negó, a pesar de las amenazas de los piqueteros. Tras esto se entabló una lucha entre los que querían entrar en clase –los del internado del Divino Maestro- y los estudiantes de la F. U. E. La mayoría de estos pidieron la dimisión del director y fueron las fuerzas de Seguridad las que acabaron el alboroto. Supongo que lo recordarían para posteriores represalias ya con la República.

Edificio donde estuvo la Escuela Normal de Maestros

Con la llegada de la II República Española se inicia una reforma en la educación, y quizá también un ajuste de cuentas entre profesionales del ramo. El 21 de mayo de 1931 es destituido como director de la Normal. Se le jubila y sus 15.000 pesetas de sueldo se quedaron en 12.000 pesetas. Pudo ser por su participación en la dictadura o no. Porque lo mismo les ocurrió a otros 32 profesores que el 2 de diciembre de 1932 fueron jubilados forzosamente, antes de la edad oportuna. Estas jubilaciones fueron fruto de la reforma que los gobiernos republicanos tenían en mente para la educación. Se adujo que se les jubilaba porque sobraban profesores. Manuel Fernández-Navamuel lo rebatió en el recurso que interpuso y que consiguió que el 21 de abril de 1935 les reintegrasen en la docencia. Para algo era abogado y litigante.

La mayoría de sus publicaciones son anteriores a 1922, año en que tomó la dirección de la Normal. Posterior tenemos el libro “Enseñanza simultánea de la lectura y escritura", de 1927.

Revista Nuevo Mundo 1930

Añadir que parte de su producción se dirigió a los discursos como los siguientes:

  • Discurso de ingreso en la Sociedad Económica de Amigos del País, que luego editó por su cuenta el dicha Sociedad.
  • “Por Cervantes y el Quijote”, discurso en la sesión solemne celebrada en su Escuela Normal en 1905 para conmemorar el tercer Centenario del Quijote.
  • “¿Qué es un periodista?", trabajo premiado en los Juegos Florales de Alicante en 1907.
  • Varios artículos publicados en revistas de Pedagogía.


Colaboró varias veces con don Alfonso Retortillo y Tornos, en obras de literatura, de historia, de agricultura, aptas para texto en las Escuelas Normales.

Era un hombre religioso. Practicante. Dio clase en centros de carácter católico. La Junta Central de la Acción Católica le juzgó como el más adecuado para presidir la Federación Católica de Maestros de Filosofía. En enero de 1922 fue elegido por 20 votos de los 22 votantes. Seguía en el cargo en 1928, y quizá hasta 1932. También fue vocal del Consejo de la Federación de Estudiantes Católicos, durante sus años de estudiante universitario. Y mantuvo mucha relación con una especie de Instituto Secular llamado “Divino Maestro" que ya hemos citado.

Revista Mundo Gráfico (1930)

Hasta su muerte tuvo cerca de sí a doña Andrea Díez, de Santa Gadea, que se hizo Maestra con plaza en Madrid.

Finalmente aclararemos las dudas que habrán encontrado con su apellido. Fíjense en qué apellido acompaña el nombre en el encabezamiento. Parece que solo fuese el nombre de la familia de la madre si lo cotejamos con la inscripción bautismal. Si indagan por la internet, lo verán como "Fernández-Navamuel y Fernández Navamuel", o “Fernández y Fernández-Navamuel". En una copia manuscrita del árbol genealógico familiar dice que el padre de Manuel se llamaba José Fernández-Navamuel de la Peña, nacido en 1830, y la madre Francisca Fernández-Navamuel Sainz, nacida en 1838.

Esquela en el periódico ABC

¿Entonces? Creo que quién se equivocó, o creó un involuntario error, fue el sacerdote que inscribió el bautismo. José y Francisca fueron primos carnales y se apellidaban ambos Fernández-Navamuel. Para enredarlo más el mismo Manuel se despreocupaba y hay documentos firmados como “Fernández-Navamuel". Lo vemos en la mayoría de los documentos universitarios donde aparece "Fernández y Fernández-Navamuel”, y en una carta de 1935 firmaba “Manuel F. Navamuel”. La cuestión es saber si el apellido compuesto que presentaba era el del padre o el de la madre.

Falleció el 29 de mayo de 1936. Y en su esquela figuraron bien todos sus apellidos.


Bibliografía:

Periódico “La Nación”.
Periódico “La Libertad”.
Revista “Mundo Gráfico”.
Revista “Nuevo Mundo”.
Periódico “El Sol”.
Revista “La Escuela Moderna”.
Periódico “El Heraldo de Madrid”.
Revista “El siglo futuro”.
Revista “Nuevo Mundo”.
Periódico “El Correo Español”.
“Gaceta de instrucción Pública y Bellas Artes”.
Periódico ABC.
Revista/periódico “La educación”.
Revista “Suplemento a la escuela moderna”.
Revista “La construcción Moderna”.
“De bibliografía burgense (disquisiciones y apuntes)” Por Eloy García de Quevedo.
“Escritores burgaleses” por Licinio Ruiz y Julián García Sainz de Baranda.
“Hombres y documentos de la filosofía española” por Gonzalo Díaz Díaz.


Anexos:

Obituario en "El día Palentino".

Libros y artículos publicados:

“Psicología de la Educación”, 1907
“Nociones de Psicología”.
“Nociones elementales de Retórica”.
“Enseñanza simultánea de la lectura y escritura”, 1927. (Método, Procedimiento, Forma; Intuición, Reflexión, Práctica). Obra premiada en las Exposiciones Internacional Hispano-Francesa de Zaragoza y Nacional de Bilbao.
“Estudio sociológico-pedagógico de la Escuela-Asilo”, premiado en la Exposición Pedagógica de Bilbao en 1905. También conocido como “Boceto de estudio sociológico pedagógico sobre Escuelas Asilo”.
“Ortografía y Fonética de la Lengua Castellana”, 1908, premiada en Bilbao y en Zaragoza.
“Ciencia de la Educación”, tres vols., premiado en las Exposiciones de Bilbao, Zaragoza, Lieja y Santiago de Compostela, y declarada por la Real Academia de las Ciencias Morales y Políticas como "de relevante mérito".
“Didáctica pedagógica.”
“Organización escolar y didáctica pedagógica”.
“Apuntes de la Ciencia de la Educación”, 1907.
“El Estatuto del Magisterio” publicado en “La Escuela española”,
Artículo en el periódico “El Subalterno”: “Todo es querer”.
“Tratado Elemental de Gramática Castellana, etc. Literatura preceptiva, Literatura española e Historia literaria. Precedido de una carta de D. Ramón Menéndez Pidal. 1911. Junto a Alfonso de Retortillo.
“Compendio de ejercicios gramaticales y de análisis gramatical. 1911. Junto a Alfonso de Retortillo.
“Páginas selectas de autores españoles”.1911. Junto a Alfonso de Retortillo.
“Biblioteca para el Maestro (Cartillas pedagógicas)”.

El Siglo futuro 1918

Honores y condecoraciones:

Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil, en 1930. Con tal motivo sus amigos le hicieron un homenaje.
Cruz de Caballero de la Orden Civil de Alfonso XII, en 1903, por su extraordinario expediente de estudios.
Miembro de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación
Su nombre figuró en una terna de profesores de Escuela Normal para ser profesores de Alfonso XIII, pero fue elegido su compañero don José Rogelio Sánchez.
Entrega de la Cruz de Caballero de la Orden del Mérito Civil (1930)



domingo, 14 de mayo de 2017

San Francisco Extramuros de Medina de Pomar: el camino a la desaparición.


La pasada semana describíamos en desaparecido convento de los franciscanos de Medina. Ahora toca comprender su lenta caída en desgracia y su, relativamente, reciente derribo.

Vista aérea del monasterio hacia 1956

Debemos situarnos a principios del siglo XIX, vísperas del caos que sufriría España. En ese tiempo existían en Las Merindades varios monasterios de diferentes congregaciones: Benedictinos (San Salvador de Oña con 73 monjes); Bernardos como los de Nuestra Señora de Rioseco de Manzanedo (24 hermanos); Canónigos Regulares de San Agustín en Nuestra Señora de Vadillo (Frías) -7 individuos; y Comendadores Hospitalarios.

El número de conventos era todavía mayor, sobre todo por el gran número de casas de franciscanos –más de 20 localizaciones-. Por no ser muy pesados citaremos las de Las Merindades: San Francisco de Medina de Pomar 47 frailes y San Francisco de Frías con 24. Este último pertenecía a la provincia franciscana de Burgos y el otro a la de la Concepción en Castilla Vieja. La cifra de San francisco ronda la que, en su día, se menciona en el Catastro de Ensenada con 44 clérigos.

Restos de la zona del ábside de
 San Francisco en 2012

La guerra de la Independencia propiciará la primera exclaustración y cierre de conventos del clero regular. Las fuentes dejaron constancia de que en la provincia de Burgos fueron 21 monasterios y 34 conventos. Esta distinción entre monasterios -casas de monjes de las órdenes monacales- y conventos -casas de frailes mendicantes y de otras órdenes y congregaciones- es importante por el diverso tratamiento que recibieron en alguna de las etapas de la exclaustración y desamortización. Y para nosotros, para quienes resultan sinónimos, es una acertada explicación.

El año 1808 se mantienen abiertos los 21 monasterios de la provincia de Burgos pero de 37 conventos se pasó a 34 por disolución de las órdenes de jesuitas y antonianos y por la, probable, desaparición de la casita que los religiosos de San Felipe Neri tenían abierta en Medina de Pomar (tan sólo dos sacerdotes), que no aparece ya citada para nada en la relación enviada por el vicario arciprestal de Medina de Pomar con referencia al año 1808.

Gaceta de Madrid con las órdenes de Napoleón

Aunque hoy nos parezca increíble esa tensión con el poder económico del clero y el asunto de las tierras en “manos muertas” ya estaba durante la monarquía de Carlos IV. Godoy había desamortizado algunos bienes y tierras eclesiásticos pero no buscaba suprimir casas religiosas.

Claro que la cuestión se desbordará iniciada la guerra de la Independencia. Un victorioso Napoleón promulgó en Chamartín, el 4 de diciembre de 1808 un decreto que ordenaba la reducción de los conventos a una tercera parte y la prohibición de admitir novicios hasta que el número de religiosos hubiera descendido a un tercio del actual. El cierre de conventos se realizaría mediante la exclaustración general ordenada por el rey José I. No lo determinó Napoleón.


La guerra hizo más que los decretos afrancesados con su secuela de saqueos, destrucciones y ocupación militar de muchos edificios (convertidos en cuarteles, hospitales y depósitos militares). Provocó, de hecho, el cierre de muchos monasterios y conventos. Recordemos San Juan de la Hoz y su saqueo a manos de Longa y los villanos de Cillaperlata por asumir el afrancesamiento de sus frailes. En este caso los vecinos de la población les cobraron a los clérigos todas juntas. Se vengaron de siglos de sumisión.

El decreto del rey José I, del 16 de agosto de 1809, suprimía todas las órdenes religiosas sin excepción y daba a los religiosos 15 días de plazo para dejar el claustro y vestir el hábito del clero secular (lo que les colocaría en la categoría de sacerdotes “sin oficio ni beneficio” de los que vivir). Todos los bienes pertenecientes a los monasterios y conventos quedaban aplicados a la Nación. Esta exclaustración generalizada se aplicó en todas las zonas ocupadas por las fuerzas francesas. La actual provincia de Burgos lo estaba casi completa. El de San Francisco de Medina de Pomar, dado el tema de esta singladura, cerró.

Fragmento de la circular del Ministerio
de Hacienda del 21 de Agosto de 1812.

La victoria en la guerra de la Independencia lo reabriría. Pero se hizo sin prisas por culpa de las necesidades militares, por la dispersión sufrida por los religiosos, y por las reticencias de los liberales más extremistas. El 21 de agosto de 1812 el ministro de Hacienda del Gobierno de Cádiz venía a ratificar, aunque fuera provisionalmente la obra josefina, al ordenar a los intendentes el cierre de todos los conventos disueltos y extinguidos por el gobierno intruso, inventariar sus efectos y tomar razón de sus fincas, rentas, bienes y frutos. No olvidemos que la administración española estaba en la ruina y esos bienes eclesiásticos eran de sumo interés para la hacienda del reino.

Pero la Regencia tenía otras ideas y, también en 1812, restablecía algunas comunidades en Andalucía, Murcia, La Mancha y Extremadura. Las Cortes limitaron esas restauraciones promulgando un decreto el 18 de febrero por el que sólo respetaban los restablecimientos autorizados por la Regencia. Tenían que cumplir que no estuvieran arruinados, no tuvieran menos de 12 religiosos, no hubiera otro convento de esa misma Orden en la localidad, no admitir novicios y el restablecimiento en el futuro de cualquiera de los conventos cerrados.


Con el triunfo militar frente a José I las Cortes suavizaban algo sus medidas restrictivas mediante un decreto que daba facultades a la Regencia para que, de acuerdo con el decreto del 18 de febrero de 1813, pudiera autorizar a los ordinarios para que estos entregaran a los prelados regulares algunas casas de su respectivas órdenes, siempre que aquellas hubieran quedado habitables y cumplieron las condiciones exigidas en la normativa aludida.

De hecho la restauración general de los conventos con la devolución de todos sus bienes a sus previos propietarios sólo tendrá lugar después del regreso de Fernando VII. El rey, que había entrado en España el 22 de marzo de 1814, anulaba desde Valencia, el 4 de mayo, toda la obra de las Cortes de Cádiz y restablecía la Monarquía absoluta.


A los pocos días dos Reales Ordenes publicadas el 24 de mayo y el dos de junio de 1814 devolvían, sin limitación de ninguna clase los conventos y propiedades arrebatadas a la religión. Los monjes y frailes pudieron volver a sus establecimientos sin limitaciones ni trabas e iniciar la reconstrucción y reparación de sus casas -seriamente dañadas muchas de ellas- y restaurar la vida contemplativa. Bueno, sin olvidar la recuperación económica que les devolviera a las condiciones anteriores a 1808.


Será el momento en que, suponemos, se reabra el franciscano de Medina de Pomar. Vuelta al imposible pasado hasta el Trienio Constitucional (1820-1823). Este significará nuevos cierres y supresiones. Empezando, como siempre, por los jesuitas. El gran golpe contra el clero regular lo asestará el decreto publicado en 20 de octubre que disponía: “Se suprimen todos los monasterios de las Ordenes monacales, los de canónigos regulares de San Benito, de la Congregación claustral tarraconense y cesaraugustana, los de San Agustín y los Premonstratenses, los conventos y colegios de las Ordenes militares de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa, los de San Juan de Jerusalén, los de San Juan de Dios y los Betlemitas y todos los demás hospitalarios de cualquier clase”.

Decreto del 25/10/1820

Vale. No estaban incluidos los franciscanos. ¿Se libraron? Sí y no. Para los demás se recuperó la cifra josefina de un límite de 12 religiosos, si eran los únicos en el pueblo, o 24, si había más de un establecimiento. Entonces sus bienes pasaban al Estado. Por supuesto, se prohibía la admisión de novicios y se facilitaban las secularizaciones. Sólo los escolapios fueron exceptuados de estas medidas.

La ley se cumplió con inusitada rapidez y eficacia y, en la mayoría de los casos la orden estaba ejecutada en la primera quincena de noviembre. Para diciembre de 1820 habían sido cerrados 324 monasterios de las órdenes suprimidas.




¿Y ya estaba solventado el tema? No. el número de conventos suprimidos aumentó en 1822 porque las defunciones y las exclaustraciones creaban nuevas casas por debajo del mínimo. El número de 33.546 religiosos de 1820 se redujo, solo por exclaustraciones, en 7.244. Y, como remate, el 1 de diciembre de 1822, se ordena el cierre de todos aquellos claustros levantados en despoblados o en lugares menores de 450 vecinos. Siendo rigurosos esta ley se llevaba por delante a más de dos tercios de los ya pocos conventos existentes.

Este nuevo vaciado de monasterios fue rápido, cuestión de días, al ser una norma de carácter general y fácil aplicación. Seguido se inventariaron los bienes y se organizaron las subastas. Lo más probable es que los bienes de los monasterios suprimidos fueron enajenados entre los años 1821-1823.

Vista aérea del monasterio hacia 1973. Ya se ha derribado el
complejo para permitir la construcción de nuevos edificios y
despejar la avenida de Trespaderne.

En la provincia de Burgos de los 33 conventos no monacales que seguían abiertos en 1821 se cerraron 17. En los 16 conventos restantes se superaba la cifra mágica de 12. Y doce de estos conventos eran franciscanos. Incluido el de Medina de Pomar. No así el de Frías cuyos frailes se trasladaron al de Poza de la Sal.

Concretando: en dos años se pasó de 52 monasterios y conventos en la provincia de Burgos a tan sólo cuatro. Y el de Medina aguantó hasta el 7 de abril de 1823 cuando llegaron los 100.000 hijos de San Luis para restaurar el absolutismo.

Foto aérea realizada entre 1980 y 1986. se ve la evolución de la zona.

Como en la yenka, volvimos a dar pasos hacia atrás. El triunfo absolutista derogó todos los decretos y leyes antirreligiosos. La Regencia, en nombre de Fernando VII, había dispuesto el 11 de junio de 1823 la anulación general de todas las disposiciones dictadas por los liberales contra los monjes y frailes.

Y, cristianamente, decidieron castigar a todos aquellos que habían secundado a los liberales. Lo hicieron buscando su ruina económica al obligar a los compradores de los bienes religiosos (Ojo, comprados a la Hacienda Pública) a la devolución y entrega a los clérigos regulares sin devolución del dinero. Así crearon un grupo de agraviados que nunca renunciaría a recuperar las propiedades que el Estado les había vendido con todas las garantías, y cuyas reclamaciones y presiones se dejarían sentir al día siguiente de la muerte de Fernando VII.


Los frailes de conventos y monasterios tornaron a su plácida vida contemplativa y rentera. Rentas que volvieron a emplear en arreglar los inmuebles salvables. Además tocaban a más renta por cabeza porque tres años sin novicios y una cuarta parte de ellos secularizada lo permitía. Pero, por otro lado, la falta de estómagos frailunos era un problema.

En la provincia de Burgos parece que la restauración de la vida conventual fue total. Todos los monasterios y conventos que existían en 1820 volvieron a ser habitados por sus antiguos moradores.

La muerte de Fernando VII, 29 de septiembre de 1833, desató la caja de los truenos. La primera medida que afectaba a los conventos, todavía con Martínez de la Rosa en el poder, fue dictada el 26 de marzo de 1834: suprimía los monasterios y conventos de los que hubiese salido un religioso para unirse a los carlistas si antes de 24 horas el superior no daba cuenta de la fuga a la autoridad civil. A su vez, se cerraban aquellos en que los fugados alcanzaran la sexta parte, los que hubieran servido para la fabricación de pertrechos de guerra y los que sirvieran de albergue de juntas clandestinas. Parece que se les catalogaba como enemigos de la Reina niña.


El mismo Gabinete de Martínez de la Rosa dictaba el 22 de abril de 1834 otra disposición de mucho mayor alcance y significación, ya que prohibía admitir novicios en todos los conventos del reino "para allanar el camino de la planificación de las saludables y prudentes reformas del clero regular".

Y como ya tocaba, les tocó a los franciscanos de Medina de Pomar. Hubo clausuras por razones de guerra –incluso durante el gobierno de Martínez de la Rosa que se estuvo hasta el 7 de junio de 1835- Estos cierres revestían carácter “provisional” y eran decretados por el Gobierno o por las autoridades militares o locales y afectaron únicamente a las zonas de guerra. Fue cerrado y desalojado por el Capitán General de Burgos para dedicarlo a hospital y almacenes del Ejército, medida que el regente de la Audiencia de Burgos reclamaba se hiciera extensiva a todos los conventos de las márgenes del Ebro.

Quizá fue ya en este momento cuando su biblioteca y archivo desaparecieron y sus libros, papeles y documentos se esfumaron.

Foto aérea del año 2014

El 14 de septiembre de 1835 entraba como Presidente del Gobierno Juan Álvarez Mendizábal. ¿Este nombre les suena? Bien.

En octubre de 1835 todavía 17 conventos abiertos en la provincia de Burgos. Y una legislación restrictiva en cuanto a su mantenimiento y posibilidades de cierre como la ya conocida norma de un mínimo de 12 religiosos. (¡¡¿¿Qué tendrían con la docena de frailes??!!). Se había prohibido la admisión de novicios, se llamaba a quintas a todos los no ordenados in sacris, se favorecía la salida y exclaustración individual de todo aquel que lo deseaba o lo solicitaba con lo que no pocos conventos descendieron fácilmente hasta el número de 11 que provocaba su cierre y desaparición.

El punto final lo puso el Decreto firmado por la Reina-Gobernadora en El Pardo el 8 de marzo de 1836. Su primer artículo declaraba: “Quedan suprimidos todos los monasterios, conventos, colegios, congregaciones y demás casas de comunidad o de instituciones religiosas de varones, inclusas las de clérigos regulares y las de las cuatro órdenes militares y San Juan de Jerusalén, existentes en la Península, islas adyacentes y posesiones de España en África”. Así, de golpe.

¿De golpe? ¿De verdad? ¡Para nada! Este decreto finalizaba una trayectoria de modernización económica y social de España y sus posesiones ultramarinas que se inició en 1808; que cerró más de 2.000 monasterios y conventos; y que sacó al mundo cerca de 30.000 religiosos –gente formada-, que redireccionaba beneficios y recursos económicos, que buscaba incrementar la clase media…

Fotografía del legionario Sandri

Todos los bienes de los monasterios y conventos burgaleses que no habían sido enajenados durante el trienio liberal fueron declarados ahora, entre 1835 y 1836, Bienes Nacionales y salieron en los meses y años sucesivos a pública subasta.

El convento de San Francisco, ya en manos privadas, pasará por numerosas vicisitudes. Ya comentamos en la anterior entrada que el pavimento de la iglesia fue arrancado de su sitio el año 1852 y vendido por sus dueños para la construcción de la fábrica del Rosario, en el barrio de Pomar.


Esta debió ser la fábrica de harinas y chocolate que se puso en venta, o alquiler, en 1871. El Boletín de Comercio nos la describe:

“Sus vastos edificios encierran locales desahogados é independientes destinados a la limpia del trigo y a la elaboración de las harinas, pan y chocolate. El salto de agua es considerable y mueve cuatro piedras francesas que muelen 250 fanegas al día, la limpia y el chocolate. Sus espaciosos almacenes para granos, harinas y salvados: las habitaciones para el dueño, oficiales y criados; la hermosa huerta que en gran extensión rodea el edificio y que está cercada de pared, conteniendo infinidad de árboles frutales de doce años, que han sido dirigidos por inteligente, hacen que esta posesión sea un punto magnífico no solo para cualquier negociante en los artículos citados, sino también para el que desee vivir en una bonita casa de campo disfrutando de muchas comodidades.

La construcción del edificio es sólida: las maquinarias para elaborar las harinas, pan y chocolate, así como los cedazos para clasificar dicho polvo son casi nuevos; y es seguro que la posesión agradará al que desee comprar una finca de esa clase. El precio será arreglado, si se atiende al capital que ha costado a sus dueños, y para su pago se admitirán plazos.

Caso de no haber comprador, se arrendará bajo condiciones también ventajosas. Quien quiera entrar en ajuste se dirigirá a Don Fulgencio Antonio Paz, residente en Medina de Pomar, y en Burgos a la Sra. Viuda de S. Martin, plazuela de Santa María, núm. 3.”

Bueno, parece que la venta del suelo de la iglesia era necesaria para poner en marcha esa “fabulosa” fábrica que tostaba el grano de cacao por graduador (Según un anuncio de una degustación en Madrid de “El Heraldo”). Añadiremos que el citado Fulgencio Antonio Paz era en agosto de 1853 el Alcalde Presidente del ayuntamiento constitucional de Medina de Pomar. ¿Quizá el propietario del monasterio cuando se arranca el suelo de la iglesia?

Foto del legionario Sandri (Archivo Bolzano)

Mientras, el monasterio fue transformado en viviendas y la iglesia en cocheras, almacenes de madera para lo que salte. Julián García Sainz de Baranda indicaba en una de sus publicaciones que el Ministerio de Hacienda se lo ofreció al Ayuntamiento de Medina de Pomar tras solicitarlo este. Refería una R. O. de 24 de Abril de 1850 por la cual se cedía el edificio del Convento con el fin de dedicarlo a Hospital. Incluso añade la aquiescencia del obispado al no ser útil para el culto. Evidentemente, si fuese cierto, no se transfirió pero nos estaría diciendo que a principio de 1850 era todavía de titularidad pública.

Los exclaustrados debieron buscar otros medios de subsistencia y, evidentemente, algunos recurrieron a la protección que ofrecía la Iglesia. Así la junta de clases pasivas daba a conocer, a través de la prensa generalmente, el derecho a pensión de aquellos que habían sido exclaustrados. Por poner un ejemplo, el 28 de octubre de 1862, era beneficiado con esta suerte Joaquín Pereda, que fue lego del convento de San Francisco de Medina de Pomar. Le concedieron 3 reales.

Rodrigo Amador de los Ríos, en su libro sobre Burgos dejaba caer que “(…) las ruinas del de San Francisco, convertido en míseras viviendas (…)” como única referencia a este monasterio dentro de las siete hojas con que describía Medina de Pomar. ¿Lo decía porque carecía ya de valor artístico e histórico? ¿Por no meterse en charcos que no le favorecían? ¿Por alagar a los representantes de la población cuando leyesen su obra? Podría ser, también, que fuese generalmente aceptado el desdén hacia los monumentos históricos y se asumiese que se debían dejar caer y que, tras un periodo como románticas ruinas, se derribasen para abrir paso al “progreso”.


El edificio aguantó hasta los años 60 del siglo XX cuando su propietario lo derribó para destinar el solar a edificios. Medio siglo después la vergüenza sigue como se presenta en las últimas fotos adjuntadas. Resistir… ¿para qué?


Quizá cuando, el 1 de junio de 1973, el Consejo de Ministros, declaró "Conjunto Histórico-Artístico de carácter Nacional" a la villa de Medina de Pomar no miraron ese desaguisado. En 1997 la Consejería de Turismo de la Junta de Castilla y León "por la magnífica labor a favor de la conservación del patrimonio fomento y mejora de la calidad turística", (¡Toma!) concedió a la villa, el Premio "C" de Turismo... ejem.

Foto del legionario Sandri (Archivo Bolzano)

Si hayan comido en el restaurante de la esquina con la calle San Francisco, en la plazuela donde en un tiempo hubo una gasolinera se habrán sorprendido por la construcción. Contrafuertes con ventanas y ninguna explicación. ¿Será por intentar olvidar los errores del pasado? ¿Ocultar el desaguisado de derribar un edificio monumental que hubiera atraído visitantes e incrementado la magia del municipio?


Buscarán el perdón que nace del olvido, supongo. Porque eliminar un edificio de este valor para dejar un solar sin edificar (¡Justo castigo a la avaricia!) en el lugar donde residieron fray Pedro Villacreces (1350-1422), erudito teólogo, y su discípulo el beato fray Lope de Salazar y Salinas (1393-1463), escritor místico que, al final de su vida, regresó para morir a Medina de Pomar...



Bibliografía:

“Supresión de los conventos de religiosos En la provincia de Burgos (1820-1836)” Gonzalo Martínez Díez.
“Boletín del comercio del 30 de diciembre de 1871”.
“Arquitectura de Medina de Pomar”. Inocencio Cadiñanos Bardecí.
Blog “Picota y Cebo”.
“Burgos” por Rodrigo Amador de los Ríos.
Periódico “El pensamiento español”.
Periódico “La España”.
Periódico “El heraldo”.
B.O.E. / Gaceta de Madrid.
Fototeca digital del Instituto Geográfico Nacional.
Revista “La Esfera”. Artículo de Julián García Sainz de Baranda.
Archivo provincial de Bolzano (Italia).