Que no te asusten ni la letra ni el sendero de palabras pues, amigo, para la sed de saber, largo trago.
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domingo, 4 de marzo de 2018

Dinamitando nuestro pasado o el desvaído recuerdo de las torres de Torme.



Ya lo sé, ninguno de ustedes ha visto unas torres en Torme. Bueno, quizá si peinan canas desde hace mucho las recuerden. Estaban al comienzo del tramo de la carretera que atraviesa el pueblo. Más concretamente, nada más bajar la "Cuesta de Arenas" a la derecha y antes de llegar al camino que antaño comunicaba este barrio y el "Camino Real" que partía de Bocos y, pasando el río Trema, llegaba a Torme. Limitaba, además, con los arroyos de las proximidades de "Campo Corto", "Campo Largo" y el "Salcinal de los Pilares". Es el sur del pueblo y hoy nos resulta una zona alejada pero en sus proximidades había numerosas casas y varios molinos.

Patio de Las Torres de Torme

Una vez localizado el lugar donde reside este fantasma del pasado nos vamos a buscar su origen. El pueblo de Torme ya figura en documentos del Siglo X. En el año 1188, Alfonso VIII hace donación de este pueblo a Juan Maté (vecino de Burgos enriquecido por el comercio); luego fue de Lupo Martínez de Macoth que poseía una gran casa que llamaba “mi palacio”; de ahí, pasó a manos de los Torres; de las de éstos, mediante matrimonio, a las de los Velasco; salta a los López de Rueda; y, finalmente, a los Ramírez Arellano, Condes de Murillo y Grandeza de España.

El historiador Luís de Varona decía de este palacio: "Anse juntado por u casamiento a esta abadía, (la de Rueda), la (Casa) de Torres que está en el lugar de Torme, que es un palacio espacioso con cuatro torres y en medio un gran patio. Contigua al mismo tiene su iglesia, de puro estilo gótico, bajo la advocación de Nuestra Señora de la Lera (...), donde "ay Santísimo"(...) y tiene esta casa término redondo, sotos, viveros, ríos, molinos, y muchos heredamientos labrantíos, sitios para hacer mal a los caballos, árboles frutales. En la iglesia parroquial entierros."

Exterior de las Torres de Torme. Se reconoce la obra y las
ventanas de trabajo más fino.

Por el inventario de bienes de Mariana de torres, señora de las Torres y Lera, y María de Bustillo, su arrendataria sabemos, primero, que los señores no vivían en las Torres en ese año de 1597 al ser lo muebles de la relación poco importantes y, segundo, nos da algunas pistas sobre las torres.

La que estaba hacia el lugar de Torme se empleaba de dormitorio. La que daba al huerto llano hacia Torme tenía también alcobas. La tercera, llamada aquí “de la rueca” tenía... ¿lo adivinan? Alcobas. Y una panera. Y ruecas. La última la denominan “la torrecilla” y era la que daba hacia la parte de Villanueva y era almacén diverso y caballerizas.

Podríamos fechar las torres en el siglo XV, aunque la imagen de la Virgen de la Lera –advocación de la ermita que existió junto a las torres- dataría de finales del Siglo XIII o principio del XIV. ¿Qué significa esto? Pues, que pudo existir una casa señorial cerca de la ermita contemporánea a la misma. Esta casona sufriría ampliaciones y mejoras que desvirtuarían la obra inicial. Algunas de las fotos que nos muestran el edificio dejan ver ventanas de estilo renacentista entre muros de piedra tosca. Pensemos que hay constancia escrita que personajes del principio del siglo XIV como Pero Ruyz de Sotoscueva, y sus hijos, El Obispo de Burgos D. García, y Dña. Andriquina, eran de aquí y tenían ya en el pueblo de Torme su casa fuerte.

Otra pista sobre las torres la obtenemos gracias al Catastro del Marqués de la Ensenada que nos dice que El ilustrísimo Sr. Conde de Morillo posee en este lugar una casa que se halla junto a la ermita de la Lera, con sus cuartos, altos y bajos, y tiene de ancho cuarenta y tres varas y de fondo cuarenta y cuatro. Surca por Cierzo, Solano, Ábrego y Regañón la ermita de la Lera. Está regulada la renta anual de esta casa en 5 fanegas de pan." Cuadradas. Y, en función de las fotografías existentes nos atrevemos a conjeturar que los torreones esquineros tendrían unos ocho metros de lado. El centro del palacete sería un patio 25 metros de lado. El conde de Murillo al que se refieren es Juan Francisco Ramírez de Arellano y Paniagua.

Posible fachada, quizá por la austera puerta, donde se advierten
nuevas ventanas renacentistas y ventanas de corte gótico que
corresponderían al momento inicial del palacio. 

Este título nobiliario surge en Murillo de río Leza (La Rioja) que formaba parte del señorío de los Cameros, un extenso territorio donado en 1366 por el rey Enrique II de Castilla a Juan Ramírez de Arellano. Este, en su testamento del 29 de octubre de 1385, segregó del señorío varias villas que crearon el condado de Murillo. Los primeros titulares figuran en numerosos documentos como Condes de Murillo, de Murillo de Río Leza o de la villa de Murillo. A partir de del siglo XVIII se empleará como oficial la de Condes de Murillo. El mismo camino transita el condado de Montenuevo y que ostentó el conde de Murillo hasta el IX titular. ¡Que no se me olvide! Este título no tiene nada, pero nada que ver con el Marquesado de Murillo.

Volviendo al Catastro de la Ensenada, este toca los temas económicos adjuntos al castillo: "Una tierra pegante a la ermita, de 16 celemines. Otra finca pegando a ella, de 14 celemines. Otra finca, de 5 celemines. Otra junto a ella, de 2 celemines. Otra, de 3 celemines. Otra junto a ellas, de 8 celemines y otra, de 3 celemines. Y otras muchas fincas en diferentes sitios. Por los mencionados bienes paga el rentero, cada año, a D. Juan Francisco Ramírez de Arellano, y al capellán de Nuestra Señora de la Lera, 756 reales." En otra parte de este mismo Catastro y refiriéndose a las tierras que siembra Domingo Fernández dice: "Un solar de Juan Francisco Ramírez de Arellano que primeramente pertenece al dicho Señor Carvajal, una casa con tres torres, (parece querer indicar que una de las torres la considera como casa vivienda más las tres torres que no lo serían en aquel 1750), la que se halla junto a la ermita de la Lera con sus cuartos, altos y bajos. La que tiene de fondo cuarenta y tres varas de largo y de fondo cuarenta y cuatro en lo que entra un patio que está en medio de dicha casa la que surca por todas partes con tierra de dicha ermita de la Lera que toca y corresponde a dicho señor de Carvajal, por la que se estima una renta de 5 fanegas y 40 fincas que pertenecen a la Capellanía de la Lera”.

El diccionario de Sebastián Miñano no comenta nada sobre el edificio en su corta entrada sobre Torme.

En esta fotografía se aprecia la desaparición de una de las torres.

En el "Diccionario Geográfico, Estadístico e Histórico de España y Posesiones de Ultramar" de Pascual Madoz sobre este edificio escribe: "Torme tiene 80 casas y cuatro torres antiguas reunidas, propiedad del Conde de Bornos (...)" Es decir, que a mediados del siglo XIX permanecían en pie las cuatro torres. Sí, pero, ¿Quién es el conde de Bornos? ¿No habíamos quedado que eran los del condado de Murillo? Procedamos a explicarnos: debemos fijarnos en María Josefa Ramírez de Arellano y Olivares (1765-1800), VII condesa de Murillo, que casó con Joaquín Ramírez de Haro y Adsor, el cual era el VIII conde de Bornos. Un grande de España, mariscal de campo de los Reales Ejércitos, alférez mayor de Motril, caballero de Santiago y gentilhombre de cámara del rey con ejercicio. Era gaditano y bautizado el 9 de abril de 1753. Es decir, matrimonio, no venta. A partir de entonces quedan unidas dos casas Grandes de España, que se han sucedido en los Ramírez de Haro hasta la actualidad. Listo, aclarado. Como chascarrillo, la actual condesa de Bornos es Esperanza Aguirre (la que fue presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid) al asumir el título su marido por renunciar al de conde de Murillo a favor de su hermana.


García Sáinz de Baranda, que pudo contemplar la fortaleza en la primera mitad del siglo XX. escribía sobre ello: "Todavía se yergue altanera una de sus torres, compañera que fue de otras tres más, derribadas no ha muchos años, las que formaban los extremos de un recinto cuadrado, amurallado y almenado, de frentes rectos, sin cubos ni contrafuertes, que aumentaran su poder defensivo".

Las fotografías encontradas son de finales del siglo XIX y principios del XX. En ellas observamos una fachada principal similar a la de las torres de Medina, con las cuatro torres en los vértices del cuadrado que formaría el total del recinto. Los cuerpos de enlace entre ellas eran habitables y sus ventanas eran de buena piedra labrada y coronadas con las armas de la familia. Junto a las dichas torres estaba situada la ermita de la Virgen de la Lera de puro estilo gótico. Estas torres tenían, en su parte sur, al río Trema como defensa y el resto estaba rodeado de arroyos, fosos y ciénagas luego saneadas.

Escudo heráldico del apellido TORRES

Los escudos que aparecen sobre las ventanas son dos:

  • El primero que vemos en las fotos, a la izquierda podría ser el propio de los señores de las torres. Está compuesto por siete torres. Sáinz de Baranda indica que este escudo aparecía a los lados del sagrario de la ermita de la Virgen de la Lera. Lo describía como un escudo con siete castillos en campo verde.
  • El otro escudo, con trece estrellas o róeles (pieza circular que aparece en los escudos heráldicos). Si fuesen las trece estrellas este sería el timbre y blasón de los Salazar, tan abundante en esta zona, no así si fueran róeles.



En medio de estos dos escudos hay unas cadenas, ¿Qué significan? A saber: desde ser relativo a la Casa de Mendoza, una esclavitud real o amorosa o referencia a la batalla de las Navas de Tolosa. Esta última podría llegar a ser plausible porque los Maté estuvieron relacionados con Alfonso VIII y contribuyeron en esa batalla. Pero este palacio desaparecido no tiene por qué tener relación con Juan de Maté. Si nos fijamos en los escudos descritos vemos que estaban colocados en ventanas de una de las paredes laterales de las citadas torres, un lugar secundario. Además, estos escudos pueden no ser del linaje principal del amo de las torres. Quizá uniones colaterales que ponen sus armas en lugar secundario porque para ellos también esa hidalguía lo es en línea de descendencia.


El escudo familiar, que según el genealogista Varona ostentaba el castillo en su fachada principal, consistía: "En campo de azur, castillo y orla de armiños con insignia episcopal por ser hijo de esta familia don García de Torres, Obispo de Burgos". Esta afirmación del genealogista Varona crea dudas, pues parece extraño que fuera un solo castillo o torre la constitutiva de su escudo ya que su nombre: "Torres", indica varias torres. Por otra parte en el escudo correspondiente a diversas ramas emanadas del tronco de los Torres de Torme, se puede observar que en todos son cinco las torres que muestran, como ocurre con los Torres de Medina de Pomar y los Torres de Salazar. Vamos que es difícil creer que el escudo de los Torres de Torme fuera una sola torre. O cinco o siete. Esta duda se podría desvanecer si encontráramos fotografías de la fachada principal de las torres y en ella se divisara con claridad el escudo de esta familia.

Detalle de una de las ventanas.

El siglo XIX fue el siglo de la caída del Antiguo régimen y de las desamortizaciones. Esto hizo que dejasen de ser interesantes estos edificios cuyo coste lo sufragaban, generalmente, las rentas de los diversos señoríos. Abandonados serán sujeto de venta, desmantelamiento o pillaje. Las piedras de los muros se utilizan para nuevas construcciones, tanto particulares como públicas. Columnas, artesonados, elementos decorativos y escudos se venden o, abandonados, se deterioran y se destruyen. 

Otra de las ventanas, esta con parteluz, y escudos.

La puntilla se produce el año 1943 –o el año 1944- cuando, para construir la casa de Eugenio Pereda y luego de José López, se dinamitó y derrumbó la última torre que resistía para emplearla como cantera. El titular del condado de Murillo y de Bornos en aquel momento era Fernando Ramírez de Haro y Álvarez de Toledo. Gracias a esta miseria tan común por Las Merindades se perdió otro tesoro histórico y arquitectónico. Piénsenlo: hoy no se recuerda y, supongo, este texto les resultará sorprendente. Todo quedó reducido a un montón de piedras que cuesta reconocer.



Bibliografía:

“Torme en la Merindad de Castilla La Vieja” por Pedro María López Andino.


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